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Arregla la bufanda sobre su cuello, intentando no asfixiar a su pareja en el intento como la última vez. Saca la punta de su lengua como si aquello fuese una ardua tarea. Aunque no pasa por alto la risita que suelta al sentir las manos de Joel acariciar su cintura por debajo de su sudadera.

—Listo —manifiesta, dando pequeños golpes en el pecho de Joel.

—¿Tenemos que ir? ¿No podemos quedarnos y hacer algo más entretenido? —susurra en su oído, deslizando sus grandes manos hasta ahuecar el trasero de su novio en ellas, mordiendo su mejilla y sintiéndose feliz al oír su respiración acelerada.

—Joel —advierte en un jadeo, separando sus labios y cerrando sus ojitos preciosos.

—Vale, vale, me calmo.

—Gracias.

—¿Cuánto tiempo dices que llevan?

—¿Cuántos años tengo?

—¿Quince?

—Idiota —responde, poniéndose un abrigo encima y sonriendo cuando se mira en el espejo—. Mira Joel, soy muy guapo.

—Lo sé, pulguita —llega y lo abraza por detrás—. Eres el ser más guapo que habita este planeta y vive en mi corazón.

—Ay, te amo —se aleja antes que lo vaya a besar—. Pero no olvido que no sabes mi edad. Así que andando.

Lo detiene sujetando su mano y dando vuelta, ocasionando que choquen.

—Tienes veintidós años y tus padres hoy cumplen bodas de plata. No olvido lo que me dices, azúcar. Pero es gracioso verte enojado.

—No será gracioso para ti saber que no podrás tocarme durante dos semanas —canturrea antes de salir corriendo por el pasillo hacia el elevador.

—¡Erick! ¡Erick, vuelve aquí!

—¡No me alcanzas vie... perdón... viejito! —escucha la risa de Joel y está seguro que lo vio chocar con un niño.

Antes que la puerta se cierre entra Joel.

—Te tengo —lo abraza y besa su mejilla.

—Me tienes —contesta bobamente.

No conversan, solo esperan que el elevador llegue a la primera planta para bajarse. No cogen el coche de Joel porque el restaurante está a unas cuadras. A veces agradece vivir en el centro y otras no.

—Oye, Joel.

—¿Qué sucede? —pregunta, guardando el celular luego de grabar a Erick dando un saltito.

—¿En serio iremos mañana a la fiesta de Richard?

—Sí, ya te lo había confirmado.

—¿Seguro que quieres ir?

—¿Sucede algo? —niega—. ¿Entonces?

—No es nada, mejor sigamos.

Pero Joel lo coge por el brazo y detiene su caminar.

—¿Por qué no quieres ir?

—No es eso, simplemente no tengo un buen presentimiento, pero seguro son tonterías mías —trata de sonreír para que Joel no se preocupe.

—Si quieres no vamos y nos quedamos viendo películas —sugiere, volviendo a caminar porque ya están cerca.

—No, no. Olvida lo que dije, amor.

—Sólo quiero que estés bien, Er.

—Lo estoy si tú estás conmigo —Lo abraza por el costado y besa su pecho—, vamos un rato y luego nos regresamos. ¿Te parece?

—De acuerdo.

Y así abrazados llegan al restaurante. No es uno extremadamente elegante con puerta de marfil o candelabros de plata. Es uno acogedor y muy bonito, el ambiente se siente cálido haciendo un contraste con el de afuera. Simplemente es un espacio que sus padres aman y entonces está bien para ellos.

Una señorita los acompaña hasta la mesa designada y se despide inclinado levemente la cabeza. Erick abraza a sus padres ni bien se ponen de pie y llena sus rostros de besos. Joel se limita a darles un breve abrazo. Dejan sus abrigos detrás de las sillas y se disponen a charlar mientras son atendidos.

Sin duda alguna es una magnífica velada. Una pareja que ya tiene años y una que recién empieza a florecer.

Al regreso Joel y Erick vuelven en el carro del señor Alonso pues ha comenzado a llover y ninguno lleva un paraguas. La joven pareja baja luego de agradecer y despedirse, ingresando a gran velocidad al condominio para estar más calientes.

Erick no vive por completo con Joel, un día simplemente llevó su cepillo de dientes y luego poco a poco iba dejando alguna prenda o algo suyo. Así que no había problema alguno que él se quede a dormir con su novio. Sus padres aceptaron después de todo. Aunque Alonso de vez en cuando da una mirada amenazadora a Pimentel y éste se pone blanco como la nieve.

—¡Eres el mejor novio! —exclama el pequeño poniéndose de puntitas y cogiendo el rostro de su pareja para besarlo.

—No es para tanto.

—¡Claro que sí! ¡Pagaste todo! ¡Y yo no tuve que gastar nada!

—Pequeño idiota —sujeta sus muslos y lo alza, mientras Erick arruga su nariz chistosamente y hace un puchero sin dejar de jugar con sus orejas.

—Pero fuera de bromas, gracias por hacerlo. No es como si faltara el dinero a mis padres, pero fue un gesto bonito. Aunque habíamos quedado que sería a medias y no me dejaste.

—Me vas a devolver cada dólar, pulga —advierte, caminando con él hacia la cama y sentándose en la misma.

—¿Así? Yo creo que estás muy equivocado.

—Te amo —besa suavemente sus labios, acariciando su cintura por debajo de la ropa, robando cientos de suspiros a Erick.

***

No tengo nada que decir o no recuerdo, así que...

Olvidar || JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora