A veces Ganar, es Perder

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Quédate, para poder amarte, déjame escribirte sobre las heridas, leerte hasta la última página; y cuando el cansancio te pida lejos de mi vida, déjame quedarme para así llegar a perdonarte… no por causarme el llanto que me quiebra, si no por ser tan increíble, para desear acompañarte en tu sombra, antes que pasear en la luz...


(…)

Suena imposible para mí; me había enamorado sin remedio, al punto de sentir que era mejor compartir su calor que aceptar que no pudiese sentirla mía jamás; y mi corazón ciego se negaba a oír razones, que en realidad mi mente ya no tenía; y es que amarla en cuerpo, mente y alma ya no se sentía suficiente, iba a llegar hasta las últimas consecuencias por mantenerla así… mía...

La terquedad de mi razón, había sucumbido al roce suave y dulce de sus labios, me sentía listo a saltar, olvidar el mundo y dejar a mi ser completo girar en torno a ella, como lo hacen los planetas en torno al sol; en eso se había transformado en mi vida; y me sentía estúpido; mirando al hombre que vivía con ella como mi rival… mi verdadero rival, aguardaba tras la sombra de su sonrisa, avanzando despacio, sin tregua y yo… yo era pequeño e insignificante a su lado, aferrándome a la idea de que mi amor bastaba… sentí mi corazón estallar en mil pedazos y reconstruirse a sí mismo en ese instante, cuando la voz de aquel hombre de cabello rojo resonó en mi mente nublada; fue en ese momento en que cada pieza encajó, en aquellas palabras que no debieron conjugarse nunca en una oración con su nombre...

—Jamás saldré de su vida — había espetado mientras escupía la sangre de su boca, recibiendo de mi puño un nuevo golpe con ira irracional — no lo haré porque la amo — la furia nubló un segundo mi visión, con mis manos doliendo mientras se apretaban con fuerza; antes de descargar mi enojo sobre él en un golpe, en cosa de apenas segundos, escupió —¡es mi hermana! — mi mano tembló justo frente a su cara, yo estaba desconcertado — y se está muriendo… — mi corazón se detuvo… ¿cómo cuatro palabras eran capaces de destruir mi vida?... Lo eran… lo hicieron...

Caí sentado sobre el piso blanco del pasillo desolado, olvidé un instante dónde estaba, me sentía mareado, un dolor punzante oprimió mi pecho y mis ojos se negaban a cerrarse, sentí mi garganta apretarse, cual soltara un grito interno que calaba todo en mi interior… todo, en cosa de segundos, mi estómago dolió, para segundos después, me vi a mí mismo vomitando mientras una enfermera acudía a auxiliarme.

Mi cuerpo reaccionaba y sentado mis ojos me dejaron al fin llorar… —¿porqué no me dijiste? — pregunté retóricamente en voz alta… estaba solo… y ella… apreté mi rostro ante el dolor de pensarlo...

No lograba entender nada, seguía sentado en un sillón hasta estabilizarme, pero aunque me dejaran sentado toda mi vida, nada haría que la sensación en mi pecho acabara; qué demonios había hecho mal en mi vida, como para encontrarla y sentirla inalcanzable por ser de otro, para sentirme ganador cuando me mostraron que podía ser mía en tan pocas palabras; y solo un maldito segundo después… perdía… perdía todo...

Por ese mismo pasillo de color blanco y aroma estéril, caminaba en pasos desganados el pelirrojo hacia mí, traía un pequeño vaso humeante, al llegar a mí, lo extendió.

—Es café niño… solo café… hace bien para no derrumbarse en estos sitios — lo recibí en silencio, mis ojos escocieron una vez más — sabes… solo tengo miedo, un examen de rutina nos avisó de esa maldita enfermedad que se lleva día con día su vida; comenzamos un peregrinaje por los mejores hospitales y centros privados… estas pastillas, este arsenal de ellas, la mantiene activa, como la ves — un bolso de mano, como el que ella cargaba, estaba lleno de envases y jeringas como lápices — las horas son muy específicas… odia los mareos que le dan con ellas y siempre discuto con ella para que se las tome… puse en su celular todas las alarmas y la llamé en cada horario para asegurarme — sus ojos comenzaban a enrojecer — un tratamiento en América prometía sanarla, el éxito en con su pronóstico era de 60%... Pero la agresividad y el largo proceso, sin mencionar el costo económico, sabía que mis padres iban a perderlo todo… se negó… no quiere hacerlo, por eso se mudó, quiere que la dejen… morir… tranquila, ¿no te suena a una estupidez? — lo oía sin llegar a entender todo… — me vine con ella para cuidarla… y hasta en eso fallé… — terminó por romper en llanto a mi lado, no sabía qué decir o qué hacer, mientras en mi cabeza daba vueltas una y otra vez esa palabra… morir...

La Chica de al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora