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Mi despertador del móvil sonó a las cinco de la mañana. Me apresuré a apagarlo, pues no quería despertar a mi padre y comencé a vestirme para ir a clase. Como siempre, siguiendo mi patrón anti-que la gente vea mis moratones.

Cogí una sudadera amarilla y unos vaqueros negros apretados y, después de dejar mi pelo perfecto, bajé a preparar el desayuno de mi padre.

Estuve una hora cocinando sus estúpidos pancakes y preparé un café para él mientras que yo comía una simple manzana. Al terminar, lo puse todo en una bandeja, que pretendía dejar en la mesa del salón.

Al girarme, me encontré a mi progenitor en la puerta de la cocina. Con el susto, se me cayó el desayuno y el café se derramó, dejando el suelo de la cocina de color marrón sucio.

—¿Eres imbécil?—gritó mi padre agitando su mano violentamente.—¡Estúpida niña patosa! ¡Para una cosa para la que servís las mujeres y ni siquiera puedes hacerla bien!

—Lo siento.— dije apresurándome a coger la escoba y la fregona.

—Si que lo vas a sentir, estúpida niña. ¡Ven aquí!— exclamó acercándose bruscamente a mí.

Me jaló del cabello y comenzó a golpearme con todo lo que había alrededor. Después, cogió un cristal del vaso que se había roto al caer y comenzó a rajarme con ello. Después de minutos divirtiéndose dejando rajas y charcos de sangre en mi piel, me estampó contra la pared, haciendo que yo me derrumbara dolida y mareada.

—Como sigas siendo tan inútil en la casa, te voy a meter a prostituta.— amenazó.— Es de la única manera en que voy a sacar dinero de ti.

Tras esas palabras, salió de la cocina, dejándome tirada en el suelo con un mar de sangre y lágrimas bajo mi cuerpo.

—¡Recoge eso y prepárame otro desayuno!— gritó ya lejos.— ¡Y, después, vete al colegio!

Subí a mi cuarto y me examiné en el espejo. Casi toda las heridas podían ser tapadas por ropa, pero tenía una raja sangrante bajo mi ojo.

—Bueno, qué más da.—murmuré para mí.—No tienen una buena impresión de mí de cualquier manera.

Tardé unas dos horas en recoger los charcos de sangre y la sangre en la pared, hacer otros pancakes y café a mi padre y en cambiar mi vestuario pues ahora era rojo.

Antes de salir de casa, me miré en el espejo que había en la entrada. Me veía horrible. Todo mi vestuario era oversized para tapar las marcas: una gran sudadera naranja y unos sweatpants grises que casi se me caían. Me asemejaba a una bolsa de basura.

Salí de casa sin despedirme, porque sabía que le daría igual si lo hacía o no. Y miré la pantalla del móvil por primera vez desde que sonó la alarma.

¡Eran casi las nueve de la mañana! ¡Llegaba dos horas tarde a clase!

Me preparé mentalmente para la bronca de la profesora cuando entrara a clase mientras caminaba. Me rugían las tripas por la falta de comida.

Llegué a las puertas del instituto y me lo quedé mirando por unos segundos. Era el segundo día allí y ya se había convertido en mi infierno número dos.

Al entrar a clase, para mi sorpresa, estaba vacía. Solo estaba la profesora en su pupitre, corrigiendo algunos exámenes.

—Señorita Birlem...—dijo la señora echando una mirada reprobatoria a mi aspecto y vestimenta.—Llegas dos horas tarde.

—Lo siento, señora.— respondí carraspeando.

—Tu clase está en la biblioteca, trabajando en el proyecto. Brynn ha faltado hoy, trabajarás con el señor Sartorius.

Asentí con desgana y me encaminé a la biblioteca.

Al entrar, me encontré con Jacob con su novia, que estaba sentada encima suya mientras los brazos del chico se encontraba sospechosamente cerca de sus "amigas de arriba".

Me acerqué y, al ver que no se daban cuenta de mi presencia, carraspeé. El chico levantó su mirada, sorprendiéndose al verme.

—Birlem...—dijo sorprendido.— Pensé que no vendrías.

—Pues aquí estoy.—repuse con cara de pocos amigos.— ¿Nos ponemos a trabajar o te quieres empotrar a tu novia primero?

Él rió con sorpresa al oírme.

Se levantó, haciendo que su novia se levantara también con una mueca de desgana, y fuimos a una mesa vacía al final de la sala.

—¿Dónde te habías metido, Cenicienta?—preguntó sonriente.— Me has dejado solo con el trabajo, estoy ofendido.

—No has hecho mucho de cualquier manera.—respondí seria.

—¿Dónde estabas?—volvió a preguntar.

—¡Qué más te da!— grité, harta de interrogatorios.

—Está bien, está bien, relájate.

Y en ese momento, todo se empezó a ver borroso, haciendo que apoyara mi mano en su hombro para no caer al suelo.

"Oh, mierda. He perdido demasiada sangre." pensé antes de caer desorientada.

Lo último que sentí fue al chico salvándome de la caída y cargándome en brazos mientras me desconectaba del mundo.


¡Hola!

Hace mucho que no publicaba, ¿eh?

Pausé temporalmente esta historia, pero hoy decidí regresar.

Cambié la portada y algunas cosas pero aquí estoy de vuelta.

¡Gracias por esperar!




War Of Hearts♡ (Jacob Sartorius, Sophia Birlem)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora