Emma

512 50 35
                                    

|Sus ojos brillaban más que la luna de esa noche, iluminando el enorme océano negruzco de cielo de aquella noche de primavera, como una chispa especial parecidos a fuegos artificiales; sin saber que aquel era el lugar en donde los sueños desaparecen.|

Cuando Emma abre los ojos, se percata que muchas cosas son diferentes desde la última vez. 

Los cambios de su entorno, los cambios de esos pequeños detalles en su rutina y de su situación le hacen recaer en el largo tiempo transcurrido. Es decir, le parece que fue ayer cuando ella apenas llegó a aquel vecindario con la ayuda de Yugo, quien había logrado ocultarles en una localización distante al infierno del cual ella había escapado junto con Phil y Carol. Le parece que fue tan solo hace un par de días desde que se presentó a ese lugar para pedir al menos un turno de trabajo. Y los recuerdos parecen cada vez más cercanos, pero ahora, ahora debe marcharse y dejar esa nueva vida atrás una vez más. 

La pelirroja suelta entonces un cansado suspiro mientras avanza hacia la salida de la tienda, en la cual, ha estado trabajando durante todos estos meses; lapso de tiempo en el que había creído estar dando grandes avances, cuando en realidad, ella solo se había mantenido estancada en el pasado. 

De hecho, al darle vueltas a sus vivencias, Emma descubre que, cada vez que ella cree poder abrirse a un nuevo porvenir las cosas solo pueden terminar mal. Le había sucedido desde pequeña. 

Tiene la certeza de ello, a pesar de no recordar el rostro de sus padres. La estancia en aquel orfanato donde fue criada había sido relativamente agradable. Sin embargo, había creído que al ser adoptada podría optar a una vida nueva y mejorada. Irónicamente terminó convirtiéndose en la máxima representación de un tormentoso infierno. Y al huir, creyendo que podría olvidarse de la historia en sus cicatrices, se topó con un enemigo acechándola constante e incansablemente. Su memoria no dejó de perseguirla, el miedo incesante a perderlo todo de nuevo, no solo la hizo estancarse sino retroceder. Ah, pero entonces un pequeño e inusitado rayo de luz se coló en su vida. No obstante, ella mismo lo deja pasar una vez más. 

Al rondar una vez más por sus pensamientos, Emma suelta un nuevo suspiro. 

Don y Gilda se han despedido de la chica con un fuerte abrazo y teniendo para ella los mejores deseos. De hecho, quizás sea cosa de Emma pero ha podido percibir un par de lagrimillas asomarse por las esquinas de sus ojos cuando le han suplicado que se cuide y que no dejen de estar en contacto. Ambos le tomaron cariño y se les nota, aunque más bien es posible que Don echará en falta el que Emma fuera la única dispuesta en cubrirle los días que tenía citas con sus novias y esas cosas. Y bueno, por otra parte, el encargado de la tienda solo se ha despedido dándole su pago pendiente y con un silencioso ademán. 

Al enterarse Dominic de su partida, él le ha pedido que le permita al menos acompañarla hasta su casa. El trato del chico hacia ella siempre ha sido cordial y un poco más. De hecho, la compañía de Dominic siempre resultó como la de un amigo siempre presente. Por lo que ella accede gustosa.

Como la temporada de invierno ya está haciéndose notar con las temperaturas frías, ambos salen con las manos metidas dentro de las bolsas de sus abrigos y con los hombros un poco cabizbajos; caminando muy cerca el uno del otro. Dominic siempre le ha parecido un chico muy agradable, y aunque hasta ahora no lo había notado, mientras lo escucha en prácticamente un monólogo, (ella no ha hecho más que responder con monosílabos), Emma infiere por sus gestos y la lectura entre líneas de su conversación que todo este tiempo él estuvo intentando llamar su atención. Justo como en esa constante búsqueda hacia la oportunidad que le permitiera entablar algo más allá de una amistad. Y ella también deduce que, para su pena, él no había logrado declarársele antes.

Pervivencia [Noremma]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora