El Lobo 》Johnny D.

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Amigos, advierto que esto tiene Smut. (Cómo todo lo que escribo, jaja).
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Vivo en un dulce y pequeño pueblo escondido en lo más recóndito del bello bosque Londinense.

A pesar de no venir de una familia adinerada, siempre solía atraer la mirada de todos a mi alrededor aún siendo una bebe, por mi pálida piel, pestañas rizadas y ojos tan oscuros como la noche, pero brillaban como si hubiera mil estrellas en ellos; mi cabellera reflejaba un leve color dorado a los rayos del sol.

Era normal atraer las miradas, ya que sin sonar egocéntrica era de las chicas más bonitas, claro que de bebe uno no nota eso, pero al ir creciendo, creció la sobre protección de mi madre, me cuidaba de todo mal y todos los hombres deseosos de pedir mi mano, o arrebatar mi doncellez, había hombres bastante enfermos.

Y claro como era debido una dama debía mantener la pureza hasta el matrimonio, mi madre me guardaba con recelo para algún lord.

Me he olvidado de mencionar mi nombre, pero por ahora todos me conocen como caperucita roja, ya que a donde quiera que voy llevo conmigo una caperuza de un rojo tan brillante que era imposible pasar desapercibido, mi madre la hizo para mi con ese mismo propósito, para lo perderme de su vista jamás.

Tengo veinte años y claro como es normal, tengo curiosidad de saber que hay más allá de mi pequeño pueblo, cruzando el tupido bosque.

Pero con el recelo que mi madre me guardaba no era más que un sueño, para lo único que podía acercarme al bosque era para ir a visitar a mi abuela.

Ella vivía a mitad del bosque, junto al río, ella era bastante vieja ya así que yo me encargaba de llevarle comida a diario, para cuidar de ella.

Seguro se preguntan cómo es que teniendo mil oportunidades de escapar del bosque ignorando el camino a casa de mi abuela para vivir las aventuras que ansiaba, no lo hacía.

Suena ilógico, ya se y mas de una vez me lo ponía en la cabeza, pero el miedo no me dejaba, miedo al Lobo...

El Lobo, se decía que el habitaba en el bosque y su único propósito devorar a los incautos que se desviaban y se perdían.

Siempre al ir al bosque escuchaba grandes aullidos espeluznantes y  temerosa salía corriendo, porque claro más de una vez intenté escapar del bosque armandome de valor para cumplir mi deseo.

Pero bueno ahora cuando lo pienso me pongo a temblar, por las historias que me contaban de niña.

Aunque ahora un poco mayor tengo ligera curiosidad ante los aullidos que escuchaba, y un día se me ocurrió contarlo a mi madre.

—¡Nunca trates de buscarle!, ¡¿Es que estas loca?!, quieres que tu pobre padre y yo tengamos que ir a buscar tus restos entre el bosque...
—Pero tal vez yo pueda defenderme.
—¡Nada!, se come a cualquiera y no deja más que huesos, imagina lo que hará cuando vea a una niña tan linda como tu.
—Vale madre.
—Recuerda volver antes del medio día— dijo mi madre
colocándome con delicadeza mi caperuza roja.
—Tranquila madre todo saldrá bien— la tranquilice.
—Y recuerda, no te desvíes del camino.

Tome el sendero hacia el bosque pero esta vez el puente por el que solía cruzar estaba roto, debido a que la noche anterior hubo un viento atroz que derribó hasta a los robles más fuertes y bueno este pobre y viejo puente desgastado era obvio que no resistiría.

Tuve que tomar el camino largo, todo iba bien hasta que llegué a un cruce con dos caminos estaba confundida, no sabía qué hacer y me había alejado demasiado de mi camino, estaba perdida y a esta altura del bosque nadie me escucharía.

One Shots 》NefelibataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora