¿Qué hay después de Amar?

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Abrí mis ojos sintiéndolos pesados, había amanecido hace algunos minutos y la luz había comenzado a colarse bajo la puerta, la cama estaba desordenada, el aroma de ella estaba en las sabanas; sonreí al oír el correr del agua.

Tomé el pantalón del suelo, caminando descalzo hasta el umbral del baño, estaba entreabierto, el vidrio templado en la ducha estaba empañado; aun así podía ver su silueta, me acerqué sin hacer ruido, pasé mi mano dibujando el contorno de su cuerpo desnudo a través del vidrio, mis ojos cruzaron los de ella a través de la bruma nublando nuestras vistas, pero no fue impedimento para ver su intensidad; me quedé inmóvil, con mis dedos presionando el cristal enturbiado.

Contuve mi aliento cuando deslizó la puerta corrediza — Eres hermosa — susurré casi para mí mismo, sus ojos perfectos brillaron en silencio; entré mientras ella retrocedía, chocando con la pared, mis manos llegaron a su cintura, suspiró al sentirme, ella me mareaba.

—Estas rojo — mencionó con una sonrisa dulce; realmente lo estaba, mis sentidos se alborotaban sin remedio por ella.

—El calor… hace calor aquí — ella asintió despacio, aquella extraña sensación de nerviosismo que tenía conmigo, aun cuando yo conocía cada parte de su piel.

—Kazu… q-quítate el pantalón… abriré la llave — su timidez al decirme esas palabras, trajeron a mi rostro una nueva sonrisa; quité la prenda obedeciéndola, no dejé de mirarla; y ella no apartó sus ojos de los míos; sentí la necesidad de gritarle al mundo que la amaba y que ella me pertenecía, la fuerza de mi voluntad, iba a terminar ganando la batalla… pero por ese instante… solo un instante más; iba a aferrarme a ella...

El agua cayó sobre nuestros cuerpos, rozaba su piel suavemente, aunque por dentro me sentía un demente, ella tenía todo de mí, sentía que era así desde el primer día en que sus ojos como el atardecer atravesaron mi mirada oscura; mis manos la acariciaban al ritmo que mi corazón comenzaba a latir, desenfrenado; los suspiros que me entregaba en cada toque de mis dedos llegaba a mis oídos cual fueran melodía; aún bajo el agua sentía su aroma, todo en mí olía a ella.

Llevaba su pelo tomado en un amarre improvisado con un listón, elevó sus manos mientras las mías seguían recorriéndola, soltó el nudo y dejó caer su cabello como fuego sobre su espalda, la sentí perfecta; así lo era… y daría mi vida entera por detener el tiempo, quedándome así… sólo con ella.

Su piel desnuda brillaba húmeda, mis manos abandonaron su cuerpo para tomar su mentón, la besé; y en esa caricia le daba parte de mi alma, llevándome conmigo parte de la suya, volví mis manos a su cuerpo, tomando sus muslos, acomodándola para mí, jadeó arqueando su cuello hacía atrás cuando entré en ella — ¿duele? — arrastré mi voz, realmente me volvía loco; negó volviendo su rostro a mí; sus ojos lascivos me hicieron temblar, soltó un gemido contra mi oído al sentir que la extensión de mí entraba completamente en ella, haciendo que mi garganta gruñera cual respondiera sus sonidos; y es que escucharla y sentirla retorcerse contra mí, rayaba en la locura, las mil emociones que me hacía sentir, parecían irreales, si alguien me lo hubiese contado, sin lugar a dudas lo habría tratado de demente… y ese demente era yo...

Le daba todo de mí, lo que tenía y lo que no, estaba a sus pies. En medio de mis pensamientos caóticos y empapados de ella, mientras mi cuerpo no dejaba de moverse, hundido entre sus caderas, estaba en mi límite con sus jadeos contra mi oído; sentí contraerse sus piernas y sus uñas clavarse a mis hombros; miré su rostro, obscenamente sensual, con sus labios de manera pervertida, pero la miraba tan bella; no fui capaz de frenar mis deseos, dejando salir el líquido dentro de ella.

(…)

Se vestía mientras yo la miraba — Que rápido terminas de arreglarte — su risa era motivo para estar feliz, muy a pesar del motivo por el que debíamos tomar el tren a mi ciudad natal — ¿no deberías empacar algo?.

La Chica de al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora