Capítulo 03

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810

810 tenía algunas preguntas en su cabeza desde hace casi una semana, desde que lo habían sacado de la comodidad de su jaula para darle una paliza antes de meterlo a una caja de madera y metal. No había hecho nada para recibir ese castigo, realmente podría salir de ese lugar si quisiera pero ¿después qué? No sabía que había afuera, no había nada para él allá.

Desde que tiene memoria había sido encerrado de celda en celda, causo problemas cuando trataron de juntarlo con otros machos, amaba la soledad de su jaula así que lo aislaron de todo ser.

Cuando llegó a su edad reproductiva, quisieron ofrecerle una hembra especie para que bajaran sus niveles energía que estaban por reventar, pero llegado el momento repudio el aroma de la canina, repudio a cada especie que entraba en su jaula. Los médicos desidieron darle una mujer humana.

Tampoco funcionó.

Su llanto y las sustancias de su nariz le fastidian. La pequeña mujer le recordaba a Uno, un ratón que vivía en su celda con él. Antes ese animalito temblaba hasta los bigotes, como la humana esa, pero después de que él compartiera sus alimentos con el ratón castaño lo había vuelto su único compañero de celda. Más la insignificante humana no correría esa suerte, solo espero a que los guardias la sacaran de ahí.

De vuelta a su nuevo cautiverio metálico, observó a Uno, el raton, buscando una salida, el vio una pequeña rendija donde seguramente entraría la comida o un arma con dardos tranquilizantes. Pero hace 3 días que no recibía ni uno ni lo otro.

Uno ya exhausto de tratar de salir se fue a a acurrucar a una equina, donde estaba una sabana tendida, era rosa y desprendía un aroma suave, olía bien.

Un día un viejo hombre de acercó y sin decir nada le lanzó esa sabana... Sabana que se había vuelto su tesoro y martirio que le hacía restregar su nariz en ese trozo de tela. Su aroma le gustaba mucho, sentía dolor en su parte baja después de pasar olfateandolo un rato, lo tranquilizaba y enloquecia al mismo tiempo. Por eso comenzó a alejarse de esa sabana. Pero lo queria, necesita ese aroma.

A la dueña de el.

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Narrador

Michaels abría banditas curativas y las ponía en distintos lugares del cuerpo de su cuerpo. Ayer Ivannova la había castigado poniéndola a criar con 3 machos. 799 y otro par de machos habían sido rudos con ella tenía moretones en sus manos, piernas y cintura. Le habían herido mucho pero ellos se llevaron la peor parte, Slim dejó tuerto a 799 y casi le arranca los testículo al otro. Se volvió una fiera loca por un rato y aún estaba intacta. Ella era especial es varios aspectos increíbles... Aspectos demasiado buenos para su propia seguridad.

— ¿Duele?

La felina negó, de hecho no entendía porque curar sus heridas si ella siempre estaba en un esto físico perfecto, su corazón era el que necesitaba cariño en estos momentos. Se sentía su tristeza. Ella sabía que con este fracaso provocado por ella el doctor sería destituido de su labor, ella tendría otro a su cargo. Estaría sola.

— No, dooc... No.

— No será por mucho pequeña. Estaras bien.

¿Cómo? Ya no vería al único ser que no odiaba, al único que quería cerca. Sólo le quedaba lamer sus heridas sola, no le quedaría nada. Pero él no había cumplido su promesa. Sus intentos por comunicarse con Homeland eran imposibles dentro de este lugar. Tal vez no cumpliría su promesa y sin esperanza ¿porqué tendría que pedírle luchar?

— N-No

— Me ire mañana, almolzaremos juntos hoy por la tarde después cepillare tu cabello y más tarde, tal vez te presentaré a alguien... Un macho. Sii... Si no lo intentas con él, Slim, si no intentas con él el teniente podría ponerte con todos machos esta vez... Sería peor que uno.

Especies Alteradas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora