- No sientas vergüenza. Si yo pudiera soñar, soñaría contigo.
- Te quiero, es una excusa muy pobre para todo lo que te hago pasar, pero es la pura verdad.
- Ya conoces mis sentimientos, por supuesto. Estoy aquí, lo que, burdamente traducido, significa que preferiría morir antes que alejarme de ti.
- Es sólo que conozco los pensamientos de otras personas, y sé que el amor y el deseo no siempre recorren el mismo camino. Para mí, sí. Al menos ahora que ambos existen para mí -musité. Eso está bien. Al menos tenemos una cosa en común -dijo complacido.
- ¿Es que no te lo ha dicho nadie? La vida no es justa.
- Si pudiéramos embotellar tu mala fortuna tendríamos entre manos un arma de destrucción masiva.
- Sonaba tan real, tan cercano. Sólo cuando desaprobaba mi conducta, como ahora, emergía el verdadero recuerdo de su voz, la textura aterciopelada y la entonación musical que la convertían en el más perfecto de los sonidos.
- Puedes llevarte mi alma, porque no la quiero sin ti, ¡Ya es tuya!.
- La oscuridad devoró la agonía, y me sentí débil y agradecida porque el recuerdo había llegado al final más definitivo de todos los posibles.
- Volveré tan pronto que no tendrás tiempo de echarme de menos. Cuida de mi corazón que lo he dejado contigo.