Emma

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|Perder la mirada, distraídamente, perderla y que nunca la vuelva a encontrar. Y sentirme el olvido perenne del mar.|

Intrigante.

Aquella persona resulta de lo más enigmática e intrigante para Emma. No es capaz de explicar con claridad el por qué tras su intriga. Quizá fuera su pálido tono de piel y cabello, la ropa tan particular que viste, el profundo azul de sus ojos o simplemente el que un chico hubiera despertado su atención. Es decir, Emma nunca ha sido el tipo de chica que se deslumbra con una cara bonita. De hecho no está muy segura del todo si alguna vez se ha sentido interesada por uno. 

Algo ya había llegado a sus oídos sobre tener un nuevo vecino. Pero a lo sumo había tenido en mente el presentar su bienvenida con un plato de comida, a modo de dar una muestra de paz, mediante el presidente de la comunidad con su cálida sonrisa. Por seguridad siempre ha preferido no involucrarse con los vecinos nuevos. Y es que en norma general, la gente nueva representa un alto índice de peligro. Esa lección ya la ha aprendido a la perfección.

No obstante, se siente inquieta. A pesar de que esta noche también la pasará en vela, hoy no ha necesitado de la música para encontrar inspiración. De hecho, Emma solo traza líneas con su grafito al azar, formando inconscientemente una réplica de lo que observaba desde su diminuto espacio un par de noches atrás.

Claro está, esta noche como de costumbre ella ha prendido la mirada al cielo nocturno hacia los brillantes que tan rara vez se vislumbran para ser primavera. Aunque ha de admitir que no ha podido evitar que su mirada se deslice tímidamente hacia el balcón del frente buscando encontrarse nuevamente con el color de un cielo azulado. Pero esta vez él no ha salido por el balcón para intercambiar miradas furtivas con ella. 

Y es que la noche anterior Emma había optado por ni siquiera pegar ojo en toda la noche, sino en entretener su mente en el día tan atareado que había disfrutado junto con Carol y Phil. Pero en plena madrugada algo llama su atención. Fue como si el hilo que la conectaba hacia el mundo al que con tanto esmero aún no permitía desplomarse, se hubiera cortado con la más filosa de las tijeras. Si aquella manera de deslizar la ventana era la habitual en su vecino, no dudaba de que pronto el casero tendría trabajo por hacer. 

Ver una piel tan pálida y a un hombre semidesnudo en medio de la noche no es lo que la ha alterado, sino el desdibujado rostro de pavor con el que se identifica al verlo. Observarlo mientras golpea con tal fuerza al barandal la hace darse cuenta que su nuevo vecino será verdaderamente problemático. Aunque espera al menos que no lo sea en su vida. (Buena suerte con eso, Emma).

Intentó olvidarse de él elevando la mirada una vez más a su idílico ensoñamiento, en serio. Y lo logró por algunos minutos. 

Pero en cuanto siente una vez más sobre ella su mirada, desde entonces, no ha podido evitar detener su interés en él. Inquieta por la sensación que la mirada del vecino despierta en ella, toca <<disimulada>> y lentamente su mejilla. Sin embargo, no puede evitarlo por más tiempo. Algo la incita y... Sí, devuelve la mirada a esos ojos azules. 

Ahora es entonces que Emma descubre algo nuevo: se siente algo decepcionada.

¡Ah! Quizá eso sea lo que la intriga. Normalmente, cuando la gente pasea sin rumbo a esa hora de la noche y la ven por casualidad, suelen apartar la mirada por lo tétrico que resulta el cuadro. Y cabe aclarar que su blanco camisón no suele ser de mucha ayuda en realidad. Aunque claro, la gente lo hacía fuera la hora que fuese. Es decir, la gente suele verla como el bicho raro en el plato a todas horas del día.

Pero, no... Sin duda debía de ser el color de sus ojos. Esos mismos ojos que a través de la oscuridad se habían presentado distintos. 

Sí, esa oscuridad. Esa misma vieja oscuridad a la que no se acostumbra. Esa oscuridad que ha ido creciendo con ella y que va a envejecer con ella. Esa misma oscuridad que por mucho tiempo le dijeron que tenía que aprender a soportarla, que tenía que hacerla su compañera, porque de lo contrario se convertiría en su enemiga y librarían una batalla eterna en la que ella podría vencerla a cada instante... Su mirada había resaltado en esa oscuridad. 

No quiere cometer el error de demostrar demasiado interés hacia el chico nuevo, o con eso solo logrará despertar sospechas innecesarias. Además, ¿qué ganaría interactuando con él? 

"Tu problema es ser una entrometida, antena." Es lo que Yuugo solía decirle vez tras vez cuando lo atosigaba con preguntas sobre su vida personal cuando le conoció. Y no lo negaba. Su curiosidad se desbordaba ante todo lo que llamase su atención, básicamente ante cualquier novedad deslumbrante a sus ojos. 

Para cuando el llanto de Carol llega a sus oídos, Emma decide ocupar su mente esa noche en algo más. Agita su cabeza de un lado hacia el otro para de alguna manera sacar aquellos pensamientos de su mente y se obliga a regresar hacia la realidad con paso firme sobre el frío suelo del lugar. No sin antes rondar una pregunta en su cabeza: ¿tan malo será preguntar por su nombre?

|Perder la mirada, distraídamente, perderla y que nunca la vuelva a encontrar. Y sentirme el olvido perenne del mar.|

Pervivencia [Noremma]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora