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Dolor fue aquella sensación que una vez más abrazaba su mañana, agua helada fue usada para forzarlo a terminar de despertar, con debilidad sus ojos fueron abriéndose sin lograr adaptarse a la tenue luz producto de las antorchas. Sus orejas captaron los agudos gritos provenientes de las demás prisiones. Levantarse se volvió todo un reto, en su zona inferior, su cola dejaba a relucir su estado, todo su cuerpo reflejaba los años de maltratos y torturas a las cuales se había visto obligado a soportar. Logrando mover su cuerpo, escuchando cadenas arrastrarse fue hacia el sitio donde consumiría su ración de comida.

El comedor poseía la misma escena de siempre, semihumanos cubiertos por toda clase de hematomas y suciedad, vestidos por ropas hechas jirones que apenas cubrían la piel magullada, todos comiendo con miradas cabizbajas envueltas en terror. Sin importar la edad o condición, todo semihumano en dicho sitio estaba obligado a realizar su labor como esclavo; ya fuera trabajar bajo el abrasador sol, en la oscuridad de una mina o limpiando la casa de su propietario. El tiempo para comer finalizó, los guardias hicieron repartición para equilibrar cada labor que debía ser realizada. Infantes fueron llevados a elaborar materiales bajo el abrasador sol, adolescentes y adultos llevados a minas, y ancianos fueron designados para limpiar.

Con pies descalzos, los infantes con sus cuerpos débiles y enfermos dieron comienzo a su día, arar campos y elaboración de materiales de construcción fue su asignación del día, divididos en cuatro grupos, el último grupo tuvo la responsabilidad de trasladar y transportar los bloques que habrían de usarse para la edificación de casa y demás elementos. Los descansos eran inexistentes, por el resto del día su labor sería aquella. Cuando el sol se halló en su punto más alto comenzaron a presentarse los primeros problemas, accidentes y desmayos acompañados por latigazos y castigos, todo presenciado bajo un sentimiento de impotencia, ayudar a quien lo necesitara equivalía a una pena de muerte. Entre los tantos niños destinados a cargas tan pesados bloques se encontraba uno de tantos pequeños dejados huérfanos, un pequeño perteneciente a una de las razas casi extintas de semihumanos, orejas y cola similares a las de los ya extintos lobos solo podían ser de los llamados Lunairis, una raza exótica pero casi muerta. Aquel menor, cargando sobre su pequeña espalda sacos de área, apenas encontraba fuerzas para realizar su labor, sentía estremecimiento con cada paso dado sobre el abrazador piso empedrado, más, debía soportarlo o podría lamentarlo.

—¡Trabajen con más ganas!

El azotar de un látigo tenso a todo menor, las miradas de terror se intensificaron, con cierta torpeza todos aceleraron sus tareas. Para cuando finalmente el abrasador sol se ocultó, todo individuo fue llevado a cenar y acto seguido llevado a su celda. Cinco profundos niveles eran aquellos los que conformaban la prisión en que residían semihumanos, entre paredes y barrotes gélidos, un malhecho tapete de paja era todo cuanto poseían para descansar sus agotados cuerpos. Sumidos en constante penumbra, sus noches transcurrían entre tosidos, llantos y alaridos envueltos en dolor producidos por quien tuviera el infortunio de hacer enojar a quienes hicieran las rondas, aquellos hombres de brillantes armaduras encontraban extraño placer en descargar contra tan débiles individuos todas sus frustraciones o ansias por ver cómo les suplicaban piedad.

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Una mañana normal, para un joven caballero sus mañanas eran tan monótonas como siempre, tras despedirse de su familia acudía a palacio para presentarse a los entrenamientos junto al resto de sus compañeros. Muchos eran los jóvenes que cada semana aspiraban a ingresar al ejercito o como aspirantes a guardia real, más, solo unos cuantos lograban cumplir aquella intención con que llegaban. Aquel joven caballero, catalogado el mejor entre todos los líderes del ejército real, se le otorgó por decreto el nombre de Kyrios. De ascendencia nombre, Kyrios desde su nacimiento fue recibido entre expectativas; cabellera rubia y ojos esmeralda mostraron su conexión con su madre, y las habilidades su lazo con su padre, nadie puso en duda que había nacido para continuar un linaje tan atentamente cuidado como lo eran cada miembro de la familia Etharok.

The Knight and The Doncel (YAOI)[M-PREG]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora