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"¡Ya llegué!"
Rusia cerró la puerta de su hogar con un ligero movimiento de pies.
Se sentía horrible, o como diría su hermosa mexicana, se sentía de la verga.
Asentó su bulto en el sillón de la sala con toda la flojera del mundo esperando pacientemente la respuesta de alguien.
Haber si se encontraba sola o una de sus hermanas ya había llegado.
"Mi amada ruru"
Rusia suspiró, ese voz que conocía perfectamente como si fuera la palma de su mano.
Una mujer conocida como la unión soviética salió de la cocina.
Tenía una gran sonrisa en el rostro, una de esas sonrisas de madre sobreprotectora.
Esas sonrisas que a Rusia le daban algo de miedo, aún no se acostumbraba al comportamiento tan cariñoso de su madre.
Urss inmediatamente abrazo a su pequeña hija, envolviendo la entre sus brazos.
Abrazándola como cuando lo hacía de pequeña.
"¿Cómo está mi pequeño pedacito de cielo?"
Apachurro sus mejillas con ternura para darle un beso en la frente.
Rusia estaba que se moría, su madre enserio podía llegar a ser algo, bueno, demasiado empalagosa.
"Y-ya mamá"
La rusa trato de separarse del abrazo pero fue en vano su madre volvió a apegarla a ella.
"Solo un momentito más, déjame disfrutar a mi niña"
Volvió a besar su frente con cariño, enserio había pasado muy rápido el tiempo, es como si apenas hace un día su pequeña Rusia fuera una pequeña infante.
Jugando por allí, metiéndose en problemas pero sobre todo siendo una niña feliz e inocente.
Rusia bufo entre el abrazo.
Cuando su madre daba abrazos, eran abrazos largos y fuertes como unos abrazos de oso, no por nada era su animal nacional.
