Los hermanos Sodder

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Desaparecidos.

El inmigrante italiano Giorgio Soddu, quien había nacido a principios del siglo XX en Cerdeña, había emigrado en su adolescencia a los Estados Unidos junto a su hermano en busca de mejores perspectivas de vida. Una vez en suelo americano, no tardó en encontrar trabajo y en casarse con Jennie Cipriani, quien al igual que él también había nacido en el país de la bota y había llegado a Norteamérica siendo una niña.

El matrimonio, que ya había americanizado el apellido Soddu a Sodder, se avecindó en la localidad de Fayetteville, en Virginia Occidental, en una pequeña pero bullente colonia de italoamericanos. En ese mismo lugar criaron a sus 10 hijos: John (nacido en 1922), Joseph Samuel (1924), Mary Ann (1926), George Jr. (1929), Maurice Antonio (1931), Martha Lee (1933), Louis Erico (1935), Jennie Irene (1937), Betty Dolly (1940) y Sylvia (1943). Robert, el último hijo, nacería en 1950.

Hermanos Sodder

En la nochebuena de 1945 se desataría la tragedia que cambiaría para siempre el destino de la familia Sodder. Ese día y a esa hora, en la planta baja de la casa dormía plácidamente el matrimonio junto a la pequeña Sylvia, John, Mary y George Jr., mientras que Maurice, Martha, Louis, Jennie y Betty Sodder lo hacían en el segundo piso de la vivienda. El único que faltaba era Joseph, quien por esa época se encontraba alistado en el ejército.

Cerca de la 1:30 de la madrugada sonó el teléfono, lo que obligó a Jennie Sodder a levantarse de la cama para responder el llamado, pero resultó ser una equivocación. Cuando la mujer echó un vistazo a la casa se dio cuenta de dos cosas: las luces de la escalera estaban prendidas y la puerta principal no estaba cerrada con llave, por lo que se limitó a cerrar la puerta suponiendo que sus hijos estaban profundamente dormidos en sus camas. Tras volver a acostarse, y mientras trataba de conciliar el sueño, Jennie escuchó un ruido sordo, como si algo hubiera caído al suelo en el piso superior. A los pocos minutos después notó un inconfundible olor a humo.

El matrimonio Sodder salió de inmediato de su dormitorio y se encontró con un espectáculo inquietante: el vestíbulo estaba lleno de humo y las llamas comenzaban a cebarse con las escaleras que llevaban al segundo piso de la casa. Ambos gritaron tratando de avisar a los cinco niños que dormían arriba, pero no obtuvieron respuesta, por lo que abandonaron el inmueble pensando que a lo mejor los infantes ya habían salido, pero éstos no estaban fuera. George Sodder trató de llamar a los Bomberos por teléfono, pero la línea telefónica estaba cortada. Posteriormente intentó llegar a las habitaciones del segundo piso a través de las ventanas con una escalera que había tras la casa, pero misteriosamente la escalera no estaba donde la habían dejado. También intentó arrancar alguno de los camiones de su empresa de transporte de carbón para acercarlo a la casa y que los niños pudieran saltar, pero ninguno de los vehículos funcionó.

Los cinco hermanos de la familia Sodder que desaparecieron después del incendio que arrasó su casa.
Los cinco hermanos de la familia Sodder que desaparecieron después del incendio que arrasó su casa.

Los bomberos, pese al llamado de los vecinos, sólo llegaron al lugar cerca de las ocho de la mañana, cuando la casa ya había quedado reducida a cenizas. Todos supusieron que los cinco hijos del matrimonio Sodder que estaban en la planta alta de la vivienda habían perecido asfixiados o carbonizados, pero lo increíble es que, tras revisar los escombros quemados de la casa, no se encontraron los más mínimos restos de los cadáveres. Para agregar mayor desconcierto a la situación, la policía sindicó a un cortocircuito eléctrico como causa del siniestro, algo que fue desmentido por la familia Sodder, que aseguró que mientras el incendio consumía la casa, varias luces seguían encendidas (además, el mismo George Sodder había hecho revisar semanas atrás la instalación eléctrica de la vivienda, la cual se encontraba en perfecto estado).

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