Nos separamos para buscarle por la casa. Era reconfortante ver a Peeta emocionado con algo.
- Peeta, ¡aquí! –nos costó un poco encontrarlo ya que se había metido debajo de mi cama. Alargué el brazo pero cuando lo rocé me enseñó las garras, no quería que lo tocara– ¿movemos la cama?
- No, espera, voy a empujarlo suavemente –volvió con una escoba y delicadamente lo empujó hasta mí. Lo enrollé con la toalla y me levanté con él en brazos.
- Ya lo tengo –Peeta rodeó la cama para ir a mi lado pero se detuvo a medio camino.
- No exagerabas, realmente apesta.
- Y mírale el pelaje, está aceitoso. Sea lo que sea lo que le haya caído encima, aún lo lleva.
El problema fue cuando llegamos al baño, tal y como ya me había imaginado. Pasamos el pestillo, abrimos el grifo de la bañera y Buttercup se volvió loco al acto. El show empezó. Peeta iba con los guantes y yo con las toallas, a penas podíamos reducirle entre los dos.
- No le tires de la cola, no le gusta –dije sujetándole la cabeza para evitar que me mordiera.
- Es que no puedo cogerle las patas... –cuando por fin lo inmovilizamos nos dimos cuenta de que nos faltaban otro par de brazos.
Nos recolocamos como pudimos y después de unos cuantos arañazos y de todo un suelo lleno de agua, liberamos a Buttercup.
- Eso, vete, no quiero volver a verte durante una buena temporada –le dije abriéndole la puerta. No nos había dejado secarlo y se fue dejando un rastro de agua tras de sí.
Cuando me volví hacia Peeta no pude evitar reírme. Estaba sentado en el suelo, agotado, mojado y lleno de pelos de gato.
- Te dije que sería duro –le ofrecí la mano para ayudarle a levantarse.
- Me habías prometido distracción y ¿sabes qué? Lo has conseguido. Voy a hacerte la cena como recompensa, ¿qué te parece?
- Fabuloso pero déjame ayudarte, no me gusta quedarme quieta –él asintió. Esa penumbra que había estado arrastrando en su mirada parecía un poco más ligera, un poco más brillante. Entonces colocó una mano en mi mejilla y con el pulgar me quitó algo que tenía ahí. No pude evitar fijarme en sus largas pestañas, en su nariz terminada ligeramente torcida y en sus labios finos.
- Ya está, era un poco de jabón.
- Oh, gracias... –se me encendieron las mejillas y lo odié. De nuevo mi cuerpo actuaba sin mi permiso.
- Voy a buscar la fregona –eso me devolvió a la realidad.
- De acuerdo, yo voy vaciando la bañera.
Cuando pasé por delante del espejo me detuve en seco. Estaba completamente despeinada, con arañazos en los brazos y con la ropa arrugada. Parecía como si acabara de pelearme con un león (aunque bien visto casi era cierto). Me entristeció que Peeta me hubiera visto de ese modo cuando yo había intentado dar buena impresión. Quizás era lo mejor, si llegaba a ofrecer una buena imagen, siendo remotamente algo parecido a ser guapa, quizás me asociara con el Capitolio y eso no era bueno. Quizás era lo mejor, al fin y al cabo siempre he sido una salvaje. Con esa desesperanzadora idea empecé a vaciar la bañera. Mi cuerpo había perdido cualquier tipo de atractivo después de tantas operaciones, heridas y quemaduras. Mi autoestima había desaparecido en algún punto del pasado, pero en su momento no me importó lo más mínimo. Esta era la primera vez en mucho tiempo que quería ofrecer una imagen bonita de mí misma (si no bonita, al menos decente) y me entristeció saber que no podía lograrlo.
Cuando Peeta volvió intenté ocultar todo este remolino de pensamientos auto-destructivos pero fue en vano. Peeta podía no tener recuerdos concretos sobre mí pero me conocía muy bien. Limpiamos el baño en silencio y nos pusimos a cocinar. Cuando estábamos comiendo me lo preguntó.
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Juegos del Hambre: Nuestra canción (Oneshot)
FanfictionKatniss está muy contenta porque Peeta ha vuelto al Distrito 12 después de la guerra. El problema es que Peeta sigue teniendo secuelas como consecuencia del secuestro y Katniss no sabe qué hacer para acercarse a él. Sin embargo, todo cambia cuando...