CUARTA PARTE

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El viaje me resultó más largo de lo que recordaba. No se si esto se debía a mi estado de ansiedad o porque en realidad era así de largo. Antes solíamos ir hablando con Alberto, contentos y emocionados por ir a ver a Lucio. Ahora la tensión se podía cortar con un cuchillo.

Debo agregar que, si bien Alberto estuvo de acuerdo en realizar este viaje, no se veía nada contento con todo lo que estaba pasando últimamente. Demás está decir que el amaba a su hijo y que iba a hacer cualquier cosa por él, pero esto no quiere decir que lo iba a hacer con una sonrisa en el rostro.

-¿Alberto?- le dije casi llegando al orfanato. -Te pido que seas paciente. Necesitamos saber un poco más sobre los padres o la familia de Lucio. Esto nos puede ayudar a entender que puede estar afectándolo.-

Él solo asintió levemente con la cabeza.

Dejamos el auto en el estacionamiento, cerca de la entrada principal. Me apresuré a bajar del coche así mientras Alberto se ponía el saco, yo despertaba a Lucio que se había quedado dormido en el asiento trasero. Inicialmente pensamos en dejarselo a mi mamá, que al ser viuda y estar mayormente sola, solía disfrutar mucho de la compañía de su nieto. Pero decidimos mejor traerlo con nosotros, así él podía cambiar un poco de aire.

Al ingresar al al orfanato, no pude evitar recordar el primer día que fuimos. Lo nerviosos que estábamos ya que la adopción no era muy frecuente y los prejuicios, por mínimos que fueran, se hacían notar. Por suerte nosotros éramos una pareja moderna, progresista. Veíamos la adopción, no solo como la posibilidad de tener nuestra propia familia, si no también la de darle una familia a niños que por algún motivo se vieron privados de tener la propia. Después de todo ellos son el futuro, o eso es lo que siempre nos decía Arturo, el mejor amigo de Alberto cuando se quedaba a cenar en casa con su esposa. Ellos estaban esperando su primer hijo y estaban muy emocionados al respecto. Arturo también fue quien le comentó a Alberto de este orfanato, aparentemente ellos también habían contemplado la opción de adoptar por algún motivo.

Nos acercamos a la recepción y nos presentamos. La empleada, que siempre fue muy amable por cierto, nos indicó que esperáramos, que ya nos iban a atender. Pasaron algunos minutos hasta que Susana apareció caminando por el pasillo. Con su paso enérgico llegó rápidamente al vestíbulo y nos hizo señas para que nos acercáramos. Sin mediar palabra, la seguimos hasta su oficina, que para ser sinceros, había cambiado muy poco desde la última vez que estuvimos.

-¡Buen día!- nos dijo ella mientras se sentaba detrás de su escritorio.

-Me alegra mucho verlos, sobre todo a este hombrecito.- Susana le acercó una mano a Lucio, que al abrirla tenía un caramelo de limón, los favoritos de Lucio. Él, amagó con tomarlo pero se quedó a medio camino y me miró, como preguntando con la mirada si podía tomarlo. Yo asentí levemente con una sonrisa, a lo que Lucio lo desenvolvió, y como por arte de magia lo hizo desaparecer en su boca.

-Susana...- empecé a decir, pero ella me detuvo antes de comenzar.

-Porque no llamamos a José, el encargado del piso, así lo lleva a Lucio a jugar al patio de recreos. Tal vez algunos de los chicos estén jugando. ¡Siempre hay alguno que madruga.- dijo Susana mientras levantaba el teléfono y discaba alguna extensión.

Fueron unos minutos incómodos los que pasaron hasta la llegada de José. Susana parecía una estatua mientras Alberto se acomodaba los lentes por cuarta vez y yo no paraba de acariciarle el pelo a Lucio.

Golpearon la puerta y sin esperar respuesta se abrió suavemente. José saludó muy amablemente y miró a Lucio. Este bajó corriendo de su silla a abrazarlo, luego me miró con sus ojos, esos hermosos y expresivos ojos, otra vez como solicitando permiso.

Lucio, El magníficoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora