Había transcurrido una semana y un par de días desde la cita de mi vida, literalmente hablando, pues había sido la única. Daniel se había esfumado de las redes sociales y en la biblioteca no había visto ni su sombra. Constantemente me sorprendía revisando su última conexión, rogando ver un nuevo mensaje en las próximas horas, pero nada de eso ocurrió. Lo último que supe de él fue una nueva actualización en las fotos de su Instagram, dentro de las cuales figuraba en una de ellas. Batallé con todo mi ser para no darle me gusta, la verdad es que me esmeraba mucho por no lucir desesperada. Fallaba en un ochenta por ciento de mis instintos.
Aun así, no supe mucho de él, por lo que comencé a cuestionarme seriamente si lo de aquellos días no había sido más que algo de una sola vez, una cita solo eso. Desee con todo mi ser que no fuera así pero bueno las cosas eran como tenia que ser.
Estaba por iniciar mi periodo de colación cuando Ernesto me llamó a su oficina, la cual solo usaba para casos puntuales, como despedir a personas.
Tragué hondo y rogué que aquella no fuera mi opción, necesitaba el trabajo y honestamente no me veía en otro lugar que no fuera aquí. Ingrese a la vieja oficina de Ernesto, se notaba que no había recibido mantención durante años, pues tanto los muebles como las paredes se encontraban en mal estado, desgastadas y descoloridas.
Ernesto reposaba cómodamente en la silla de escritorio, a penas me vio cruzar la puerta me dedico una de sus tan cálidas sonrisas, sus manos estaban entrelazadas entre si y no pude evitar sentirme como en una escena de "El Padrino".
―Quita esa expresión de tu rostro, no te despediré.
No sabía que estaba aguantando la respiración, hasta que me percate como todo el aire se desprendía por mis labios en forma de un gran y aliviado suspiro. De todas formas, la curiosidad no abandonaba mi sistema, no tenía ni la más remota idea del por qué estaba aquí.
―Siéntate, por favor ―dijo señalando una vieja silla frente a mis ojos, obedecí―. De seguro no tienes idea del por qué estás aquí.
―La única razón por la que traes acá al personal es para despedirlos.
―Sabes que no podría echarte, realmente haces un buen trabajo.
―Entonces...
Quería que fuera directo al grano, la curiosidad estaba consumiéndome.
― Quiero que dejes de tomar horas extras, estas agotándote y consumiendo toda tu juventud junto a estos viejos libreros.
No lo entendía, llevaba años ya trabajando aquí, ¿por qué ahora?
―Necesitarás más personal ―me excusé.
―Sabía que dirías eso. Estuve entrevistando durante estos días a postulantes para el mismo puesto que tienes tú y he encontrado a una chica ―me miró con profundidad―. Mira sé que esto ha de parecerte sumamente extraño, es repentino, pero te he estado observando, aunque no lo parezca siempre te analizo. Te has quedado dormida en el trabajo, si no hay clientes tu rostro se deprime. Debí haberme dado cuenta antes, estas cansada.
―Sabes que necesito el dinero, no es algo que haga por placer ―debatí un tanto frustrada.
―El dinero lo tienes Samanta, jamás te dejaría sin recursos, los turnos principales siguen siendo tuyos y tienes tu sueldo base, es solo que no quiero que te la pases trabajando catorce horas solo por unos pesos más, mereces mucho más que eso.
―Amo mi trabajo, no es necesario y si necesitas a la otra chica perfectamente puedo acompañarla en sus turnos, sabes que esto funciona mejor de a dos.
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Hasta que se nos acabe el tiempo
RomanceUn simple cruce en sus destinos les traerá lo que parece ser la historia de amor de sus vidas. Memorable y aventurera. Aunque nada es eterno habían prometido amarse hasta que se les acabase el tiempo. #47 Distancia 22/02