Indiferencia

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Desperté a la noche siguiente a esa, y a la que siguió y así he seguido despertando cada noche y como cada noche veo las mismas estrellas, sólo la luna me indica que ha pasado algo de tiempo, una leve noción que de todas formas se va perdiendo entre la monotonía. Ya no sé cuánto ha pasado y los recuerdos me han abandonado por completo. Sé mi historia porque la escribí, la leo, pero cada noche siento que significa menos para mí.

Creo que no sólo la mariposa del sueño desapareció. Marietta también lo hizo. Soy un ser nuevo. Soy como aquella bruja de cabello rojo, pero diferente. Leyendo lo que escribí, hablé sobre verla desplegando alas de mariposa y yo no tengo esas alas, por lo que, aunque nuestro origen pueda ser similar, no somos lo mismo. Ella quiso advertirle a la mariposa sobre un dolor que ya había vivido y le vaticinó que cuando volviera a verla, la mariposa ya no existiría y fue justo lo que sucedió ¿Lo adivinó porque fue lo que le pasó a ella?

Pensé durante muchas noches que me gustaría ver a la bruja otra vez y poder preguntárselo.

¿Sus alas serían reales? Y si lo son ¿Será por qué en ella aún queda algo de la mariposa que sigue existiendo, no como en mí que la absorbí por completo?

Quería preguntarle si se siente como yo, si sufre por haber perdido su humanidad, aterrada por esa desconexión con la moralidad ¿Mata cada noche como yo lo hago? Y si lo hace ¿Siente la misma indiferencia que yo? Una indiferencia que ha sido mi mayor tormento. Al recordar su voz pidiéndome perdón, su ademán al ocultarme la mirada y el sonido de sus sollozos me imagino que en su corazón no reina esa indiferencia.

Me gustaría saber si sólo soy un vampiro condenado a vagar por este cementerio o puedo ser una bruja como ella ¿Qué nos diferencia y cuál es su historia?

Y finalmente una noche ella apareció.

La vi sentada sobre una tumba, vestía un elegante traje rojo lleno de bordados y lazos negros, con un enorme listón negro prendido en su cabello. Tenía una taza en las manos y bebía lentamente de a sorbos.

Me miró con sus ojos macabros y yo me acerqué.

Sentí todas mis preguntas brotar en un torrente, pero ella no respondió a ninguna, se limitó a mirarme y a esperar que yo dejara de hablar.

Entonces termino de beber, cogió un bolso en forma de calabaza color blanco y guardó allí su taza con toda parsimonia, tras lo cual, me miró con mayor intensidad.

Me preguntó directamente si deseaba algo de ella, algo que no fuera contestar preguntas que no tenían respuesta. O al menos, respuestas que ella estuviera dispuesta a darme.

No supe qué contestar a eso. Me sentía vacía, vacía de toda humanidad y eso me dolía y no quería más dolor.

Intenté expresarlo, pero no hallé las palabras correctas. La oí suspirar.

Me confesó que deseaba mis escritos, los deseaba de verdad, pero debía pagarme por ellos, no podía simplemente tomarlos sin mi consentimiento, no era correcto, y no sabía qué ofrecerme. No estaba dispuesta a intercambiarlos por su propia historia y no se le ocurría que más podía darme a cambio. Me dijo que no tenía forma de hacerme recuperar mi humanidad perdida ni de darme consuelo, no podía quitarme el dolor que yo sentía.

Empecé a aburrirme entonces de aquella criatura, ya no la recordaba directamente salvo por el relato que yo misma hice de mi sueño. Mi indiferencia crecía y con ello iba disminuyendo el horror de ser yo misma un ser espantoso. No me interesaba ya ningún deseo, estaba bien simplemente vagar por el cementerio y alimentarme cada noche. Si ella no quería darme las respuestas que yo buscaba, pues entonces nada de ella me interesaba. Podía notar como me abandonaba la obsesión por obtenerlas.

El dolor aún estaba ahí, pero me di cuenta de que ya apenas me importaba.

Lo último que me dijo es que le dolía saber que yo mataba cada noche a todo tipo de personas sin ningún criterio. Le dolía que matara seres inocentes. Y le dolía mi propio sufrimiento. Su dolor provenía de la culpa, sentía que indirectamente ella me creó. Y no era capaz de hacer nada al respecto. Su responsabilidad para con los vivos la instaba a destruirme, pero su responsabilidad para conmigo la conminaba a no hacerlo. Lo cierto es que ella también era una asesina, y sufría, y sabía que no tenía derecho a juzgarme sólo porque yo no seguía el mismo criterio que ella para matar. Ella mataba seres que consideraba malvados, mientras que a mí eso me daba igual.

Sin querer respondió algunas de mis preguntas, ahora sé que ella conserva unos sentimientos que yo he perdido y, además, me reveló como quien no quiere la cosa que en el mundo había cientos de criaturas que devoraban inocentes, criaturas de pesadillas que yo no podría imaginar y con las que ella convivía sin que eso le afectase en absoluto. Lo que le dolía de mí era sentir que era responsable de mi creación.

La odié, odié su patética moralidad, odié que no quisiera responder a mis preguntas ni siquiera a cambio de mis escritos que ella misma había confesado desear. La odié porque me sentía excluida de ese mundo de seres que quizá podrían entender lo que yo sentía.

Como si hubiera leído mis pensamientos soltó una risa y comentó que yo era muy inocente.

Tras eso se fue y me dejó aquí.

Y tan indiferente como la primera noche en que desperté estando muerta, sigo matando. Lo único que ha cambiado es que ya no siento deseos de torturarme con reflexiones inútiles. Que mi dolor y mi pérdida sean simplemente parte de mi existencia, la cual por más maldita que esté, es mía.

Esta noche tengo sed, y tras escribir estas últimas palabras saldré a cazar, relamo mis labios pensando en el sabor de la sangre. Las familias de mis víctimas nunca tendrán el consuelo de saber que les pasó y un regocijo cruel me invade al pensar en eso.

Soy un ser despreciable, lo sé.

El Sueño de la MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora