Hasta que se nos acabe el tiempo

Capítulo 10

Mis pies ardían, gotas de sudor caían a lo largo de mi cuello, mi respiración no era exactamente la más calmada y por sobre todo estaba exhausta y harta.

Llevaba tres horas recorriendo de tienda en tienda en el centro comercial intentando encontrar un vestido junto a Nicolás. El chico a mi lado parecía no perder las energías, incluso podría decir que cobraba cada vez más vitalidad con cada vestido que posaba en mi cuerpo. Mientras que por otro lado, yo caería rendida la siguiente vez que tuviese que dejar caer mi ropa para probarme una de esas prendas.

Resulta que la tan novedosa cita a la que Daniel me había invitado días atrás no era nada más ni nada menos que una fiesta que realizaba su universidad en su aniversario, y en esta era un requisito vestir de gala y a causa de que la última vez que vestí formal para algo fue en mi primera comunión, me vi en la obligación de tomar dinero de mi cuenta y salir en busca de algún vestido. Pero me resultaba imposible encontrar uno o no me gustaban o salían de mi presupuesto.

Durante estos días la dinámica entre Daniel y yo fluía como nunca, se había dado un par de vueltas por la biblioteca con absurdas excusas de dejar o pedir algún libro que podría asegurar que ni siquiera abría. Cuando no lo veía me mantenía comunicada por redes sociales, usualmente él me escribía por mensaje o bien yo intentaba abrir conversación con aburridos "memes" que encontraba en Instagram.

La dichosa fiesta se iba a realizar el día de mañana y como siempre dejé la búsqueda de mi vestido para último minuto.

La nueva chica en la biblioteca me había sentado como anillo al dedo al final, pues su presencia me permitió ausentarme al trabajo hoy y mañana, lo que Ernesto aceptó con gusto y yo permití sin irme con cargo de consciencia.

Me había prometido a mi misma que esta sería la última tienda que visitaría, de otra forma me rendiría e iría con cualquier cosa que Nicolás quisiera, aunque esto significase arriesgar mi vestimenta con algo sumamente provocador como a Nicolás tanto le gustaba insistir en que usara.

El gran letrero de oferta me atrajo de inmediato a la entrada del local en el que colgaban al fondo de este un sinfín de vestidos, de diversos colores, tamaños y cortes. Con la ayuda de mi mejor amigo tomamos unos cuantos pares de vestidos para que pudiese llevarlos al vestidor.

Probé cada uno de ellos en mi cuerpo, pero ninguno lograba convencerme. Quería algo sencillo, de un solo color y que fuera fácil de traer, pero al parecer la tendencia del momento era cargar con kilos de brillos, extremadamente cortos y con diseños para nada de mi estilo.

Caí derrotada en una banqueta fuera de los vestidores. Nicolás observaba lleno de diversión mi angustia y frustración.

¿Cómo era posible haber recorrido tantos metros en el centro comercial y aún no encontrar nada?

―Vamos que te ayudo a comprar ―dijo mi mejor amigo interrumpiendo mi agonía.

Me levanté de aquella banqueta y caminé para salir del lugar, pero antes de que siquiera pudiese salir la vitrina frente al mostrador atrajo inevitablemente mi atención. A pasos decididos caminé hasta el lugar, recorrí con ojos curiosos hasta dar con algo que deleito de inmediato mi vista. Una delicada corbata color azul marino se encontraba justo frente a mis narices, la tela se notaba suave y tersa. No pude evitarlo, le pedí a la joven que atendía que me la enseñara y a penas aquel pedazo suave de tela toco la yema de mis dedos sabía que debía llevarla. Arriesgaría un poco más de mi presupuesto por aquello, porque sin importar como fuera mi vestido sabia que esto le sentaría extremadamente bien a Daniel.

Para mi sorpresa la caja en la que venía además contenía el pañuelo para el saco de la misma tela y color, definitivamente había sido una buena compra.