Un Valiente Soñador

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La brisa suave movía mi cabello, con mis dedos toque el césped húmedo con el rocío, inspiré profundo, el campo se extendía hasta donde mi vista llegaba con su manto verde; era una mañana hermosa, descansaba sobre mis rodillas — te extraño — susurré al viento y presioné la hierba entre mis dedos...


En medio de la belleza fresca del color esmeralda, una fría porción cuadrada de color gris, recitaba un mensaje que habían elegido para el último descanso del alma; lo leí en mi mente y volví a repetir — te extraño... me haz hecho tanta falta... — Una lágrima se deslizó por mi mejilla con nostalgia, ya no había dolor, solo una añoranza lejana, sabiendo que donde estás, estás mejor.


Justo cuando mis ojos oscuros se cerraron, dejando caer por mí rostro una segunda gota salada; una pequeña mano se posó sobre mí mejilla — ¿estas llorando... papá?...


(...)


¿Cómo haces para olvidar lo que te duele, para dejar de sentir que algo te falta? ¿Acaso había algún método?; mis ojos volvían a nublarse, contengo la respiración y luego... dejé que fluyeran las lágrimas sin restricciones, a través de mis mejillas enrojecidas, mi nariz sorbeteaba, mientras escondía poco a poco mi rostro entre mis palmas extendidas; y dolía... cuanto dolía...


(...)


—Ya va a pasar Asuna, te prometo que todo va a pasar — la tomé en mis brazos sobre la cama, se acurrucó con sus ojos cerrados fuertemente, sobaba su espalda esperando que pronto pasara el dolor, mi garganta se apretaba conteniendo mi propio llanto por verla así, no quería que ella lo notara.


Hizo una pausa en su tensión, se irguió y una de sus manos se posó en mi pecho, apretando mi camisa con sus nudillos blancos por la fuerza, tomó aire con pesadez, quise regresarla a su posición, pero el brillo en sus ojos de miel me detuvo — Va a pasar... no duele tanto... n-no dejes de llorar por miedo a que te v-vea... — cuál fuese una orden, mis ojos se inundaron, empapando mis mejillas enrojecidas — somos frágiles Kazu, pero eso te hace inmensamente fuerte — habló de corrido lastimosamente, su voluntad inquebrantable me hizo temblar, la apreté contra mi pecho mientras los espasmos de mi llanto movían su rostro contra mí.


—No quiero llorar Asuna...


—Deja que salga todo Kazu... que se v-vaya... así como se irá mi d-dolor... — en medio de nuestros brazos, el sueño llegó aliviando, esa era una de las noches que más recordaría.


El sol salió, habían pasado unos días desde la última sesión de tratamiento, Asuna aún no recuperaba su energía, me levanté despacio, no quería despertarla, lavé mi cara y me encaminé a la cafetería.


Miré los dulces, llevaba en mi mano un café cargado, de reojo miraba a unas chicas que cada ciertos segundos soltaba risillas, traté de enfocar mi atención a los dulces, mas una de ellas se acercó.


—Hola


—Hola

La Chica de al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora