Ros
Los periodistas se desesperan al ver que nos apresuramos a los vehículos sin haber conseguido testimonio de nuestra parte o por lo menos un avance de la próxima cadena de entretenimiento en el país, que por cierto, está en el puesto número uno de búsquedas en internet.
La gente a mi alrededor se empuja queriendo llegar de primeros cuando ven que entro en la camioneta escoltada por el gerente Lee, su último recurso para obtener una noticia jugosa se está yendo.
El gerente Lee entra después de mí y cierra la puerta poniendo el seguro inmediatamente, luego dos guardaespaldas se sientan adelante y otros tres se quedan con la multitud para que no avancen hacia la camioneta.
Los flashes no paran, me intimidan, pero en parte agradezco que Febe haya contratado un estilista para que nos atendiera en la mañana; me ofreció un vestido sofisticado que me llega dos dedos más abajo de la rodilla, que si no fuera por unos lindos tacones rojo terciopelados, me vería diminuta, y más si me poso junto a Febe, es una mujer realmente alta. Tal vez ella ya estaba al tanto de que los periodistas estarían esperándola para comérsela viva, y si me iba a presentar al mundo, que mejor que luciendo bella y elegante.
El hombre en el volante intenta avanzar, pero con tantas personas rodeando el auto, nos demoramos por lo menos diez minutos para lograr salir a la avenida.
Veo a mi alrededor y puedo sentir el brusco cambio de un gran alboroto, a un ambiente más tranquilo en donde respetan mi espacio personal.
–¿Se encuentra bien, señorita Anders?–el gerente Lee inclina un poco su cabeza intentando encontrar mi mirada desde el otro lado del auto–, debió haber sido duro, ¿Es su primera vez tratando con los medios?
Asiento con la cabeza en forma de respuesta y suspiro cansada, ¿Quién pensaría que un momento de adrenalina y susto consumiría todas mis energías?
–No se preocupe, se acostumbrará, señorita Anders–asegura.
Acostumbrarse... Esa palabra me hace eco en la cabeza, ¿Acostumbrarse de qué manera? Porque hay buena y mala, por ejemplo; sentirse sola y deprimida constantemente pero no hacer nada porque ya lo consideras normal, eso es malo, te acostumbras a la soledad. O buena, cuando te acostumbras a tomar el bus de las 7:50 aunque entres al trabajo a las nueve y el recorrido solo demore cuarenta minutos, pero lo haces porque sabes que si no lo tomas a esa hora posiblemente se forme trancón por la hora pico, llegues tarde, pero con unos treinta minutos libres en los que puedes aprovecharlos para adelantar algo.
–Le agradezco por sacarme de ahí–me sincero–, a ustedes también señores–me dirijo a los guardaespaldas que están en los asientos delanteros y regreso la mirada al gerente Lee–. Por favor dejemos las formalidades, llámeme Ros, todos me dicen así.
Muestra una sonrisa dulce que provoca que se le forma unas líneas a los extremos de sus labios.
–Me parece bien, si vamos a trabajar juntos desde ahora es mejor que nos acerquemos un poco–expone y yo lo miro frunciendo solo un poco las cejas y volteando mi cuerpo hacia él.
–¿Cómo que trabajar juntos?–alucino.
–Sí, ¿Park no te lo dijo?–se refiera a ella por su apellido pero permitiéndome notar que tienen cierta cercanía. Sonríe mostrando los dientes haciendo que se le achiquen un poco los ojos. Sonrío igual, simplemente me dejo contagiar de su aura relajada.
–No, siento que Febe no me cuenta muchas cosas últimamente–me muerdo los labios, es la primera vez que lo confieso a alguien en voz alta.
No es un problema para mí, es una adulta, puede hacer lo que quiera, pero soy quien se mantiene al tanto de su agenda, de sus actividades tanto fuera y dentro del trabajo, sus reuniones y hasta sé dónde almuerza y cena todos los días, por lo que enterarme que hay muchas cosas que no me dice me inquieta un poco.
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UNO PARA LOS DOS [TERMINADA]
Roman pour Adolescents¿Se han preguntado si pedimos lo que queremos o lo que vemos en otras personas? El señor Kim aparenta tener todo lo que yo quiero: estabilidad, salud, éxito... Pero no llegué a pensar que sentirme atraída hacia él llegaría a convertirse en un enorm...