Capítulo 13

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Me encontraba sentada en un amplio sofá en una bella oficina de paredes blancas. A medida que observaba cada detalle podía darme cuenta como es que algunas cosas habían cambiado desde la última vez que vine. Los colores que adornaban la sala esta vez variaban entre el naranjo y amarillo, por lo que recuerdo antes todo era color azul. El sofá se notaba que era nuevo, podía incluso olerlo. Cientos de fotos con paisajes divinos decoraban cada rincón, era como teletransportarse alrededor del mundo.

Hace dos años que había finalizado mi terapia, pues según la especialista lo que continuaba en mi vida dependía de mí y solo de mí, pero que podía consultarla cada vez que me sintiera en apuros. Y así fue, tras decirle a Tito y Nicolás que había escuchado sus palabras y decidiría volver a tratarme, nos contactamos de inmediato con el centro psicológico, donde afortunadamente la misma chica me atendería. La doctora Sandoval era una muy joven psicóloga que cuando comencé a asistir llevaba tan solo dos años ejerciendo, tenía muy buena disposición para escuchar y mucho talento para guiar a sus pacientes, realmente hizo un muy buen trabajo conmigo. Bastaron unos simples emails para que ella nos respondiera con un horario para una próxima cita, dos días después del llamado, aquello significo cancelarle a Daniel, pero entendió, o al menos esperaba que lo hiciera.

Cuando el reloj marco con exactitud las diez de la mañana vi como la doctora ingresaba a su consulta, alegre de verme me saludo con un beso en la mejilla y un estrecho abrazo, de aquellos que te dejan incluso sin poder respirar. Luego se sentó frente a mí, en un pequeño sofá frente al que yo me encontraba.

La terapia inicio con preguntas sencillas, sobre como he estado y sentido en estos últimos dos años, como han progresado las cosas y si finalmente me he decidido por ir a la universidad. Respondí todo con suma honestidad, pues en si me he sentido bien, contenta y acogida junto a mi tío, sobre progresar socialmente no podía decir mucho y la universidad no era tema a discusión, no hasta contar con el dinero suficiente para sustentarlo por unos años.

Como era habitual ella tomaba nota de todo lo importante, además de indagar en detalles que para ella merecían más atención. Los primeros minutos de sesión siempre eran así, una conversación sencilla que le permitía indagar a fondo lo básico y estructural de mi vida.

Al paso de los minutos la charla se vuelve más intensa y la doctora pregunta con claridad:

―¿Por qué has decidido volver?

La verdad eran muchas las razones, me sentía insegura sobre muchas cosas. Siento que el episodio traumático que había acontecido hace ya casi cinco años era una etapa superada, recordaba aquel día con tristeza, pero las pesadillas habían dejado de atormentarme hace ya algunos años. Pero había cientos de aspectos que aún me acomplejaban, dentro de ello estaba mi inutilidad para sociabilizar, mi crecimiento personal era nulo y creo que por primera vez en todo este tiempo había sido capaz de notarlo.

―Estoy estancada ―respondí vagamente―. Durante todos estos años lo único que he podido superar es el traume de ver un pozón de sangre en casa, pero lo que es avanzar como persona, no lo he podido lograr.

―¿Por qué lo dices?

―Llevo tres años juntando dinero para la universidad y no sé la verdad que es lo que estoy esperando. Las únicas personas que están en mi vida son Nicolás, Tito, mi jefe y ahora un chico, pero que ni siquiera sé cómo actuar. En mis veintiún años he interactuado con personas y francamente no le había dado relevancia, hasta ahora que es cuando requiero de aquellas habilidades, pero me aterrorizan las grandes decisiones.

Expulsé tan abruptamente que apenas si se pudo entender lo que dije, fue como si tuviese las palabras atoradas en la garganta y simplemente salieron sin aviso ni control.

No sabía exactamente desde hace cuánto había empezado a sentir esto, desde cuando había retenido esto. Quizás siempre estuvo o bien se destapó con las inseguridades que han despertado últimamente.

Siempre creí que esto del "amor", si es que así lo podía llamar, alimentaría mi ego, pues el hecho de interesarle a alguien en su momento me parecía razón suficiente. Pero fue todo lo contrario, comencé a cuestionarme el porqué de todo, sin siquiera darme cuenta, no sabía si era lo suficiente y por sobre todo cuestionaba cada una de mis acciones.

Había pasado por cosas malas en mi vida, la que más me choco claramente fue la muerte de mi madre, que a veces me cuestionaba profundamente si era merecedora de lo bueno que llegaba a mi vida. A veces sentía que Nicolás y Tito era lo único que merecía realmente y me sentía completamente afortunada por ello, porque son las mejores personas que alguien pueda pedir.

La psicóloga me escuchaba con atención todo lo que yo decía, había comenzado a desahogarme como nunca antes lo había hecho. Antes las terapias estaban completamente centradas en aquella noche, hoy se sentía distinto, estábamos hablando completamente de mí, de mis inseguridades, de lo que amaba y odiaba, de lo que quería y anhelaba.

La hora y media que teníamos programada paso en un abrir y cerrar de ojos, realmente había sido efímera, mi reloj marcaba que ya nos habíamos excedido en el tiempo, ella lo sabía pero me había dejado expresarme un rato más, para así poder darme su conclusión final, aquella que siempre me había dejado pensando toda la noche.

―Todo lo que sientes es normal, no es culpa de tu trauma, va mucho más allá y no dependerá del amor que te entregue un hombre, dependerá de cómo te ames tu. Por favor, valórate eres mucho más que lo que has logrado o en lo que has fracasado ―dijo con ternura―. Te ha tocado duro en la vida, tú lo tienes claro ―asentí a sus palabras― ¿Acaso crees que eso no es algo de lo que deberías estar orgullosa? ―callé, no tenía palabras― Por supuesto que sí, eres grandiosa Samanta, Daniel lo ha visto y no ha necesitado tiempo para notarlo, es hora qué lo veas tú también.

Y tras esas palabras la puerta de la oficina fue tocada, la cabeza de la secretaria del lugar se asomó con sumo cuidado para así dar aviso que el siguiente paciente estaba a la espera. No nos quedó de otra que despedirnos en un cálido abrazo, prometiendo vernos en la siguiente sesión, la cual sería en cuatro días.

Salí del lugar con mi mente llena de pensamientos, dudas y propósitos. Tenía una nueva meta de ahora en adelante, que iba más allá de todo lo que en algún momento pude proponerme, como lo era estudiar, por ejemplo, de hoy en adelante aprendería a confiar más en mí y en lo que mi corazón guiaba. Partiendo con Daniel.

Tenía una respuesta para él. 

***

Capítulo muy cortito, lo sé. Más aún, después de haber desaparecido por semanas. 

Lo siento, estuve a full este tiempo. 

Aprovechando la cuarentena por COVID-19 intentaré escribir al máximo y entregarles varios capítulos. 

¿Qué les pareció? Sam al parecer por fin esta dejando soltar sus miedos. 

¿Qué esperan para más adelante?

Hasta que se nos acabe el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora