Elige, Harry

El Draco de ojos grises

—¿Cómo funcionan?

Se detuvo en un punto del pasillo que daba hacia las habitaciones y el área común. No podía saber gran cosa por la voz, debido a que los cinco sonaban igual que su Draco. Lo que hizo que no continuase no fue eso, sino con quién hablaba. Y de qué.

—Ssssssólo te lasssss pones en lossss ojos, y ta-da, cambian de color.

Harry giró sobre sus talones. ¿De dónde venía el sonido? ¿Dónde era?

Caminó en la dirección en que creía que lo encontraría, las voces se silenciaban, hasta que no hubo nada. La razón de que frenase en seco fue que la serpiente apareció de pronto frente a él, inclinándose para que sus cabezas quedasen a la misma altura.

Le pareció haber oído la voz de Draco, de nuevo, a unos metros.

—¿Qué passsssa? —inquirió la serpiente, balanceándose en el aire.

A) Acercarse al Draco con el que hablaba.

B) Preguntarle a la serpiente al respecto.

No confiaba en esa serpiente.

—Nada —susurró. Le pasó por un lado e ingresó al área común, dando un vistazo alrededor, en busca de una cabellera rubia.

Asumió que el que estuviese más cerca, sería con el que hablaba. Lamentablemente, cuando llegó al comedor, encontró a dos de ellos manteniendo una conversación sobre si la serpiente les daría un laboratorio de pociones o no, en caso de pedírselo para pasar el tiempo. Ambos giraron la cabeza hacia él, ojos verdes y azules lo observaron con extrañeza.

—¿Qué te pasa, Harry?

Azul.

—¿Por qué tienes esa cara?

Verde.

Harry vaciló. El Draco de ojos azules hacía unas notas en un cuaderno, el de ojos verdes colocaba sobre la mesa un vaso ya vacío.

Supuso que no tenía muchas opciones.

—¿Alguno de ustedes habló con la serpiente hace un momento?

Los dos negaron al mismo tiempo.

—¿Por qué? —preguntó el de ojos azules, recargándose en la palma de su mano. Él boqueó, sacudió la cabeza y terminó por restarle importancia. Salió de ahí deprisa y podría jurar que escuchó a la serpiente reírse entre siseos.

Alguno de ellos podía cambiar el color de sus ojos, en un lugar sin magia en que no era capaz de identificarlos. Por mucho que le diese vueltas a la idea, no lograba encontrar qué motivo tendría Draco para pedir algo así. La conclusión que alcanzó, inevitablemente, fue que el que lo pidió no era Draco. No el verdadero, al menos.

Sería más sencillo si supiese cuál de esos dos fue. O si se trataba de otro.

Casi se tropezó con un Draco al vagar por el corredor sin ver el camino. Estiró los brazos para evitar el choque y los dos se detuvieron en seco. Ojos dorados parpadearon hacia él.

—Harry- —Se enderezó y carraspeó—. Hablé con el de ojos rojos —avisó, en tono confidente.

—¿Está muy molesto?

Se le ocurrió que quizás tendría que hablar con él por su cuenta. Por otro lado, era poco probable que un Draco enojado quisiera atacarse a sí mismo. Y él era el único de los cinco que parecía tener una idea de cómo hablar con cada uno de ellos.