2
Un final de película
NIKOLAI
Minutos después.
Aún dentro del auto.
—Trata de no cerrar los ojos, te marearás más por los movimientos del auto. —la miro de reojo, intentando mantenerla alerta.
—¿Cómo pides que haga eso si no eres tú la persona que tiene cefaleas tensionales en término alto, tipo cinco? —responde con un tono que mezcla sarcasmo y desesperación.
—Ya casi llegamos. No entiendo a qué te refieres con cefa no sé qué, pero ya vamos a llegar. —insisto, tratando de darle un poco de aliento.
—Llevas diciendo eso desde hace más de diez minutos. —su tono es de reproche, pero se percibe la lucha interna entre la náusea y la necesidad de salir de ahí.
—No es mi culpa que el edificio quede al otro lado de la ciudad. —aprieto mis labios con una mezcla de frustración y preocupación.
—¿Cómo sé que no me vas a raptar y luego vender mis órganos o pedirle a mis padres dinero para que ellos puedan enterrar mi cuerpo? —su voz se eleva y puedo cantar victoria porque, al menos, la idea de vomitar parece haber tomado un respiro.
—Yo no... —intento calmarla, pero...
—Ellos no te darán nada. Así que puedes desistir de esa idea. Jackson me odiará luego de esta noche y posiblemente yo me odie de la misma manera, mañana. —su mirada es intensa, y su mente se mueve a mil por hora.
—¿Quién es Jackson? ¿Por qué te vas a odiar...? —la curiosidad me puede, pero sus respuestas son cada vez más confusas.
—Tengo ganas de vomitar.
—Trata de no hacerlo dentro del auto. —mi tono es más serio ahora.
—¡Entonces apúrate! —grita desesperada, y su rugido me impulsa a pisar el acelerador con más fuerza, sin excederme, claro.
A medida que nos acercamos al edificio, siento como si el tiempo se alargara. Mi mente reza: «por favor, que no vomite el auto» y lanzo diez Ave María mientras vislumbro la salvación a la vista. Al detenerme, la pelirroja suelta un par de maldiciones que resuenan en mis oídos y me hace reflexionar sobre lo que acabo de hacer con mi vida.
Salgo del auto y la miro por el retrovisor; su rostro está pálido, pero sus ojos verdes brillan a pesar de todo.
—¿Me vas a secuestrar? —pregunta, y en su voz se nota el temor que apenas oculta.
—Quizás. —mi sonrisa de medio lado me delata, pero le ofrezco mi mano.
Ella no la toma. Hace una mueca y se tambalea.
Cierro la puerta detrás de ella, y sin pensarlo, me acerco, listo para ayudarla.
—No quiero que me toques. —sisea con una expresión desafiante dibujada en su rostro, y asiento en silencio mientras me contengo de meter la pata de nuevo.
Cuando finalmente logra levantarse, me sigo manteniendo cerca, asegurándome de que no se caiga.
—Elsa llora mucho. —dice de repente mientras camina, sus palabras flotan en el aire y me sorprenden. —Y es la persona más fuerte que conozco, aunque casi no hablamos.
—¿Entonces por qué recurriste a ella? —le pregunto, intrigado.
—Porque no tengo a nadie más. —sus ojos se oscurecen por un instante, como si vislumbrara algún recuerdo doloroso.
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El caos de Elisa [Whittemore#3]
RomanceLIBRO 3 DE LA TRILOGÍA WHITTEMORE. El caos de Elisa Todos parecían saber quién era Elisa Whittemore, porque bueno, ella era la perfecta doctora que se graduó con honores en una de las mejores universidades del mundo, además de ser la primogénita del...