Capítulo 05

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Esta parte contiene escenas muy subidas de tono y algo violetas.

Narrador

Segura.

Slim se sentía segura mientras el agua fría caía sobre ella. Estaba congelandose pero al menos su lívido habia bajado considerablemente y estaba protegida del tentador macho canino.

810. El doctor Michaels había escogido un macho canino para aparearse con ella. Él le había parecido muy pasional en su momento pero luego había sido solo otro macho con las neuronas llenas de testosterona.
De vez en vez el macho se asomaba a la ventana de la puerta de aseo y le dedicaba una mirada intensa. Ella lo ignoraba para que se fuera. Había sido así toda la noche. En la mañana les habían traído el desayuno y como el miedo era más grande que el hambre había tenido que soportar como el macho comía su ración y como sonreía burlon mientras se comía su atún especial.

No podía estar encerrada para siempre, el hambre y el frío ya le hacían efecto. Era una tigresa de las nieves con una complexión humana, necesitaba calor y comer mucho. No sabía cuánto aguantaria pero lo valía al ver la cara de frustración de 810.

Por su parte él aparentaba calma, pero por dentro era un volcan en erupción, Slim no quería darle una oportunidad por lo visto. Él fácilmente podría arrancar esa puerta y tomar lo que es suyo, sería sencillo, pero ella... La asustaria de nuevo y podría empeorar la situación.

Quería llamar su atención así que comenzó a comerse la comida de ambos, rascar la puerta que los separaba, aullar suavemente y por último pero no menos importante, comenzó a pasearse desnudo como ella. Cuando ella miraba hacia su dirección el macho se sovaba el largo de miembro, tentandola con una mirada intensa. No importaba cuantos baños tomará, nada aliviará el inmenso hambre que tenía entre sus fieras piernas.

Otro día pasó y Slim sentía que moriría de calor, su cuerpo ardía, su interior se encontraba en un estado febril que la estaba enloqueciendo, sus labios estaban resecos y sus piernas temblaban. Tocarse a sí misma ya no daba resultado.

Hace horas que había decidido ya no ver a 810 desde la ventana , verle desnudo y con esa cosa parada entre su pequeña mata de vello azabache solo lograba que la humedad de su centro se intensificara.

Solo habían pasado unos dos días juntos pero separados por una puerta y no podía arrancar de su mente las calientes manos del macho sobre ella, extrañaba su olor en su piel. Sólo dos días en celo y la peor parte de éste aún no llegaba, pero estaba cerca podía sentirlo y chillaba en silencio la desdicha de no poder calmar sus ganas de 810. Aún le quedaban unos días más para que su celo concluyera.

No podía soportarlo.

Debia salir.

Necesitaba a 810.

Se asomó a la ventana y entre cerró los ojos buscando al macho. No lo veía por ninguna parte. Quito el seguro de puerta y con lentitud salió del lugar.

Estaba completamente sola.

Recorrio el lugar llenando sus pulmones del aroma del macho, ronroneo cuando se derrumbó en las suaves mantas donde él se había quedado esperando que ella saliera a hacerle compañía. Se derritió literalmente sin dejar de olfatear las sustancias que el miembro del macho había dejado sobre su lecho. Quería bañarse en su semilla, que él la llenará de él.

¿Pero dónde estába?

¿Se lo habían llevado?

Chilló cubriéndose en las sábanas esperándo a que regresará con ella.

Antes de cerrar los ojos en un profundo sueño. Los guardias traían arrastras a 810, estaba inconsciente. Sin miedo se puso de pie y se tumbo cerca del macho que olía un poco diferente.

¿Qué le hicieron?

— Tranquila Bella, tu bestia pronto despertará y desearás que jamás lo hubiera hecho.

Después de ese mensaje el guardia se fue. No entendió sus palabras y con todas sus fuerzas trató de arrastrar al gran 810 hasta el colchón, no veía heridas graves solo un par de moretones y un poco de sangre en su cuello.
Pero él está con ella ahora y su cuerpo lo sabía. Conteniendo sus bajos instintos tomó una sabana y se arropo cerca de él... Tal vez cuándo él despertará aún querría tomarla y no se opondría esta vez.
Cerró los ojos sólo para descansar un poco.

°°°°°

Un gruñido le advierte que está peligro, y antes de que pueda pararse y ocultarse es derribada brutalmente en el duro piso, aturdida siente como 810 entierra su cara entre sus muslos traseros hasta sentir su aliento en su coño antes de pasar su lengua húmeda, el estremecimiento la hace alejarse un tanto solo para recibir otro gruñido aterrador del macho. Estaba aterrada, excitada pero más aterrorizada.

810 esta fuera de si desde que le habían inyectado esa mierda en el cuello, su cuerpo ardía afiebrado y su miembro dolía cruelmente, ahora él era más instinto y animal que otra cosa, sabía que esta extrema necesidad lo controlaba y que le haría daño a Slim pero simplemente no podía parar, aún menos cuando el celo de ella se olía intensamente fuerte y lo llamaba a reclamarla. Si solo pudiera calmarla o hablarle, pero era inútil, sea lo que sea que hayan puesto hizo que la estrujara entre sus brazos antes de poder acomodarse detrás de ella buscando ese lugarcito pequeño y húmedo.

Slim estaba entre muerta de miedo y necesidad cuando 810 enterró su cara en su cuello y elevó sus caderas hasta chocar contra su pelvis y su duro pene erecto. Chilló de susto y trató de poner su cola entre su coño otra vez pero esta vez el macho jaló fuertemente su cola hacia un lado para poder empujar contra su capullo rosa. Entre lágrimas y pataleos desperados sintió como centímetros de macho lóbulo la peforaban, grito hecha un mar de lágrimas cuando él gruño forzosamente al enterrarse profundo en ella. Por un segundo creyó que lo peor había pasado pero al segundo dos 810 ya estaba bombeado duro su miembro dentro su coñito dolorido.

— ¡Aahhaaa, nooo, aaaaaay!

Jadeaba tratando de decidir si debía recuperar oxígeno o tratar de alejar con la mente el dolor que le causaban las profundas arremetidas del macho.

810, estába entre preocupado por el bienestar de Slim y joderla más duro y rápido, rápidamente la segunda opción ganó haciendo que una de sus manos sostenga su estómago a su altura y la otra retenga su cadera en su lugar. Jamás había experimentado algo así, era totalmente glorioso y si fuera por él no dejaría de follarla nunca.

Escucha levemente su llanto y siente como pone sus dedos en coño frotando como puede una zona en especial a la vez que se sacude entre sus brazos, ella trataba de alejarse de él, alejarse del dolor que le provocaba pero no podía dejarla ir así que mientras incrementa la intensidad de las embestidas en su desflorado coño baja la mano de su estomago hasta sus pliegues y reemplaza su mano para frotar una pequeña protuberancia redonda suavemente en contraste a sus penetraciones.

En cuestión de minutos los chillidos de dolor de Slim se vuelven en chillidos lastiemeros y algo placenteros. Siente como sus testículos se tensan y como el coñito de Slim aprieta más mientras ella pone sus manos sobre las de él tal vez buscado un apoyo o soporte entes de sucumbir a lo desconocido que se aproxima.

Su rostro esta caliente y húmedo por las lágrimas, no puede abrir los ojos por las distintas sensaciones que la atraviesa como tampoco puede evitar gimotear y jadear casi gustosa por las salvaje y certeras penetraciones de 810 y sus constates caricias en la bolita hinchada en su sexo. Literalmente grita de dolor y placer cuando su coño se contrae fuertemente por la intensidad del apareamiento, su centro se moja con sus fluidos y los choques de sus nalgas con la pelvis de él se hacen más ruidosos.

Slim ya no puede más después de su liberación y se queda lánguida y jadeante entre los brazos del macho lóbulo que continúa con sus vaivenes subiendo la intensidad hasta que la última embestida llega más profundo en sus entrañas estas que son llenadas por la esencia caliente que sale de su pene, 810 lanza un grutual aullido para después enterrar sus filosos caninos en su tierno cuello, con sus última fuerzas ella grita de dolor antes de desmayarse.

810 lame con lentitud y adoración el cuello de su compañera, el efecto de la droga aún no pasa completamente y quiere volver a poseerla pero al verla totalmente agotada hará el gran esfuerzo de aguantar. Aún dentro de ella la carga y se tumba con ella en el colchón, apega su espalda a su pecho y vuelve a poner su labios en la marca que le dejó en su cuello.

— Mía... Al fin, eres mía.

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