Capítulo 1

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Lena recorrió de un lado a otro su oficina. Hacía un mes y medio que Supergirl ya no estaba en National City. Se sentía cabreada y no quería llegar a ese sentimiento. Eso hacía que la maldita heroína recorría por su cabeza todo el tiempo y eso le frustraba.

—Hope, dime que tienes algo o me tiro por el balcón.

—Lo siento, señorita Luthor. No hay nada programado hasta la semana que viene.

Cogió su iPad esperando un milagro y alguna distracción. Miró sus lentes de Obsidian North y pensó en desahogar la furia. Una vez más. Como todos los días desde que Supergirl se marchó. Entonces, cogió las lentes de contacto y con el dedo índice y pulgar, se puso las lentillas.

—Hope, ¿podrías programar a Supergirl?

—Claro, señorita Luthor. ¿Cómo la quiere esta vez?

—Vulnerable.

—¿Cómo Kara Danvers?

—Nunca digas ese nombre. Jamás —musitó enfadada.

—Lo siento, señorita Luthor. Pero ¿así es como la quiere? ¿Cómo si fuera humana?

—Sí, Hope, sí. Y que sepa que ya sé quién es realmente. Me he cansado de golpear a Supergirl.

Se puso las lentes de contacto con impaciencia. Las había usado muchas veces y solo para aliviar su dolor, y más estos últimos días. No se cansaba de golpear a Supergirl, era rutinario, pero esta vez necesitaba un cambio. Su ausencia hacía que solo quisiera gritarle.

—¿Lena? ¿Qué haces aquí? —preguntó la rubia con una sonrisa—. No te esperaba.

Estaban en la casa de Kara. Lena no sabía muy bien porque había programado esa secuencia, jamás lo había hecho. Siempre era en su oficina, calle u otro lugar, pero se encogió de hombros y se sentó en el sofá.

—¿Lena? —preguntó la rubia preocupada.

—Estoy aquí para verte. ¿No lo ves? —alzó la ceja con burla.

—¿Ha pasado algo? —se sentó junto a ella.

—Te has ido... Te has ido sin arreglar las cosas.

—¿Pero no era eso lo que querías? —la miró de lado con un gesto de confusión.

—Maldita Hope —murmuró.

—Pensé en decirte que lo siento, otra vez. Hasta que me perdones —la miró a los ojos y el corazón de Lena se encogió.

—Hope, ¿qué coño? —preguntó cuando se quitó las lentillas rápidamente—, ¿a qué juegas? —gritó al aparato.

—Lo siento, señorita Luthor. Quise hacerlo lo más real posible —se disculpó rápidamente—, si quiere la programo de otra manera.

—No, da igual —se puso otra vez las lentes.

—¿Quieres ver algo? —la rubia se dirigió desde la cocina hacia el salón.

—No. De todas formas, no me voy a quedar mucho rato —Lena se sentó nuevamente en el sofá.

—¿Y sólo has venido para verme? —preguntó la rubia muy animada dirigiéndose a Lena.

—No. Realmente vengo para echarte las culpas. ¿Cómo se te ocurre irte sin más? ¿No me has hecho ya bastante daño? —preguntó molesta.

—¿Por qué iba hacerte daño de que me fuera?

La rubia se acercó con cautela, pero Lena le señaló el sillón de enfrente y esta asintió dirigiéndose a él para sentarse.

—No estoy herida por eso. Lo estoy porque te has ido y ni si quiera has arreglado nuestra relación, Supergirl.

—Kara... llámame... Kar...

—No.

—Está bien... —asintió sin ganas—, pero Lena, ¿cómo se supone que voy a arreglar algo que no quiere que se arregle? —preguntó apenada—. Tú misma me echaste de tu vida. Tú misma me pediste que no me acercara a ti...

—Sí, lo dije, pero esperaba a que vinieras a por mí —la pelinegra miró hacia otro lado.

—Y fui, ¿recuerdas? No te entiendo... Estuve todo el tiempo detrás de ti y ahora...

—Ahora te vas sin más —gruñó—, pensaba que yo era alguien importante. Pensaba que ibas a romper el balcón para darme un abrazo, aunque te lo hubiera negado —se levantó enfadada y se dirigió a la rubia—. ¡Pensaba que era tu mejor amiga!

Kara se quedó mirando de manera neutral, pues muchas veces las simulaciones no mostraban las emociones ni reacciones. Lena estaba respirando agitadamente después de gritarle y miró a los ojos de la rubia. Se tranquilizó peinándose el pelo con su mano y, acto seguido, con sus dedos se tocó el puente de la nariz con los ojos cerrados.

—Lo siento...

—Solo sabes decir eso —replicó Lena de mala manera.

Lena abrió los ojos del golpe. Los brazos de Kara le estaban rodeando el cuello. La estaba abrazando. ¡La había abrazado después de tantos meses! El corazón se agitó a mil por horas por el acto que acaba de cometer la heroína.

—¿Qué haces? —empujó a Kara nuevamente contra el sillón.

—¿Qué quieres de mí, Lena?

Lena no supo que contestar. Abrió la boca para decirle algo, pero el abrazo le había tocado tanto que la dejó sin palabras.

—¡Espera!

Kara levantó su mano para detener a Lena, pero esta ya se había quitado las lentes.

—¿A qué ha venido eso? —preguntó Lena dirigiéndose a Hope.

—Me había dicho que la dejara así. Me pidió una Kara Danvers vulnerable. Por eso la he programado para que estuviera a sus pies. ¿No es lo que quería?

—No juegues conmigo o te desconectaré —gruñó acercándose a la mesa para sentarse.

—¿Quiere que analice la situación?

—Vas a sacar lo mismo, Hope.

—Negativo, señorita Luthor. Sus signos vitales han estado por las nubes debido al abrazo que le ha dado Kara Danvers.

—¿Quieres dejar de decir su nombre? Es Supergirl, nada más. Y es normal, me has pillado por sorpresa.

—¿Seguro que solo ha sido eso? Pensaba que sentía algo diferente.

—¿Qué vas a saber tú de sentimientos? —espetó.

—Es verdad, soy una máquina, pero, aunque desconozco esa faceta, mis pronósticos actuales y según mis parámetros he de decir que usted ha sentido algo más que rabia, y no estoy hablado de enfado.

—¿Qué quieres decir, Hope? —preguntó frunciendo el ceño.

—Sabe lo que quiero decir, señorita Luthor. Su pulso se ha acelerado y no he sentido rabia en sus arterias, ¿acaso tiene miedo?

—¿Miedo?

—Miedo a que lo que haya hecho la Kara Danvers virtual se dé cuenta de que la echa de menos.

—¿Echar de menos? Pff, no digas tonterías —soltó una pequeña risa.

—Señorita Luthor, sé que no soy psicóloga, pero soy la mejor inteligencia desarrollada de todos los tiempos —contraatacó—, y buscando todos los resultados posibles y barajando todas las probabilidades se llega a la conclusión de que usted echa de menos a Kara Danvers.

Lena apagó a Hope. No quería escucharla más. Estaba harta de que llamara a la persona que no podía ser nombrada. Le dolía escuchar su nombre. Y ahora se quedó sentada, recostada en el asiento y pensativa.

«¿Echarte de menos? No, no puede ser eso. Hope se equivoca», pensó mirando al aparato.

Alucinación | Supercorp AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora