PRIMERA PARTE

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"Supe que estábamos ahí cuando vi los conejos. Amarillos, azules y rosados... siempre le gustaron los colores..."

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-Le gusta la magia - nos decía la secretaria mientras tipeaba en una vieja Olivetti color rosa -pero no cualquier magia eh! Nada de magos de circo ni esos infladores de globos. A Lucio le gusta que lo sorprendan.-

Estas fueron las palabras con las cuales comenzó nuestra primera entrevista antes de conocer personalmente a Lucio en el Orfanato, hace casi dos años atrás. Fue casi la misma cantidad de tiempo que nos llevó ganarnos la confianza del niño. Un niño pequeño, algo tímido y asustadizo que la había pasado muy mal a una edad donde solo debería haber conocido cariño y amor.

La oficina de Susana, la secretaria de egresos del Orfanato del Milagro, era pequeña y un tanto lúgubre. La escasa iluminación y la pintura deteriorada por el paso del tiempo, no hacían más que acrecentar la sensación de estar viviendo en otro siglo. Sobre el pequeño y viejo escritorio, se juntaban pilas de papeles e informes de casos aún sin archivar, así como también varias carpetas y cajas, que parecían contener aún más papeles.

-Les voy a ser honesta,- dijo Susana -Lucio es un niño especial. Es muy inocente para su edad, incluso para su propio bien. Creo que lo mejor que le puede pasar, es vivir con una familia que lo quiera.-

Mientras nos despedíamos de Susana, en la puerta de la oficina el encargado del piso hablaba y se despedía a su vez de Lucio. Al parecer habían construido una amistad, en los 8 años que llevaba él en el orfanato, 8 años que casi representaban toda su vida.

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Alberto y yo, siempre tuvimos la ilusión de tener un hijo propio, pero a veces las cosas no se dan como uno las espera. Por suerte Arturo, el mejor amigo de Alberto, nos contó de este lugar; el Orfanato del Milagro. Aquí se crían los niños abandonados de diferentes lugares del interior Argentina.

Ir y venir varias veces por semana fue tedioso, muchas veces terminábamos física y mentalmente demolidos, la localidad de Pilar no es exactamente a la vuelta de la esquina. A esto se le suma que los trámites necesarios para la adopción en este país parecen escritos el siglo pasado. Entrevistas, exámenes de salud mental, más entrevistas. Tuvimos que superar toda una batería de test hasta que nos permitieran conocer a los chicos del orfanato. Es entendible ya que la mayoría tuvieron infancias difíciles y Lucio, no era la excepción. Si bien él nos conocía desde hace bastante tiempo, no fue hasta hace poco que comenzó a abrirse lentamente con nosotros. Primero algunas palabras, luego una merienda, más adelante juegos. Paso a paso fue tomando confianza y fuimos conociéndonos entre todos. Tuvimos mucha ayuda del entorno, las enfermeras y trabajadoras sociales del hogar fueron muy importantes para reforzar los vínculos que estaban construyéndose.

Como sea, y más allá de todas las idas y vueltas, el haber llegado a ese punto compensa con creces cualquier infortunio vivido durante todo este tiempo. Nosotros anhelábamos un hijo; el tener una familia completa, y si bien Lucio siempre buscó lo mismo, los últimos días fueron emocionalmente complejos para él. Tener que despedirse de lo que hasta el momento había sido su hogar; su protección; sus amigos le resultaba por demás difícil. Así que mientras nosotros lo tratábamos ya como a un hijo, el personal del orfanato hacía lo propio para que la transición fuera lo más suave posible para él. Incluso acordamos volver de visita cuando él quisiera para ver a sus amigos.

Recuerdo el último día en el orfanato, como si fuera hoy. Estábamos todos tan nerviosos... contentos, pero nerviosos. Las despedidas siempre son difíciles, y esta no era la excepción. Una nueva vida esperaba a Lucio a solo 2 horas de viaje en auto, y esto podía leerse en su rostro tan claramente que parecía brillar de la emoción.

Mientras yo ultimaba algunos detalles sobre papeles por firmar y días de visita de la asistente social a la casa; en esto fueron muy estrictos, Alberto cargaba las pocas pertenencias de Lucio en el auto. Unos pocos juguetes viejos y usados, algo de ropa y un par de libros de magia; eran las pocas pertenencias que el niño juntó en sus escasos años de vida. Recuerdo haber pensado con tristeza en esas poquitas cosas que tenía y como las debió de haber cuidado durante sus años en el orfanato. Ese pensamiento hizo que se me haga un nudo en la garganta. Traté de disimularlo como pude, imaginándome lo feliz que iba a ser él en su nueva casa viviendo en familia... lleno de amigos en el colegio, invitándolos a dormir o jugando a la pelota en el parque. Pensar en ello dio resultado y pude recuperar la compostura antes que alguien me viera.

-¿Preparados para partir?- Preguntó Alberto, casi a los gritos ya desde dentro del vehículo.

La emoción en el rostro de Lucio nos lo dijo todo. Íbamos a estar muy bien; juntos, en familia.

Que equivocada estaba, por dios...

FIN DE LA PRIMERA PARTE

Lucio, El magníficoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora