El Draco de ojos azules

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Harry hundió el rostro entre las manos y se resignó a que no podría evitarse su discusión. Era justo como el de ojos rojos le dijo; no lo toleraba.

¿No debería ir a ver al último Draco?

A) Confiar en Azul (y descartar a Verde).

B) Confiar en Rojo (e ir a hablar con Verde)

A medida que la discusión avanzaba, subiendo varios tonos y de regreso a los susurros contenidos, Harry tenía más en claro que no iban a llegar a nada de ese modo. Respiró profundo y se puso de pie, callándolos al instante a causa de la sorpresa.

—Voy a hablar con el de ojos verdes. No me vas a hacer cambiar de opinión —aclaró, dirigiéndose al de ojos azules, que boqueó un instante.

—Sólo…iba a decirte que tuvieras cuidado…

—Claro, gracias. A ti también —Miró al de ojos rojos, que lucía casi tan sorprendido como el otro. En especial cuando recogió la caja de lentillas de la mesa—. Me llevo esto.

Los dos asintieron y lo dejaron marcharse. Harry esperaba oír que su discusión continuaba, o incluso empeoraba, sin él presente. No escuchó nada, se tranquilizó, y regresó hacia el último sitio donde vio al de ojos verdes.

No encontrarse con un rastro de sangre y un cuerpo inmóvil donde debería haber estado el de ojos dorados, de cierta manera, era más perturbador que si ocurriese de forma regular. Le recordaba que no morían, sólo se desvanecían. Y lo mismo podía pasarle a su Draco.

El de ojos verdes ya no estaba ahí. No lo encontró en ningún punto del área común, ni en las habitaciones en las que se asomó, al comienzo del pasillo largo que las separaba. Sólo en la última, que mantenía la puerta entreabierta sin cuidado, le pareció oír algo.

Estaba sentado en el suelo, con la espalda recargada en el borde de una cama intacta, las piernas flexionadas contra el pecho, el rostro oculto entre las rodillas y los brazos doblados sobre estas. A pesar de que se aproximó de la forma más sigilosa que era capaz, Draco levantó la cabeza de golpe, pegándose más a la cama. Una capa de sudor lo cubría y pareció no identificar a Harry al instante, porque tuvo que parpadear un par de veces, antes de que la semejanza a un animal herido disminuyese.

Harry dio otro paso y él se tensó, pero no se movió. Decidió agacharse ahí mismo, con una distancia aceptable entre ambos, para no presionarlo.

—¿Cómo estás? —Tras un instante desorientado, el Draco de ojos verdes le dirigió una mirada hosca que le habría sacado una sonrisa en otra ocasión, porque siempre era mejor un Draco enojado que uno asustado, según él.

—¿Tú qué crees?

Aunque le temblase un poco la voz, contestó con un siseo que lo disimuló bastante bien. Harry suspiró. Bueno, sus seis años de experiencia con el malhumor de Draco deberían servir para algo.

—Debió ser desagradable verlo —Vaciló unos segundos. Luego añadió, más bajo—. El de los ojos azules cree que-

Él lo interrumpió con un resoplido y una media sonrisa amarga.

—Que enloquecí, le hice algo al Huffie aquel, y deberías descartarme —Frente a la mirada incrédula de Harry, sólo se encogió de hombros, presionando las piernas más contra sí y reforzando el agarre de los brazos en torno a ellas—. Es un poco obvio…le dije que era falso para que me hablase, fue la única forma de que mantuviese una conversación real conmigo. Pero sabía que eso iba a pasar. Vaya traidor estoy hecho. A veces hasta yo me impresiono.

Elige, Harry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora