CAPITULO 3
Dulce:
Debería haberte escrito mucho antes, pero no se me ocurrían las palabras adecuadas. Además, tengo la impresión de que he consumido la cuota de tonterías que puedo decirte este año. Así que he preferido esperar. Eso es todo. ¿El huracán que ha asolado México os ha afectado? La prensa dice que ha habido cerca de dos mil quinientos muertos y catorce mil heridos. México no está tan lejos de Honduras, y cualquier mala noticia de los países que están por allí me asusta. En verdad quisiera que olvidases la discusión que tuvimos. No tenía ningún derecho a decirte lo que te dije. No quería juzgarte, lo siento mucho. Sé que a veces te provoco. Es mi testarudez. Soy imbécil y pierdo el control. ¡Como si mis palabras pudiesen hacer que volvieses! ¡Como si lo que yo pensase o sintiese pudiese cambiar el curso de tu vida! Pero parece que algunas grandes historias de amor comienzan por un desencuentro. Escríbeme pronto. Dame noticias tuyas.
Cariños.
Christopher
11 de noviembre
Christopher:
He recibido tu carta, y... sí tenías derecho. Estabas equivocado, pero aun así tenías derecho. Sin embargo, aunque no fuese tu intención, tus palabras adquirieron la forma de un juicio. No las he olvidado. Al contrario, he reflexionado a menudo sobre ellas. De otro modo ¿de qué habría servido pronunciarlas? Lisa, el nombre del huracán que te inquietaba, no nos ha tocado. Las cosas ya son bastante difíciles sin necesidad de huracanes. Si hubiese llegado aquí, creo que ya habría abandonado. Sabes, este país es tan especial. La sangre de los muertos ya se ha secado. Sobre estos coágulos de miseria, los supervivientes han reconstruido sus casas, rehecho lo que quedaba de sus familias y de sus vidas. Vine aquí convencida de todas mis certezas, que me hacían creer que yo era la más inteligente, la más educada, la más segura en todo. Cada día que paso junto a ellos los veo más fuertes que yo, y a mí más débil que ellos.
¿Es su dignidad lo que les da tanta belleza? No es como llevar ayuda a una población destrozada por la guerra. Aquí el combate se libra contra el viento y la lluvia. No hay ni buenos ni malos, ni partido ni causa. Sólo hay una humanidad inmensa en una desolación increíble. Y únicamente su valor hace renacer la vida en medio de las cenizas de la esperanza imposible. Creo que es por eso que los amo, también sé que es por eso que los admiro.
Vine aquí creyéndoles víctimas, y me muestran a cada instante que son una cosa muy diferente y me aportan más de lo que yo les entrego. En Montclair mi vida no tendría sentido, no sabría qué hacer. La soledad vuelve impaciente, es la impaciencia la que mata al niño. No tomes a mal lo que te voy a decir, pero en aquella adolescencia que compartimos lo mejor que pudimos estuve siempre sola.
Es cierto, he sido muy impetuosa. Y todavía lo soy. Esta necesidad de quemar etapas me hace vivir a un ritmo que tú no puedes comprender, porque es un ritmo diferente del tuyo.
Me fui sin decirte algo tan esencial como todo lo anterior: te echo mucho de menos, Christopher. A menudo hojeo las páginas de nuestro álbum de fotos. Todas esas imágenes de nosotros dos son preciosas. Esas señales del tiempo son nuestra infancia. Perdona que sea como soy, imposible para vivir para otro.
Dulce
Times Square. En el tumulto de la muchedumbre que se aglomeraba en la plaza, como cada Nochevieja, Christopher se encontró con un grupo de amigos; todos estudiantes, como él. Cuatro grandes números acaban de iluminar la fachada del edificio del New York Times. Es medianoche: el año 1977 acaba de nacer. Una lluvia de confeti se mezcla con los besos que se da la gente. Christopher se siente solo en medio de la multitud. ¡Qué extraños son esos días en los que la alegría de vivir viene establecida en los calendarios! Una muchacha recorre una barrera, intentando abrirse camino en aquella marea humana. Ella le da un empujón, lo rebasa, se da la vuelta y le sonríe. El levanta el brazo y agita la mano; ella le responde con una señal de la cabeza, como disculpándose de no poder avanzar más deprisa. Tres personas los separan ya; ella parece avanzar arrastrada por la cresta de una ola, que la conduce hacia la costa. Él se cuela entre dos turistas despistados. Durante unos breves instantes su rostro desaparece para volver a la superficie al cabo de unos segundos, como para coger un poco de aire.
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La mirada de una mujer
ФанфикLa mirada de una mujer Christopher y Dulce son amigos desde la infancia, y aunque su relación es muy estrecha ella se ha mantenido siempre un poco distante. La muerte de los padres de Dulce en un accidente de coche es al causa principal que la lleva...