El humor de ambos mejoró durante la cena. Sus amigos se marcharon mucho antes de que a ellos les sirvieran el postre, y se despidieron brevemente y con formalidad, probablemente para evitar otra reprimenda de Piers.
–Puedo soportar muchas cosas si me las hacen a mí – dijo él –. Pero si se meten contigo, me están declarando la guerra.
Chris esbozó una sonrisa y tomó otra cucharada de su tarta canadiense. Piers lo miró con ojos seductores mientras relamía su cuchara, y su pierna rozó la suya por debajo de la mesa. Era un movimiento muy atrevido para ser la primera vez que Chris se prestaba a comportarse como una pareja en público, pero en ese momento le era difícil prestar atención al resto del mundo.
–Sé que es un cliché – Piers hizo una mueca –, y no me gustan los clichés, pero ya que te has empeñado en celebrar San Valentín llevándome a cenar y saliendo de un armario inexistente, tenemos que tener una noche de sexo increíble. Así que termínate la tarta.
Para desilusión de Piers, los planes de San Valentín de Chris incluían más sorpresas después de la cena, pero trató de no quejarse mientras dejaba que Chris condujese su coche hacia un destino incierto. Tendría que haber sospechado cuando decidió no beber alcohol durante la cena.
Chris no quería que él supiera adónde se dirigían, así que lo hizo ponerse las gafas de sol que siempre llevaba en la guantera. No sabía si era tan efectivo como una venda en los ojos, pero tendría que valer. Tras un trayecto bastante largo, Chris detuvo el vehículo en un aparcamiento casi vacío junto a un cine antiguo especializado en reboots de películas. Piers arqueó las cejas.
–Dudo que tengan siquiera lector de códigos – dijo. Chris sonrió.
–No hace falta.
Dentro, Chris compró dos entradas para una película de la que Piers había oído hablar a sus padres hacía mucho tiempo, pero que nunca había visto, y le pasó un brazo por los hombros mientras lo acompañaba hacia la sala. Le hizo gracia la cara que puso cuando se sentó en la butaca.
–Son cómodas, ¿eh?
–Inesperado.
–¿No te gustan las cosas antiguas?
Piers se encogió de hombros.
–Me gustas tú. Es justo darle una oportunidad a todo lo demás.
Chris se rio por lo bajo. Su conversación resonaba en la sala vacía. Él le aseguró a Piers que ellos no eran los únicos clientes, de hecho habían visto a un par de personas al entrar pero, para cuando la película empezó, allí solo estaban los dos.
A medida que el largometraje transcurría, resultaba obvio que Piers era incapaz de seguir el hilo argumental pese a que lo intentaba con todas sus fuerzas, y finalmente Chris cedió a sus deseos y le permitió apartar su atención de la pantalla distrayéndose con él. Confiaba en que sus asientos estuviesen a salvo de la vista y el oído de quien proyectaba la película, pero cuando la mano de Piers encontró su entrepierna todo empezó a darle un poco igual. Los dedos del chico encontraron rápidamente el camino dentro de su ropa interior, y él dejó escapar un suspiro de emoción al encontrar lo que estaba buscando. Chris jadeó cuando la yema de su dedo pulgar cubrió la punta de su glande y el resto de sus dedos envolvieron su prepucio.
Piers conocía todos sus puntos débiles, y le bastaron un par de minutos de masajes aquí y allá para que Chris eyaculara con un débil sollozo. Se limpió la mano en la parte interna de su muslo y la dejó descansando allí mientras atraía a Chris hacia sí para besarlo. Aquellos labios gruesos y suaves y el sabor de su boca eran como una droga para él. Podía olvidarse de comer, de dormir y hasta de respirar si Piers no se apartaba a tiempo.
No fue hasta que la pantalla se apagó y se encendieron las luces de la sala que ambos recobraron la noción del tiempo y el espacio. Piers sacó la mano de sus pantalones y él se apresuró a subirse la bragueta, ligeramente atontado.
–Todavía falta lo mío – susurró Piers en su oído al salir y acercarse al coche, que ahora era oficialmente el único que quedaba en el aparcamiento.
Chris no necesitó más indicaciones y lo empujó sobre el capó del coche con un primitivo gruñido. Piers tembló de anticipación y sonrió abiertamente cuando sus pantalones cayeron al suelo. Chris le separó las nalgas con las manos y se arrodilló antes de besar su entrada con ternura. Cuando metió la lengua, Piers liberó un gemido gutural echando la cabeza hacia atrás.
–Hay un bote de lubricante en la guantera – consiguió decir, con aliento entrecortado, cuando su cuerpo pedía más que la lengua de Chris.
Él no se hizo de rogar y cogió el bote infinitamente más rápido de lo que hacía cualquier otra cosa de su día a día. En menos que canta un gallo, Piers ya se estaba meciendo contra tres dedos que se abrían y se cerraban dentro de él, sin hacer un mísero intento por contener sus gemidos. Chris nunca había tardado menos en reponerse de un orgasmo, y no recordaba haber estado tan duro desde su adolescencia. Normalmente necesitaba algo de ayuda para motivarse; un masaje por aquí, besos por allá... pero en esa ocasión solo los jadeos descontrolados de Piers ya lo tenían a máximo rendimiento.
–¿Ya? – preguntó.
–¡Ya!
Sujetó sus caderas mientras él reafirmaba sus manos sobre el capó y se presionó lentamente contra él. Piers empezó a succionarlo sin control cuando la punta estuvo dentro, y apenas necesitó un empujoncito para meterlo todo. La fricción, la humedad y el calor lo hicieron derretirse dentro de Piers, y empezó a acometer contra él mientras el chico respondía moviendo las caderas en sentido inverso, ladeando la cabeza para buscar sus labios. Chris respondió de buen grado a la llamada, entregándose por completo a su droga favorita, y no mucho más tarde Piers terminó sobre el coche, gritando su nombre contra su boca.
Enseguida salió de él y Piers se arrodilló después de darse la vuelta. Agarró su escroto entre los dedos sin reparo alguno y lo masajeó con la destreza que da la costumbre mientras Chris se masturbaba a pocos centímetros de su boca abierta. Cuando el semen cayó sobre su lengua y parte de su cara, sonrió y se puso en pie para darle un último beso antes de subirse al coche.
–¿El último al llegar a casa?
–Me llevas ventaja – apuntó Piers –. ¿La mía o la tuya?
–La mía. Y pasas allí el fin de semana – Chris movió las cejas arriba y abajo, repantigado en el asiento con una media sonrisa. Piers sonrió.
–Me parece bien.
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Nada que celebrar (Nivanfield)
Fiksi Penggemar[Especial San Valentín 2020.] Que Chris y Piers llevan años juntos es un secreto a voces, pero ellos no lo saben. Chris, que es la razón principal por la que siguen escondiéndose, improvisa un plan para el día de San Valentín pero, como todos sus p...