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Capítulo 2. Encuentros no tan agradables.

Sus ojos permanecían cerrados inclusive con el Sol iluminando su rostro de porcelana, ese que había sido tallado por dioses misteriosos cuando había nacido, ese que había enfrentado tantas guerras como su portador había vivido. Un día había concurrido desde la estrepitosa noticia de que debía ser compañero de la mujer de su vida –y del que era el novio de ella-, lo único que se había permitido hacer era beber hasta emborracharse, inclusive aunque eso fuera imposible. Solo recordaba golpes, una pelea discreta entre el soldado y un par de hombres que acosaban a una joven señorita que se parecía tanto a la Viuda Negra, recordaba vagamente el ruido de los huesos tronando y su cara ser golpeada de una manera grotesca dejando moratones. No le importaba realmente aquello, ni siquiera el hecho de que le habían dado una noche en el calabozo por revoltoso, solo quería dormir e irse a ese lugar en el que podía ser feliz, ese lugar en el que nadie había muerto y la palabra divorcio yacía disuelta.

Danzaba entre sueños fugaces el chico, pero la tormenta siempre parecía alcanzarle, incluso cuando estaba dormido. El dolor del pasado surgía de forma repentina, asfixiando su alma, convirtiendo las cenizas en polvo, encendiendo el mundo en una hoguera inmensa de la cual el no salía. Finalmente despertó cuando sintió el estruendo de choque contra la banca en la que dormía, una simple patada que le desorientaría.

— Vamos, arriba.— Escuchó la voz con atención sin mirar hacia arriba, sabía que se trataba del moreno cuya amistad solo alegrarle día a día. Se encontraba exhausto al punto en el que sus labios estaban resecos pero no quería moverse para llenar su boca de líquido, entumecido, cansado, todo resultaba en una áspera sensación que lo quería mantener pegado a la banca.

— Déjame.— Susurró con su voz ronca mientras tocaba su cabello, intentaba peinar la melena rubia que tenía con sus dedos. Abrió los ojos notando como el moreno le miraba con una sonrisa bandida mientras que el oficial detrás de él solo miraba su reloj impaciente, anhelando que se fuera repentinamente.

— Ya es tarde amigo. Dormiste todo el día, nos vamos.— Respondió su amigo mientras cambiaba su mirada al notar los moratones en su piel blanca, una expresión burlesca comenzaba a apoderarse de sus labios en aquellos instantes.- Te volvieron a patear el trasero. ¿No te dije que si ibas a pelear en bares usaras tu fuerza, Rogers? Te quedas parado como idiota siempre, esperas a que te destrocen.

— ¿Podemos pasar por un café? No pienso estar aguantando tu sermón con éste dolor de cabeza.— Respondió el centinela mientras se levantaba aún con sus músculos doliendo, sentía un hormigueo recorrerle por dentro y en su cabeza solamente persistían colores blancos, como flashes que le demostraban lo estúpido que eran sus hábitos.

— Sí, claro que Natasha esperará a que tengas tu café. Y eso era sarcasmo, vamos, no quiero tenerla enojada gritando en mi oído. ¿Sabes lo molestas que pueden ser las rusas? Bueno, todas menos Yelena.

— ¿Quién puso a cargo a Natasha?

— Fury.

Soltó un suspiro lo suficientemente largo como para provocar una carcajada. No sabía que esperar de la reunión que se avecinaba, lo único que sabía era que no presentía grandes risotadas. Conocía muy bien a Natasha y más aún cuando lideraba, se transformaba en otra persona, cambiaba su piel y se convertía en algo para lo que siempre había estado destinada a ser; una líder. Le sorprendía vagamente que Fury no le hubiera considerado puesto a que la experiencia marcaba su paso, pero después de todo no le molestaba porque sabía que bajo la mirada de ella estarían en buenas manos.

Se subió a su motocicleta sin mucho esfuerzo mientras movía su cabeza hacia ambos lados intentando liberar la presión que tenía en su cuello. Sam solamente le veía con una mueca en el rostro que se agrandó al oír el claro sonido de sus huesos tronando, solía darle asco cuando las personas hacían eso aunque el rubio teorizaba que no le gustaba aquello por el hecho de que no podía hacerlo. El moreno poseía una bellísima motocicleta que su novia le había regalado el año anterior, no se separaba de ella ni por un instante, siempre colocaba la velocidad al máximo y creía que por la coordinación que llevaban habían llegado a su destino rápidamente.

ᴛʜᴇ ᴏᴛʜᴇʀ ᴡᴏᴍᴀɴ─ ᴍᴀʀᴠᴇʟ✵Where stories live. Discover now