Emma

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|Al igual que el océano se ve obligado por la naturaleza a ir en distintas direcciones, las emociones vienen y van.|

Por su parte, Emma tiene dos entrada en la mano y ahora se pregunta si realmente ha sido una buena idea haberlos aceptado de Dominic o no. Es decir, son entradas para el zoológico, no para el cine o para un paseo en bote. Y su vecino no parece en absoluto ser el tipo de hombre que disfrutaría de un paseo por un lugar como ese. ¿Es que estaba empezando a volverse una loca?

Bueno, si esa pregunta se la hubiese hecho años atrás a Yuugo este hubiera afirmado con rostro, labios y expresión. O eso piensa al menos Emma.

Además, el albino parece ser un chico demasiado introvertido e intelectual. Y de no ser por el incidente de esa tarde, también habría jurado que como su apariencia sería alguien frío y lejano. Pero no, resulta que es un chico más bien cortés y amable. Eso la hace creer que posiblemente acepte. Claro, no descarta del todo aún que sea peligroso, conoce muy bien al que alguna vez fue su padre adoptivo. Sabe que él suele evitarse complicadas estrategias al momento de cazar a su presa. Lo sencillo siempre es su mejor opción. Lanzar ataques de frente sin reparar en las repercusiones: obtener el premio a costa de lo que sea, o quien sea. Esa siempre ha sido y será su lema.

Así que si su vecino hubiera sido parte de algún plan para hacerla recapacitar, Emma ya habría tenido algún ataque directo, no una mano amiga dispuesta a recoger un desfile de tomates y papas para ayudarla un poco.

Sin embargo, el que la sola idea de que ella quiera darle una de las entradas a él para conocerlo mejor hubiera cruzado por su mente ya es motivo suficiente para saber que el orden de su historia comienza a cambiar. ¿Estará comenzando a bajar la guardia? (Eso sí le preocupa). Por lo que, quizá por hábito o por instinto, decide desistir de la idea llevando de regreso aquellos trozos de papel de vuelta a su bolsillo.

Cuando la respiración de la pequeña niña se vuelte lenta y continua, Emma sabe que ya es hora de acostarla. Sonríe mientras cuidadosamente acuesta a Carol en la enorme cama para su tamaño, y la rodea de almohadas para simular la protección de la cuna que no le ha sido posible conseguirle. Toda la tarde ha pasado con dolor por el brote de sus pequeños dientes, lo cual le mantuvo malhumorada. Incluso aun cuando al terminar su turno había ido por ella a la guardería. Gillian ha sido muy amable con la pequeña al intentar apaciguar su dolor con fruta bien fría y al sentarla en su regazo durante horas, pero Carol cuando sentía cualquier clase de dolor solo dejaba domarse en los brazos de a quien identificaba como madre.

Emma ha asumido ese lugar gustosamente desde que Carol llegó a su vida. Pero para ser honesta, aquello no resulta fácil.

Gira hacia la otra cama y se asegura de que Phill quede bien arropado. Delicada y gentilmente posa sus labios sobre la frente arrugada del chico, quien había comenzado a removerse en la cama y a fruncir el ceño (señal que ella identifica perfectamente antes de cada pesadilla). Aquel tierno gesto parece tranquilizarlo, pues Emma ve cómo la frente del pequeño se ha vuelto completamente laxa. Como debe de ser. Phill es demasiado chico aún como para sobrevivir noche tras noche a terrores nocturnos como los que ella experimenta desde antes de siquiera cumplir su edad. Porque sí, esta noche no le esperan sino largas horas de supervivencia, evadiendo demonios que se presentan y que ella es capaz de sentir en cada fibra de su ser...

En forma de castigo, Emma aprieta fuertemente los puños. Y el dolor la regresa a su nueva realidad. Siempre evita que su mente divague en cosas del pasado, y menos aún cuando tiene tan cerca a los niños. La fachada de fuerza y valentía no debe tambalear para que sus sonrisas no se desvanezcan.

Corre las cortinas y cierra la puerta con tranquilidad, no sin antes asegurarse de que no ha interrumpido su tranquilo sueño. Es entonces que decide ocuparse en algo, al fin y al cabo en casa es en donde siempre tiene más trabajo por realizar. Baja hasta el recibidor del lugar y cuando recae en el desorden que le ha mostrado a su nuevo y atractivo vecino, siente sincera pena luego de mucho tiempo.

Emma no sabe si sorprenderse más por la mala impresión que ha debido dejar en él, o por tomar por primera vez a alguien como atractivo.

La noche será larga por lo que acabará con el oficio bastante pronto. Lava los trastes sucios que ha dejado acumular desde la noche anterior, lava algunas piezas de ropa mientras se ocupa de sacudir y ordenar la pequeña cocina/comedor y el recibidor. Y para cuando el pequeño reloj del recibidor marca las 10 de la noche, Emma ya ha terminado con todos sus pendientes.

Un repentino mareo la obliga a sostenerse de la pared más cercana. El dolor de cabeza se incrementa con el típico pitido en los oídos que suele acompañarlo. Tiene ganas de echarse a llorar del dolor y el cansancio, pero no se lo permite.

Una noche más, obliga a su cuerpo a seguir funcionando.

No ha pegado ojo desde los últimos cinco días atendiendo turnos extras con la correspondencia, ha ido a atender las tareas de la señora Vivian, se ha tenido que ajustar al presupuesto con el alquiler y los gastos de la casa, ha ayudado a Phill con un proyecto de la escuela que le llevó 2 días enteros, mientras que atendía las angustias y molestias de Carol con arrullos y suaves masajes a sus encías. (De ahí que pospusiera por tantos días la limpieza de la casa).

Además del constante estado de alerta en el que se ha encontrado desde que escapó de casa, su cuerpo ha acarreado una carga terrible de ansiedad y fatigas extremas. Es normal que los dolores de cabeza, los mareos y la anemia le golpearan de bruces. (Emma aún no quiere entender que ser fuerte no es soportar todo ella sola).

Apenas recuperándose del excesivo cansancio y fatiga que la semana de trabajo ha dejado huella en ella, Emma termina de desnudarse. Se obliga a meterse en la ducha, y para espabilarse de una buena vez por todas, se somete a la pequeña tortura del agua fría (Emma detesta el agua fría desde que recuerda, pero es su mejor técnica contra la somnolencia). Y aunque la detesta, poco a poco se acostumbra.

La sensación de las yemas de sus dedos en su cuero cabelludo calman las sensaciones que agolpan en su cabeza. Sin embargo, el agua fría que recorre su pequeño y delgado cuerpo la incomodan a momentos, por lo que, aunque el shampoo entre en sus ojos Emma no los cierra ni un momento para asegurarse que esta vez sea el agua quien la envuelve. Algo bueno de su nuevo look es que gasta menos shampoo. (Vaya, algo en lo qué ahorrará de aquí en adelante). Y es bueno considerando que el alquiler ha sido elevado repentinamente luego de un tiempo para acá; y que ni Carol ni Phill cabrán por más tiempo en la vieja ropa con la que se hicieron desde que llegaron a esa casa.

Termina de ducharse y se apresura en cambiarse sin verse. (Esa es la parte que menos le gusta de su día a día). Y lleva la ropa sucia que ha ocupado todo el día a la cesta. Vacía todo el contenido de sus bolsillos. Entonces, se topa de nueva cuenta con las dos entradas al zoológico que antes había intentado olvidar. Y su vecino vuelve a ocupar parte de sus pensamientos.

La respuesta a un gesto amable.

La idea ha llegado por sí sola. Claro, no tenía por qué plantearlo como una táctica de acercamiento, sino como un gesto amable en forma de agradecimiento o retribución. Emma solamente extenderá la invitación, no a su vida sentimental, sino a un trato cordial entre vecinos. (Y a algo más adelante. ¿Quizá, no?). Emma esta vez sí se permite una ligera carcajada.

De por sí, el que su interés haya nacido en un chico como él, su nuevo vecino, es de lo más extraño. Pero ¿qué tiene de malo? Nada, es solo que esto de la atracción es un campo de juego que desconoce.

Duda por un momento antes de salir a la calle con el camisón blanco que viste. Pero este está limpio y no tiene ganas de ponerse la ropa sudada y llena de babas de antes. Así que sale de casa con las entradas en mano y mientras da cortos pasos hacia la calle, Emma se dispone a invitar por primera vez a un chico a una cita, perdón, a un recorrido por el zoológico. Y así, agradecerle por el desinteresado gesto que tuvo hacia ella esa misma tarde.

|Al igual que el océano se ve obligado por la naturaleza a ir en distintas direcciones, las emociones vienen y van.|

Pervivencia [Noremma]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora