Competición ardiente

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Arturia, sin dejar de mirar fijamente a Jeanne, caminó hacia su cuarto. Jeanne la siguió con la mirada, y algo irritada sintiendo que había caído en su trampa, comenzó a caminar hacia donde se encontraba Arturia, su orgullo era demasiado grande para quedar como una miedosa, eso sería lo peor que podría pasarle en esas circunstancias. Entró y cerró despacio la puerta, con su mirada el piso tratando de esconder su sonrojo y nervios, más allá de su actitud en realidad era su primera vez.
— ¿Que estoy haciendo en el cuarto de ésta idiota? — pensó Jeanne. — ella, ella realmente tiene experiencia, esto... Es peligroso...

Arturia se encontraba de espaldas sentada sobre su cama mientras Jeanne permanecía con su mano sobre la puerta, la chica francesa pudo sentir en el aire un agradable aroma, parecía a jazmines, no quería reconocerlo pero todo en ese cuarto la inducía a entregarse, y ésto la irritaba más aún. Caminó unos pasos escondiendo su mirada y quedaron en silencio unos momentos, Jeanne se sentó y sintió cómo sus manos temblaban, por lo que las apretó. Arturia se giró hacía ella y la tomó por los hombros y comenzó a acariciar a Jeanne.
— ¿Que ocurre? ¿Desde cuándo eres tal cariñosa? — dijo en tono de burla — una reina helada com——
Aprovechando los nervios y la distracción de Jeanne mientras era acariciada Arturia rápidamente rodeó sus muñecas y las dejó atadas.
— ¿Que diablos es ésto? — exclamó Jeanne tratando de zafarse.
— Si fuera tan fácil sacárselas no tendría gracia... — respondió Arturia tironeando con un dedo de las esposas.
Jeanne siguió forcejeando, Arturia tomó una venda y cubrió los ojos de Jeanne sujetandola con cuidado, una vez que se aseguró que todo estaba debidamente colocado posó uno de sus dedos sobre los labios de Jeanne y los acarició con la yema de sus dedos haciendo que ésta se estremezca.
— Que sensible... — dijo Arturia en voz baja. — en este cuarto voy a poder oírte bien en el silencio.
— Maldita pervertida... — gruñó Jeanne.
— No hables de más o me vas a obligar a tapar esa boca sucia también.
Jeanne apretó los dientes mientras Arturia bajaba con sus dedos desde su boca hasta los pechos, apretando con la fuerza justa sus pezones rosados, la piel de Jeanne era muy pálida, cuando Arturia comenzó a apretarla y rasparla levemente con sus uñas la piel de Jeanne comenzó a enrojecerse. Jeanne tenía sus manos atadas en su espalda por lo que su postura derecha hacia sobresalir más todavía sus pechos, Arturia se encontraba apretando ambos pezones, Jeanne pedía cómo podía que ambos a la vez no, pero esos ruegos eran música para los oídos de Arturia, quien bajó una de sus manos y comenzó a acariciar su panza y vientre, despacio y haciéndole cosquillas, Jeanne quien hasta ese momento apretaba fuertemente ambas piernas comenzó a abrirlas sin pensarlo, cuando Arturia vió esto la tomó y la acostó, los brazos de Jeanne quedaron por sobre su cabeza, la inglesa nuevamente comenzó a bajar con sus labios por el cuerpo de Jeanne hasta llegar a su zona íntima, quien separó lentamente sus piernas dejando a Arturia alcanzar cada rincón de su vientre blanco. La miró un instante allí acostada, vendada y entregada y una sonrisa malvada se dibujó en su rostro, y en ese momento hundió su rostro en el jugo que emanaba el interior de la francesa, llenó su rostro de él y comenzó a lamerlo y tomarlo. Luego de haberla limpiado posó su lengua al raz de la cama y llevándola hacia arriba con fuerza llegó hasta su clítoris con el cual comenzó a jugar, moviendo su lengua en forma circular y dándole pequeños golpes con sus dedos y humedeciendolo con su lengua, pudo ver cómo se hinchaba cada vez más y como la miel de Jeanne se derramaba sobre su cuerpo, y siguió jugando hasta que la francesa comenzó a jadear al límite, en ese momento Arturia levantó las caderas de Jeanne y colocó una almohada que tenía cerca, dejándola más expuesta que antes, completamente abierta, llevó sus dedos lentamente desde su vientre, pasando por su clítoris, empapandolos con jugo, y tras penetrarla unos minutos con ellos y hacerla acabar siguió recorriendola hasta llegar a su otro agujero, al posar su dedo Jeanne tembló.
— N-no... Ese lugar, no puedo... N- — Jeanne no articulaba las palabras.

Arturia tomó de su cajón un lubricante y comenzó a humedecer sus dedos con cuidado, Jeanne sintió el líquido frío entrar en contacto con ella y dejó salir un suspiro. Con su otra mano Arturia siguió tocándola para que se relaje ya que se había tensado mucho, cuando vió su cuerpo nuevamente relajado fue introduciendo con delicadeza su dedo y pudo ver en el rostro de Jeanne que estaba empezando a disfrutarlo, a medida que lo introducía más y más Jeanne retorcía levemente su cuerpo y un poco de su saliva comenzó a derramarse de su boca, lo cual despertó más aún el fetiche de Arturia, quien notó en ese momento que ya había introducido completamente su dedo mas largo, por lo que comenzó a moverlo con más y más intensidad, una vez que Jeanne se vió relajada y acostumbrada lo retiró con cuidado, tomó uno algunos sus juguetes y le dijo:
— Vas bien, solo estate relajada y esto que sigue lo vas a disfrutar mucho.
— ¿Q-que vas a hacer? Maldita... — Jeanne movió su cabeza intentando ver pero las vendas no la dejaban.

Arturia llenó sin mezquinar un juguete de gel, y lo llevó hacía la vagina de Jeanne, el primero entró sin problema, y Arturia se mantuvo jugando hasta que Jeanne acabó por tercera vez, en ese momento mientras recuperaba el aliento apoyó el segundo juguete, también generosamente impregnado de gel, un poco más pequeño, sobre su ano, mientras que con su otra mano mantenía el primero en su interior para que no se salga y lo movía, lentamente introdujo el segundo hasta el final.
— Maldición, los dos... Los dos no, no puedo aguantarlo... — dijo Jeanne jadeando.
— Tu cuerpo no dice lo mismo — respondió Arturia moviendo ambos juguetea al unísono.
Jeanne quien había tratado de reprimir su voz al tener sus manos atadas no pudo aguantar más y comenzó a gemir fuertemente.

"Ya no aguanto, ya no aguanto más" pensaba en su interior. "No puedo, no puedo no puedo, no puedo"
En ese momento su voluntad y su orgullo se doblegaron y luego de aguantar lo más que pudo abrió su boca sin dejar de gemir y dijo:
— Dame más, dame más por favor, todo, todo lo que tengas, puedo con todo, el dolor, la humillación, todo lo quiero para mí, aquí y ahora.

Arturia un poco sorprendida y sin decir nada se dispuso a cumplir aquel pedido.

La reina del hielo y su perro (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora