12. EN PLENA EXCITACIÓN.

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Ros

1 de noviembre del 2019.

Abro los ojos de golpe después de sentir mi pecho saltar de la nada. Tomo una bocanada de aire, me siento ahogada estando acosada boca abajo con la cara pegada a la almohada. Estoy desorientada, pero al mismo tiempo sé que estoy en mi habitación rodeada de mis pertenecías y mi zona de confort, pero precisamente por eso, anoche no dormí en mi habitación, entonces... ¿Qué hago aquí? Todo me da vueltas y tengo una sed horrible que me fastidia cuando intento tragar saliva.

Mi cara se a tornando caliente a medida que recuerdo todo lo sucedido ayer. Aunque ahora mismo estoy muy avergonzada, la osadía era necesaria. Estaba tan cómoda abrazada a él que no me di cuenta cuando me quede dormida, haber sentido el subir y bajar de su pecho, escuchar su tranquila respiración y no tener necesitar manta porque con el calor que desprendía su cuerpo sencillamente era suficiente para arrullarme, y en cuanto mi cabeza sintió lo suave de su almohada a los segundos no pude evitar sentirme plena y cerrar mis ojos.

Es obvio que me cargo hasta mi habitación, no creo que me haya llevado arrastrada hasta aquí, él es insensible, pero tampoco para tanto. Yo solo deseaba que no lo haya hecho apenas me dormí, pues aunque no estuviera consiente, quería seguir aferrada a su cuerpo y abrazarlo tan fuerte para que no se escapara. La primera vez en cuatro meses que no me siento sola en un país lleno de desconocidos que ni siquiera voltean a mirarme.

Con tanta soledad me provocaba regresar a mi casa y estrechar en mis brazos a mis padres, los extraño tanto que desistiría de todas las metas que me propuse al salir de mi país.

Hace unos años hubiera jurado que mi vida no iba a ser perfecta pero si muy cómoda, pues mi padre era gerente en una fábrica de textiles y mi madre una conocida modista. Les iba muy bien y teníamos una vida favorable, no nos faltaba nada aunque no fuéramos precisamente adinerados. Su mayor preocupación era la universidad, ellos querían que entrara a una privada de alto nivel cueste lo que cueste, todo parecía un plan realista teniendo en cuenta nuestra economía en ese momento.

Mi padre comenzó a mostrar signos de gripe y luego mucha tos en el día y durante la noche, a veces tosía tan fuerte que se escuchaba por toda la casa y me despertaba. Su garganta emitía un sonido desgarrador, le dolía tanto que no lo dejaba dormir. Decía que no era nada y que de seguro se le quitaría en unos días, siguió trabajando hasta que un día se lo tuvieron que llevar a urgencias al desmayarse en jornada laboral.

Por más que le advirtieron, su terquedad y ambición fue tanta que enfermo, y enfermo, y lo que él más temía se hizo realidad: no volvió a trabajar, ni salir a la calle. Es mortal para él porque cualquier cosa le puede dar infecciones respiratorias. Alguien tenía que cuidar de él por lo menos hasta que se recuperara y pudiera cuidarse solo, mi madre se ofreció y comenzó a trabajar desde casa. Recibimos una indemnización de la empresa en donde mi padre trabajaba pero solo alcanzaba para todos los gastos de los medicamentos que él necesitaba. Con la entrada económica de mi mamá apenas nos alcanzaba para comer, pagar las cuentas de la casa y compras básicas.

Me sentí inútil y estúpida al ver a todos esforzarse en casa mientras yo lloraba porque no podía pagar la universidad que tanto quería y me hicieron creer que si o si entraría.

Intente tomar varios cursos gratis por Internet y trabajar a medio tiempo, pero comprendí que no podía continuar así toda la vida. Un día me interese mucho por lo que hablaban mis compañeras.

—Mi hermana se fue del país y ahora está feliz en una ciudad llamada Gangnam trabajando y ganando mucho dinero. Es que al ser extranjera a ellos les interesa más contratarlas—había escuchado decir a unas empleadas en el bar en donde trabajaba como mesera en las noches–, pero solo a mujeres de 19 a 30 años, y si eres bonita pues mejor.

UNO PARA LOS DOS [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora