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Llantos de bebes y fiestas alocadas que terminaran en...

NIKOLAI

Miro lo suficientemente agotado a Marcial, que arruga sus cejas gruesas y pobladas, ocasionando que así algunas arrugas de expresión se noten a los lados de sus ojos y en su frente, porque Marcial Castillo siempre anda...
Anda con una completa cara de culo y eso no es sorpresa para nadie.

—Como tu representante y entrenador, debo aconsejarte sobre esto. —me señala la caja en donde la bebé sigue llorando.
Pero por su tono, sé que ni siquiera sabe qué carajos hacer, al igual que yo, que ando rogando mentalmente que todo sea un sueño y que pronto despertaré sin ninguna criatura en una caja dentro de mi camerino.

Pongo el culo, que está tapado por una fina toalla, sobre la mesa, porque estoy prácticamente en pelotas.
—¿Qué crees que podríamos hacer?—decido preguntar. Marcial frunce la nariz, juntando sus manos.
—Primero, debemos sacar a esa bebé de esa caja. Segundo, debemos ir a la policía a denunciar esto. Tercero, tengo que decirte porque no aguanto más: ¡Esa mujer está loca! ¿¡A quién carajos se le ocurre dejar a su hijo tirado en una caja frente a un camerino de un desconocido, que, aunque sea famoso, puede ser un maldito loco y violador!?

Me rasco la nuca.
—No soy un violador, tal vez un maldito loco sí, pero un violador no. —digo, haciendo que él ruede los ojos.
—¡Por supuesto que sé que no eres un violador! —me da una mala mirada—. Yo me refería a...
—Yo sé a qué te referías. —le corto, levantándome mientras ojeo a la criatura en la caja—. Debemos sacarla de ahí.
—¿Y después?
—Se ve incómoda y está llorando...—hago una mueca, ignorando su pregunta porque no tengo idea de qué responder.
—¿Y después? —vuelve a preguntar.
No sé qué responderle. Él frunce la nariz.
—Creo que deberíamos ir a la policía y entregarla.

Me quedo en completo silencio y él se acerca a la caja completamente dispuesto a tomarla y...
—¡No! —digo cuando caigo en cuenta de lo que significa «entregarla a la policía».
Él voltea a verme, con las manos estiradas dispuesto a agarrar la caja con la criatura que llora dentro de ella.
—¿Por qué tienes esa cara? —inquieta y...
—No puedes entregarla. —le hago saber, cuando consigo mi voz—. No puedo entregarla, cuando sé qué es lo que puede vivir en un orfanato, los niños malos que se meterán con ella para quitarle su comida, la gran duda de por qué tú debiste quedarte sin familia, la incertidumbre de esperar para siempre el momento en que una familia te elija como si fueras un producto de mercado, la desilusión si eso nunca llega a pasar, el dolor junto con los grandes problemas que te trae ser un huérfano en un mundo donde todos tienen sus familias y algunas personas ni siquiera las valoran y...—

—Nikolai, ¿estás respirado? —pregunta, ya enderezándose y se acerca, golpeando mi hombro con varias palmadas—. Respira, respira...—
—Estoy bien. —digo, aunque mi voz suena carrasposa.
Veo la caja y me imagino a la criatura con muchos años más y...
No puedo con la idea de que sufra, de que se pregunte qué es lo que hay de malo en ella, de que llore por las noches sin recibir ningún tipo de consuelo ni tenga a nadie en la vida que sonría, llore o pelee con ella, porque será huérfana.
—Estoy bien. —repito otra vez.

Marcial, que siempre tiene una cara de culo y un humor de los mil demonios, ahora luce un poco afligido y sin ninguna mueca que grite: «Te voy a matar si invades mi espacio personal».
—No pareces estar tan bien. —susurra, con la voz tan afligida como la mía.
Carraspeo.
—Tal vez solamente fueron los recuerdos. —intento excusarme de forma tonta.
Él menea la cabeza.
—Pensé que ya lo habías superado.
«Algo como eso no se supera nunca», pienso, pero no soy capaz de decírselo.
—Lo estoy sobrellevando.

El caos de Elisa [Whittemore#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora