SEGUNDA PARTE

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Los primeros días en la casa, fueron de ajuste. Todos necesitábamos un tiempo para acomodarnos al nuevo estilo y dinámica de vida. Desde los horarios de las comidas y de dormir, hasta las costumbres más pequeñas como los bocadillos fuera de hora y la televisión, se hablaron desde un principio. Lucio aceptó todo de buena gana. Él no era un chico complicado ni difícil, aunque el gusto por los vegetales lo fue adquiriendo poco a poco. Se ve que en su antigua residencia, no observaban mucho que los chicos comieran todo lo que se les ponía en el plato. Como sea, fue algo que con el tiempo pudimos revertir sin demasiado esfuerzo.

Los días fueron pasando y cada vez se acercaba más el inicio del ciclo escolar. Por un lado esto, era algo que a Lucio lo emocionaba mucho, pero por otro se ve que también lo estresaba bastante dado que por las noches le costaba conciliar el sueño. A veces se despertaba en medio de la noche llorando, entonces con Alberto acudíamos enseguida a calmarlo y que así pudiera volver a dormirse.

-¡Mami, mami! El monstruo me quiere agarrar- nos decía Lucio sin dejar de llorar. -Se hace grande grande y me quiere agarrar mientras duermo-

-Tranquilo Lucio, no pasa nada- le contestaba tratando de consolarlo. –Vamos a ver. ¿Cómo era el monstruo?-

-Es negro mami, con ojos rojos como el tomate- me contaba mientras miraba para un lado y para el otro de la habitación como buscando algo que, aparentemente, ya no estaba. -Se para ahí- decía señalando la punta de la cama, pero sin soltarme ni por un instante -Me mira hasta que me despierto y entonces ¡PUM! se me viene encima-

-Shhh, tranquilo hijo- le gustaba que le dijera hijo -Ya pasó. Ahora mamá se va a quedar con vos hasta que te duermas.- 

Y así era. Me quedaba hasta que se dormía profundamente. Incluso más de una vez desperté por la mañana a su lado. Generalmente eran pocas aquellas veces, porque ¿Quién no ha tenido noches difíciles alguna vez? Más aún de pequeño, cuando nuestra imaginación es más volátil que en ningún otro momento de la vida.

Por suerte no eran muy frecuentes las pesadillas, y solíamos tener una vida tranquila. Claro que esto iba a cambiar cuando Lucio comenzara las clases, solo que en ese momento no lo sabíamos. Estábamos viviendo el sueño de la familia primeriza.

2

Marzo llegó muy pronto, más de lo que esperábamos, y con él vino el inicio de clases. Habíamos buscado escuelas por la zona, pero las que encontramos no terminaron de gustarnos demasiado. Fue por eso que decidimos buscar algo un poco mejor, aunque estuviera más alejado. No tardamos en conseguir una hermosa escuela privada a menos de 15 minutos de casa.

El colegio San Tomás, ubicado en Palermo era precioso. Rodeado por un amplio parque lleno de árboles y jardines. Estudiar, era un verdadero placer. El edificio principal constaba de cuatro alas diferentes, llamadas como los puntos cardinales, las cuales convergían en un patio interno de enormes dimensiones. Las alas Norte y Sur, eran donde se impartían clases diariamente, el ala Este era para los talleres, gimnasia, idiomas, entre otros; y el ala Oeste funcionaba como la administración del colegio, enfermería, comedor y áreas de maestranza en general.

Las clases comenzaron los primeros días de Marzo y más allá de los nervios normales, Lucio parecía llevar bastante bien el proceso de adaptación. Casa nueva, escuela nueva, compañeros nuevos, eran muchos cambios en tan poco tiempo, pero daba la impresión de que él podía manejarlos perfectamente.

Los primeros días fueron sencillos, poco estudio y muchas presentaciones con los nuevos maestros, donde estos les comentaban lo que iban a aprender durante el año, qué libros utilizarían, y sobre todo los días y horarios para cada clase. Esto era importante para nosotros, los padres, más que nada para conocer los horarios de entrada y salida, ya que con doble turno, gimnasia y los talleres solían dictarse por la tarde.

Lucio, El magníficoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora