Limerencia (JSHK AU)

III

No podría estar sin ti.

El reflejo plasmado en la superficie de cristal sobre el lavamanos era desagradable. Su cabello corto y desmarañado, el labial regado por toda su barbilla como si hubiera querido reproducir el maquillaje de un payaso, aquellas ojeras que amenazaban con solapar el débil brillo carmesí de sus orbes, esos brazos delgados que apenas podían mantenerla aferrada al mueble de cerámica del pequeño baño. Por donde sea que se miraba, su aspecto era deplorable.

Lanzó un largo suspiro sintiendo que estaba quejándose demasiado y aquello no hacía más que amargar su noche, bajo el rostro e inundo sus palmas del gélido líquido que descendía del grifo, estampandola posteriormente en su faz como si con ello pudiera espantar todo pensamiento dañino que quería hacerle compañía en aquel pequeño cuarto de baño. La vida era más que lamentaciones y mortificaciones. Tsukasa se burlaría de ella al querer adjudicarse el estrato de víctima y ella no quería verse débil ante él, por más que su físico denotara otra cosa.

El agua podría estar de lo más fría y aún así no lo notaría, por lo que no podría cumplir su objetivo; la sensación de desolación continuaba permaneciendo en su cuerpo, como si en lugar de resolverla, terminaba agravándose. No era lo suficientemente fuerte, no era más que una patética chica, tan frágil que sus piernas apenas lograban mantenerla en pie. Tan inconsciente y torpe que no era más allá que un problema para su pareja, o al menos eso era lo que pensaba y su compañero no se lo refutaba. ¿Cómo, siendo totalmente un desastre, Tsukasa podía seguir empeñado en permanecer a su lado? ¿Acaso sentía lástima?Quería corresponder con la misma intensidad, regresar sus esfuerzos, demostrarlo todo lo que podía ofrecer y hacerlo sentir orgulloso. Pero todo parecía ser inútil y dañino, todo la hacía pedazos.

La soledad y la impotencia la estaban corrompiendo, y cada vez volvían más inestable su mente y visión de las cosas. Como si se viera inmersa en una densa bruma negra de donde no tenía noción de dirección.

Sus piernas flaquearon dejándose caer sin oponer ninguna clase de resistencia, apoyando su espalda casi desnuda en el azulejo del baño, lanzando largos suspiros que solamente acrecentaban el dolor en su corazón. Sus ojos buscaron en la oscuridad del exterior de la habitación el cuerpo de su novio, identificando su bulto en la cama, no parecía darse cuenta del golpe que había tenido pese a que había retumbado con cierta crudeza. El pelinegro continuaba profundamente dormido. Una parte de ella sintió un gran alivio al percatarse que no lo había despertado y molestarlo con sus pensamientos deprimentes de media noche, mientras que otra había deseado casi con desesperación que se despertara y preguntara por su estado, aunque las posibilidades eran reducidas. Stukasa no era del tipo empático, pobrecillo se le hacía tan dificíl expresarle su preocupación. Debía tenerle paciencia.

Al demonio la paciencia...

Percibir que esa tan necesitada virtud poco a poco estaba acabándosele, le daba pavor. No quería exigirle nada, no se sentía en derecho de exigir algo, así no es como son la relaciones, ¿cierto? Debía guardar la compostura y para poder agradecerle cada día por permanecer a su lado. Después de todo, tenía que dar sin esperar nada a cambio, ¿no?

De eso se traba el amor, ¿no es así?

Aspiró profundo llenándose  de aire, que según ella era valentía, siendo en realidad un efímero instante que solamente quedaba en su garganta para evaporarse con la misma velocidad que ingreso a su sistema. Aire vacío y pasajero, como sus intentos de querer convencerse que todo estaba bien, o que al menos, mejoraría. Que Tsukasa se voltearía hacia ella y entonces le miraría diferente, no como miraba a todos los demás, como si ella en verdad no fuese alguien especial para él.