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Las chicas y yo fuimos a la plaza, donde había un carrito de helados bien en el centro. Yo pedí uno de chocolate; Midori pidió uno de avellanas; y Kiseki uno de menta. Nos sentamos en una banca debajo de un cerezo y los degustamos.

-Siempre me gustan los helados de este carrito- dijo Kiseki sacando la lengua.

-Están muy buenos- dije y terminé de comer el cucurucho.

-¿Te sientes mejor, Hanji?- me preguntó Midori, posando una mano en mi hombro.

-Sí. No te preocupes. Ya se me pasó, gracias a ustedes- sonreí.

-¡AAAAH! ¡NO PUEDE SER! ¡COMÍ MUY RÁPIDO Y AHORA SE ME CONGELÓ EL CEREBRO!- Kiseki se llevó las manos a la cabeza.

-Jajajaja- los dos nos empezamos a reír.

-¡No es gracioso!- torció los labios como haciendo un pucherito.

-Jeje, perdón- rodé sus hombros con mi brazo.

-Oigan, ¿quieren ir a caminar por la rambla?- preguntó Midori.

-¡Sí, señor!

Los tres fuimos caminando a la rambla entre risas. Kiseki empezó a contar unos chistes muy buenos que sacó de Internet, y Midori y yo nos reíamos como focas retrasadas, jeje.

Es la primera vez en mucho tiempo que experimento la verdadera alegría. Después de todo, la vida sí es bella.

Llegamos a la rambla y nos sentamos en otra banca. Miramos el océano, y experimenté una calma que me hizo cerrar los ojos.

-¿Hanji?

-¿Te dormiste?- Kiseki me sacude.

-Jeje, no se preocupen, chicas. Estoy despierto- les dije riendo.

-Es muy lindo mirar el océano- dijo Midori.

-Sí. Es muy tranquilo a pesar de toda la gente que hay- dije, y seguí mirando el horizonte. Entonces siento que ellas ponen sus manos sobre las mías. Me puse un poco rojo.

-Te queremos, Hanji. Eres nuestro- Kiseki me abrazó.

-Sólo nuestro- dijo Midori y también me abrazó.

-Amm, ¿chicas?- a estas alturas estoy más rojo que un tomate.

-Upps, perdón- se separaron de mí. De repente siento que me dan un beso en las mejillas. Ahora estoy más rojo que el magma.

-¿Por... por qué fue eso?

-Porque te amamos, Hanji- dijo Midori.

-¿Amarme? ¿Cómo amigo... o amarme de amar?

-Un poco de ambas- me volvieron a abrazar.

Yo también. Yo también las amo de ambas maneras. Una sensación agradable me inundó, y me sumergí en los brazos de mis amigas.

-¡AAAAAH! ¡AUXILIO!

Ese gritó nos hizo saltar de la banca, y luego escuchamos varios disparos.

-¿Qué fue eso?

Corremos hacia el lugar de donde venían los disparos. Nos escondemos detrás de un contenedor de basura y vemos a un hombre apuntando a varias personas con un arma.

Mi corazón se detuvo.

-¿Q-qué está pasando...?

-Él...- empecé a decir.

-¿Él qué, Hanji?

-Él es mi papá.

𝗗𝗜𝗔𝗥𝗜𝗢 𝗗𝗘 𝗛𝗔𝗡𝗝𝗜 𝗨𝗥𝗔𝗕𝗘 ❱ 𝗖𝗧 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora