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No, no soy culpable de lo que se me acusa

NIKOLAI

En el mundo hay injusticias, y luego está esto. Si el universo fuera un buffet libre de problemas, yo tendría un plato repleto, con una porción extra de frustración y una guarnición de enojo. Me siento como un batido de emociones: cabreado, sucio, dolido, vomitado, y la decepción hacia la policía de España me revuelca el estómago como si hubiera comido tres kilos de bacalao en mal estado.

—Eres extranjero. —me dijo el policía, con una sonrisa burlona que podría rivalizar con la del gato de Cheshire—. Además, parece que le has dado una paliza a alguien importante. Tienes toda la pinta de ser un delincuente. Creo que la marihuana que fumaste te nubló la mente, amigo.

—¿En serio acaba de decir eso? —escupí, frustrado—. He visto programas de policías, y se supone que al menos debería poder llamar a mi abogado.

—Creo que si viste programas de policías, deberías intuir que no estás en derecho de exigir nada. —La ironía de su mirada era tan afilada que podría haber cortado pan.

Apreté mis manos contra las rejas, sintiendo que cada uno de los barrotes me miraban con desprecio.

—Es un derecho, al menos poder hacer una llamada y...—empecé a decir.

—Que no vamos a darte. —me interrumpió, con ese tono de burlón que se reservan para las mejores comedias. Luego, el oficial regordete, que parecía haber perdido dos guerras y una gran batalla contra las donas, se dio la vuelta y me dejó solo. La celda se oscureció, apretando mi pecho como si una mano invisible hiciera su mejor intento de asfixiarme. Justo entonces, un escalofriante sonido de rata resonó en la oscuridad.

"Esto se siente como una película de piratas", pensé, "pero sin piratas, solo un par de policías corruptos y ratones que planean un golpe de estado". Me pasé las manos por el rostro, y con un suspiro que podría alimentar a un delfín, me senté en la fría cerámica sucia. Mientras mis dedos se enredaban en mis mechones negros, me pregunté qué carajos pasaría a partir de ahora...

Si les cuento quién soy, seguro no me creen, y no estoy para que me graben como el nuevo meme de la semana. Así que... Aquí estoy: en la cárcel, con un pronóstico de encierro prolongado, y me prometo mentalmente que, cuando salga de aquí, usaré mis influencias; aunque detesto hacerlo, demandaré a esos malditos policías corruptos.

Justo cuando la pelea mental entre mi sentido de justicia y mi impotencia alcanzaba su clímax, la luz se encendió de repente. Pegué un brinco y vi, justo al lado de mi pie, una maldita rata que parecía haberme estado observando en silencio toda la tarde.

—¡Santo Cristo bendito! —grité, aterrado. La rata salió corriendo como si hubiera sido alcanzada por un rayo, mientras yo me llevaba la mano al corazón; este latía rápido, como si compitiera en un maratón. Fácilmente podría haber sufrido un infarto en este preciso momento...

—¿Nikolai? —escuché una voz que no reconocía pero que parecía venir del más allá. Me giré, aún con el corazón en la garganta, y me encontré con una mujer de estatura baja y cabello corto que me sonreía. No sabía si era un ángel o una nueva plaga.

—Hola, soy Riley. —dijo, con una sonrisa que a estas alturas me parecía más sospechosa que una oferta de "sólo por hoy".

Me quedé callado, escanéndola como si de un edificio abandonado se tratara. Ella avanzó, mirando con cierto desagrado la celda, como si acabara de descubrir que su café tenía leche fría.

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⏰ Última actualización: Nov 06, 2024 ⏰

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El caos de Elisa [Whittemore#3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora