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Sus libros ese día pesaban como nunca y estaba más que seguro que nadie se dignaría a darle una mano, ni aunque lo vieran con libros hasta el mentón y apunto de caer bruces al suelo debido a su limitada visión.

Nadie le ayudaba, no que no estuviera acostumbrado, vaya que no, pero eso no quitaba el hecho que tal vez en el fondo anhelara por alguien que viera por el, aunque fuera una décima de segundo.

Todos desean eso cuando se sienten solos,.. ¿no?

Resignado a que cosas así no sucederían y agradecido de haber logrado llegar por fin al gran comedor Tom Riddle apiló sus libros de manera ordenada y en silencio se sentó esperando que la cena fuera servida, en medio de la espera decidió empezar la lectura de un libro que el profesor Slughorn acababa de terminar y le había ofrecido (y pedido de favor) leer para que este le diera una reseña de su trabajo, cabía decir que el libro de pociones era bastante básico, puesto que iba dirigido a los niños que aún no podían recibir clases sobre el tema, a su profesor le infundia de gozo saber que su libro sería de ayuda introductora para los jóvenes magos, y una vez iniciaran sus estudios no sintieran tan pesada dicha asignación.

Cuando la cena dió inicio se alejó de la interesante explicación de Slughorn sobre el uso de espinas de erizo y la forma correcta de mezclarlas en las pociones sin morir en el intento, Tom no solía comer mucho, era algo que ya era parte suya, simplemente no era un chico con mucho apetito, a pesar que a los 14 sus hormonas deberían alentarlo a hacer todo aquello, suponía que era algo más de las mil cosas que estaban mal en el.

Cuando disponía a tomar una pierna de pollo que se le antojaba, un dolor tremendo en la cabeza se le hizo presente, empezó a sentirse mareado y cuando menos se lo esperó cayó de espaldas aturdido en un sonido seco contra el suelo, atrayendo la atención de todos los estudiantes que lograron ver lo ocurrido.




— ¡Mira que cagarla así Black! —

— ¡Pero sí ha sido invento del gafotas éste! —

— ¡Eh para ahí, no es mi culpa que seas más ciego que yo! —

— ¿¡Se podrían callar manada de imbéciles saben la gran cagada en la que nos han mentido? —

Tom escuchaba los gritos e insultos desde hace rato y estaba tan desorientado que no sabía sí decirles que cerraran el hocico, echarse nuevamente a dormir, o pedir ayuda.

Estaba en la enfermería y lo único que recordaba era el tremendo dolor punzante en su cráneo y los gritos no ayudaban más que a incrementar su dolor.

— Ah, lo sentimos... ¿te hemos despertado? — Una joven se le acerco, suponía que era de su misma edad, con cabello pelirrojo flameando como ondas del mismísimo sol, ojos verdes profundos, esmeralda, esa era la palabra.

— No. — Respondió con lo primero que le vino a la mente, su voz algo tosca, tenía la garganta reseca, ella quedó viéndole, insegura de que responder alejó la mirada apenada por quedarse sin palabras, ya prestando mejor atención notó la compañía de la chica, eran esos chicos revoltosos de griffyndor, los que pasaban correteando como críos (cosa que eran prácticamente) por todo el castillo gastando bromas, rompiendo reglas por diestra y siniestra, también estaba Severus Snape un compañero de su casa y año, aunque no sabía que pintaba realmente entre ellos, sabiendo que Snape era el blanco de bromas favorito de los leones.

Usando su instinto Slytherin dedujo  que algo habían hecho para llevarle hasta la enfermería, era bastante fácil de adivinarlo con la expresión de borregos que ponían cuando le miraban, estaban sintiéndose culpables, el asunto era, ¿de qué?

Cuando preguntó se armo otro gran escándalo, un "es culpa de Quejicus por moverse", varios "cierra la boca Potter, nadie es tan tarado como tú", y en el fondo un chico rechoncho masticando comida como sí su vida dependiera de ello.

Al final un chico que reconoció como Remus Lupin, al parecer el único sensato (en apariencia) y algo cuerdo (aparentemente), explicó que sus amigos planeaban una tetra para Lucius Malfoy un Slytherin sangre pura bastante bravucón que los tenía hasta la merlín sabe donde de aguantarlo, el tipo había hecho una broma bastante fea a Lupin, la cual no mencionó, y como era de esperar sus amigos decidieron tomar cartas en el asunto y hacerles pagar a Malfoy y su séquito de moscas.

— Era una poción de verrugas no recuerdo el nombre tenía un fu algo, el punto es que no era para ti, Queji-, Snape se colocó en el camino cuando estábamos por lanzarle a Malfoy la poción, no sé que contra hechizo conjuró y terminó siendo alguna clase de bola de metal, y bueno el se apartó cuando la vió, y lastimosamente tú estabas detrás — Explicó James Potter,parecía bastante arrepentido.

Riddle soltó un sonoro suspiro, sólo esperaba que sus libros estuvieran en su baúl, que alguno de ellos se haya tomado el trabajo de entregarlo a algún profesor, los leones se despidieron avisandole que volverían el día siguiente para llevarle algunos dulces a escondidas, el único que permaneció fue Severus, quien observándolo detenidamente se le acerco, el pelinegro levantó sus brazos por sobre la cabeza de Riddle, este estaba listo para recibir algún golpe, instinto quizá.

En cambio Snape sólo removió una venda que hasta ese punto no se había percatado.

— La profesora Promfey me pidió vigilarte hasta que regresara, tuvo un problema para elaborar la poción crece huesos, tú cabeza está bien, pero tienes una fisura en la clavícula — contó mientras con sumo cuidado le colocaba una nueva venda — en la mañana ya estará de vuelta la profesora, buenas noches.

Tom susurró un buenas noches, a pesar de recién levantarse tenía mucho cansancio acumulado, sintió su cuerpo liviano y cerrando los ojos se rindió al pesado sueño.

Al día siguiente se levantó por los llamados de la profesora Promfey como su compañero le había mencionado ella estaba afuera consiguiendo ingredientes para una solución rehabilitadora, antes de darle una poción tan fuerte como lo era la crece huesos, desayunó una raja de pan con mermelada y un vaso de leche, la mujer dijo que sería muy repentino darle algo pesado dado que no había probado bocado esos dos días estando en la enfermería.

En la tarde pudo tomar la poción, la cual actuaría lentamente hasta que sus huesos mejoraran, Promfey le entregó una canasta con varios dulces y chucherías, que seguramente era la promesa que los griffyndors le habían ofrecido, junto a una tarjeta con los nombres de todos ellos, y un "Mejorate pronto Tom ;)" al borde de ella.

Las cosas siguieron su curso, como sí ese accidente nunca hubiera ocurrido.

Como Tom debía seguir.

Solo, como debía de ser, porque solo, sería la única forma de evitar que se convirtiera en el monstruo que estaba destinado a ser.












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Perdón la tardanza, este capítulo está dividido, esperen la segunda parte.

Los comentarios y votos son más que bienvenidos, muchas gracias.

Atte: beni

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