EPILOGO

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Fuera de la clínica llovía copiosamente pero a Arturo, parecía no molestarle. Con paso sereno y sin pausa se dirigió al vehículo estacionado a unos cincuenta metros de la puerta.

El Rambler Ambassador negro ronroneaba suavemente con su potente motor Tornado de seis cilindros mientras esperaba a su último ocupante.

-¿Ya estamos?- preguntó la mujer al volante.

Su embarazo ya superaba las veinte semanas y la panza, así parecía confirmarlo.

-Ya casi- contestó Arturo al tiempo que subía al auto.

Abrió la guantera y rebuscó en su interior hasta que dió con lo que estaba buscando, una libreta. Se la pasó a la mujer y él procedió abrir un paquete de Imparciales que también estaba ahí guardado. El humo inundó el habitáculo, pero a la mujer no parecía importarle. En esa época aún no se habían inventado las campañas de concientización contra el cigarrillo en el embarazo ni tampoco leyes que prohibieran fumar en espacios reducidos.

-¿Qué dice?- le preguntó a la mujer.

-Nada- contestó. Aún no hay nuevas notas. Debemos seguir esperando. ¿El niño estará seguro ahí?-

-Si. La madre lo criará unos años más, antes de que vuelva al orfanato.-

Las cuatro luces frontales del auto partieron la noche en dos al encenderse e iluminar la empedrada calle del barrio bonaerense. Incluso la lluvia parecía esquivar estos potentes haces de luz.

-¿A donde ahora?-

-Ahora, a casa señora Martinez, por el momento solo debemos preocuparnos por nuestra propia familia.-

FIN

Lucio, El magníficoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora