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—¡Joel!

Erick corre riendo por el hogar de sus padres, se detiene y estira sus brazos cuando está por caer. De esa forma, Joel logra llegar hasta él y cargarlo sin importar que esté pataleando como niño pequeño.

—¡Bájame! ¡Joel!

—Eres un niño malcriado —acusa con burla, caminando hacia el jardín.

—¡No, Joel! ¡La piscina no! ¡Hace frío!

Sin importar las quejas de su pequeño novio, Pimentel lo lanza como si fuese un costal de papas. Sabe que el agua está climatizada así que no podrá resfriarse.

—¿Qué son esos gritos, niños?

La madre de Erick aparece con un cuchillo en la mano y por un segundo Joel palidece.

—No es na-nada —tartamudea el rizado.

—¡Erick! ¿Qué haces ahí?

—Ya sabes, pensando sobre la vida, todo casual —contesta como quien no quiere la cosa.

La mujer rueda los ojos divertida ante la situación y se despide para volver a la cocina.

—Ayúdame a salir.

—No, vas a jalarme.

Erick suelta una maldición por lo bajo, camina hacia las escaleras y con cuidado sale. Llega hasta su novio con la intención de mojarlo, pero este se aleja y se va a sentar hacía la hamaca.

—Ve a cambiarte primero, no tengo ropa extra en tu casa—advierte mirándolo.

—Bueno, pero primero me sacaré la ropa para no estropear el piso que Sam limpió horas antes —dice con inocencia, tomando la remera que le llega hasta la mitad de los muslos y comenzar a subirla lentamente mientras se mueve de manera provocativa.

—¿Qué haces?

El nerviosismo en la voz de Joel no pasa desapercibido.

—Nada.

—Demonio con cara de ángel —murmura, llevando la mano hasta su miembro, empezando a sobar suavemente por sobre el pantalón.

Erick ignora sus palabras y sigue con su labor.

Hasta que su mamá habla y ambos saltan del susto.

—¡Erick, deja de moverte como gusano y ve a cambiarte antes que ganes un resfriado!

El mencionado refunfuña acercándose a su pareja.

—Luego verás, amor —advierte, dejando un beso en su frente y dando una nalgada a su novio para que vaya a cambiarse—. Ahora ve.

—Como sea.

El baño no demora mucho, ahora se encuentra con un jogger gris y una sudadera celeste, sus pies han sido cubiertos por unas graciosas medias de puntos coloridos.

Baja corriendo por las escaleras y se trepa en la espalda de Joel, el cual lo sujeta por las piernas para que no se caiga como la última vez.

—Para la próxima avisa, pulga, o terminarás con dolor en el culo.

—Ya sé cómo quiero ese dolor —muerde la oreja de Pimentel y suelta una gran carcajada.

El mayor se dirige hacia el sofá, sienta en el respaldar a su chico y gira quedando entre sus piernas. Sus grandes manos se sitúan en los muslos del ojiverde, mientras que este rodea su cuello.

—Te amo tanto, tanto, tanto. Cada día un poco más, pequeño travieso —canta bajito en su oído, ganándose una risita por su parte.

—Qué importa el mundo entero, si lo único que quiero... eres tú.

Se quedan en esa posición por mucho rato, cantándose las primeras canciones que llegan a sus mentes, disfrutando de la compañía del otro. Hasta que Erick casi se cae y por ello ahora están sentados en el sofá grande.

—Te amaré...

—Sin importar...

—Los años que tendré —cantan a dúo.

Erick se encuentra con la cabeza apoyada en el cojín que está sobre el regazo de su novio, con las piernas encogidas y jugando con una de sus manos. Joel se dedica a pasar los dedos de su mano izquierda por las hebras del suave cabello de Colón.

—Luego pensé que...

—Misteriosamente el amor encontré...

—Nuestras manos juntas están —unen sus voces mientras que Erick se levanta de una forma extraña, primero bajando los pies y dando una especie de vuelta para levantarse, aunque luego se sienta en el regazo de Pimentel con las piernas separadas a cada lado de su cuerpo. Juntan sus manos y las entrelazan. —Sigo enamorándome de ti cada vez...

Se sonríen mutuamente para luego darse un beso y abrazarse.

La señora Colón toma una fotografía mirando enternecida a la joven pareja.

***

Esto de que canten me gusta.



Olvidar || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora