Lizzie Borden

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Asesinato sin culpables.

Han pasado 126 años desde que el caso de Lizzie Borden dejó una marca en la historia de la criminología norteamericana. Ella tenía 32 años cuando fue acusada del brutal asesinato de su padre y de su madrastra. Crimen por el que finalmente no debió responder.

Elizabeth Borden nació en 1860 en Massachusetts, Estados Unidos, en el seno de una familia acomodada y considerada una de las más importantes de la zona.

Su madre falleció cuando ella apenas tenía dos años y durante mucho tiempo vivió sólo con su hermana mayor Emma y su padre Andrew, uno de los hombres más ricos y poderosos de la región.

A sus 70 años, Andrew era director de la junta de varios bancos y propietario de numerosos negocios. Era un hombre alto, delgado y severo, y aunque era admirado por sus habilidades empresariales, era conocido por ser avaro, poco afable y huraño.

Cuando Lizzie tenía cuatro años, su padre volvió a contraer matrimonio con Abby Durfee Grey, una mujer de origen humilde que no logró ganarse el cariño de las hijas de Andrew.

Las niñas no la toleraban y le hacían la vida imposible, pues creían que era una cazafortunas mal educada.

Diez años después se mudaron a una casa ubicada en una zona no muy linda de la ciudad, pero que quedaba cerca de los negocios del hombre y de las empresas manufactureras de ropa de algodón. A pesar de las súplicas de sus hijas por trasladarse a un lugar más agradable, su carácter avaro y obtuso se impuso y no aceptó, aunque compensaba a las chicas cumpliendo todos sus demás caprichos.

Con cada año que pasaba la relación familiar se deterioraba cada vez más, hasta el punto que ni siquiera comían juntos. Las cosas empeoraron cuando en 1887 Andrew compró una casa que había pertenecido a la familia de Abby y la dejó a nombre de su esposa. Esto enfureció a sus hijas, quienes se sintieron excluidas de la herencia de su padre.

A pesar de los malos tratos, Abby intentaba ser amable con las jóvenes y componer la relación familiar, lo que provocaba el efecto contrario en Emma y Lizzie.

La situación llegó a su punto más álgido cuando Lizzie descubrió que su padre había transferido en secreto una de las propiedades familiares a nombre de su esposa. La mujer, entonces de 32 años, decidió deshacerse de ambos y comenzó a planear su muerte.

El 4 de agosto de 1892 comenzó como cualquier otro día en la casa de los Borden. Andrew y Abby desayunaron en el salón principal, mientras Lizzie se encontraba en su habitación y Emma en la casa de una amiga.

Durante la mañana el padre de Lizzie salió al banco, pero regresó temprano porque comenzó a sentirse mal. Media hora después, la empleada de la casa, Bridget Sullivan, comenzó a escuchar los gritos de Lizzie. Al llegar a uno de los salones, la mucama quedó impactada al ver el cuerpo de Andrew cubierto de sangre yaciendo en un sofá y con el cráneo casi desecho.

Lizzie aseguró a la policía que un hombre había asesinado a su padre mientras este descansaba y ella se encontraba en el ático.

Mientras las autoridades examinaban el cuerpo, la mujer le pidió a su sirvienta que fuera a revisar la planta alta, pues había escuchado llegar a Abby.

Bridgett obedeció y al no encontrarla revisó el cuarto de invitados, donde descubrió el cuerpo de la esposa de Andrew tendido en el piso y con su cabeza también destrozada.

La investigación determinó que ambos habían sido asesinados con un objeto pesado y cortante como un hacha, aunque con algunas horas de diferencia, pues la sangre de Abby se encontraba coagulada al momento de la autopsia, la cual se hizo en la mesa del comedor de la familia.

El padre de Lizzie recibió 11 hachazos que lo dejaron con el globo ocular reventado, la nariz rota y heridas que dejaban al descubierto parte de su cráneo. Abby, en tanto, había sido atacada por detrás, pues tenía 19 heridas en la espalda y en la cabeza.

Emma se enteró del asesinato en casa de una amiga y regresó a casa ese mismo día. Al día siguiente, junto a su hermana, pusieron un anuncio en el periódico donde ofrecían una recompensa por cualquier información sobre el asesinato de su padre.

La policía siguió sus indagaciones y encontró dos hachas en la casa de los Borden, una de las cuales había sido limpiada y cubierta con carbón. De inmediato comenzaron a sospechar de Lizzie y días después consiguieron una orden para arrestarla.

La mujer se declaró inocente, pero fue encarcelada hasta que comenzó el juicio 10 meses después. Durante el proceso la empleada de la familia Borden comentó la mala relación que existía entre las hermanas y su madrastra, mientras que la parte acusadora insistía en que el hacha encontrada era el arma homicida.

Lizzie afirmó que mientras su padre era asesinado ella se encontraba en el desván buscando algo, teoría que fue echada por tierra por los investigadores, quienes aseguraron que el piso del lugar estaba lleno de polvo y no había huellas de su presencia. Además insistían en que las heridas de las víctimas coincidían con el hacha encontrada en la casa.

Asimismo, una vecina afirmó que había visto a Lizzie quemar un vestido en el fuego de la cocina pocos días después de los asesinatos, lo que habría sido la razón por la que nunca se encontró la ropa manchada de sangre que habría llevado la mujer durante la masacre.

Pese a todas estas pruebas, el jurado decidió declararla inocente, ya que no existían evidencias concretas que inculparan a Lizzie.

Tras el juicio, la mujer y su hermana finalmente abandonaron la casa y compraron otra más grande en el mismo pueblo, donde vivieron juntas por varios años hasta una pelea que las distanció.

Lizzie se convirtió en Lizbeth y murió sola producto de una neumonía en 1927. Su hermana Emma falleció nueve días después, en su propia casa.

Hoy la casa de los homicidios es una hostal y una atracción turística en Massachusetts. Cuenta con réplicas casi exactas de los muebles de la familia y ha permitido que los curiosos e incluso interesados en hechos sobrenaturales puedan adentrarse en la historia de los Borden.

 Cuenta con réplicas casi exactas de los muebles de la familia y ha permitido que los curiosos e incluso interesados en hechos sobrenaturales puedan adentrarse en la historia de los Borden

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