|Capítulo 22|

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—Claro, Carly, yo… yo te avisaré—Me alejé sigilosamente de ella, porque ya estaba tan cerca que me estaba poniendo incómodo (bastante irónico diría yo).
—Espero que asistas—Me dijo y se mordió el labio, se acercó de nuevo, yo me alejé y me caí del sillón. Bravo—Oh dios ¿estás bien?
—¡Sí!-Casi chillé y me levanté del suelo antes de que ella alcanzara a tocarme, me estaba comportando como a los 4 años cuando le tenía asco a las chicas.
—Vale, ya me voy—Por su cara enojada y su gruñido creo que al fin había captado la indirecta.
—Nos vemos en la fiesta si voy—Murmuré yo pero su única respuesta fue el portazo cuando salió.

Suspiré y me froté las cienes. Me estaba probablemente volviendo loco por culpa de cierta señorita gruñona de por ahí. Hace como un mes se había metido en mi vida sin que ninguno de los dos quisiera, hace como 3 semanas hice una apuesta con Louis, y hace como dos semanas que no paro de evitar a las chicas porque no puedo fijarme en ninguna más que en ella, y hacerle la “ley del hielo” durante tres días no ha servido para quitármela de la cabeza, incluso es peor porque la duda de saber qué está haciendo, qué está pensando me está comiendo vivo (aunque ya sé que piensa que soy un tonto mujeriego que le gustaría mandar a la mierda).

Pero de todos modos me había decidido (casi del todo) a decirle lo que sentía, aunque probablemente me golpearía y me escupiría en la cara (no, no exagero). De todas formas tenía que hacerlo porque quizás un rechazo directo me hiciera entrar en razón y me haría dejar de evitar chicas como si estuviera comprometido con alguien.

Subí la escalera y golpeé la puerta de su habitación levemente, no recibí respuesta así que solo entré.Perrie estaba durmiendo y con el sepulcral silencio podía escuchar hasta aquí la música de su iPod sonando. Me acerqué y me acosté junto a ella en la cama. La maldije unas diez veces por hacerme esto. Ninguna conquista en 3 semanas, y todo por su culpa, porque no salía de mi cabeza y menos luego de lo que había pasado hace cuatro días. Sinceramente me encanta esta chica, así bipolar y gruñona como es, simplemente es diferente a las demás. No es una muñequita de esas que son tan flacas y tan huecas que fastidian, de las que me aburrí desde que conocí qué es una mujer de verdad (ella).

Me parece tan estúpido que de todas las chicas del mundo justo me fuera a enamorar de la que me repudia como nadie en este mundo, la chica con la que menos posibilidades tengo de salir (o de salir vivo). 

Y con lo antipática qué es, ¿Cómo demonios puedo soportarla? Se enoja por cosas que yo ni siquiera sé y me critica por todo. Aun así la sigo encontrando molestosamente perfecta. ¿Por qué simplemente no puedo odiarla como ella a mí?

Le acaricié la mejilla cuidadosamente para no despertarla, hasta dormida me volvía loco.

Era oficial, yo estaba malditamente demente por esta chica.

Me quedé un rato observándola hasta que me dije que mejor no postergaba lo que tenía que decirle. Me levanté, dispuesto a despertarla pero se me hizo un nudo en la garganta y no pude hablar.

No me extrañaba, de todos modos jamás le había confesado a una chica que me gustaba, porque…. Quizás habrán habido chicas que me atraigan (físicamente) pero Perrie era diferente, me atraía de todas las maneras que una mujer podía atraer a un hombre, y la odiaba por eso.

Bajé de a dos escalones hasta llegar al primer piso, le abrí la puerta a Sam quien se me tiró encima antes de subir corriendo hasta la pieza de Perrie. Lo seguí de cerca y cuando entré había tirado a Perrie al suelo y la estaba lamiendo entera. Me reí.

—Ey Sam—Lo llamé y se me tiró encima enseguida—. Perro malo, te dije que no entraras.
—¿Estás bien?—Me apoyé en la cama y le pregunté al ver que no se levantaba del suelo. 
—Sí.
—Déjame ayudarte—Le dije y la cogí de la cintura. No sé si fue mi idea o ella opuso resistencia, pero la levanté de todos modos. Me reí al ver su aspecto. Recién levantada, con el pelo revuelto y toda babeada por Sam, ¿Que la siguiera encontrando la mujer más hermosa del mundo era extraño? Quizás no .
—Ya lo sé—Dijo y se pasó la manga de su playera por la cara.

Ella me miró y mi sonrisa se fue. ¿Qué se supone que tenía que decirle ahora?

—Perrie, tengo que hablar contigo.
—¿Para qué?
—Es importante, aunque te recomendaría arreglarte primero—De nuevo fui cobarde y quise postergar mi confesión.
—Puedes decirlo ahora.
—No puedo decirlo ahora.
—¿Entonces?
—Te lo digo al rato, pero es importante.
—¿Es malo?
—Quizás.
—¡Zayn!
—Vale, vale, no es malo, pero sí importante, así que espero a que estés lista—Dije y salí del cuarto, aún no estaba seguro de cómo iba a hacer esto.

Como media hora después bajó Perrie con la misma ropa pero algo más arreglada que hace rato.

—Oye, lamento lo del otro día—Dije pasándome la mano por el pelo. Eso significaba una cosa: nervios. ¿Cuánto tiempo había estado sin hacer ese gesto?
—¿Qué cosa?—Preguntó extrañada.
—Cuando dije que dudaba que alguien pudiera soportar tu actitud—Ella frunció el ceño.
—¿Te estás disculpando solo por eso o hay algo más que tengas que decirme?

No sé si pueda soportar esa mirada de desprecio otra vez, que ya me tiene más que aburrido. ¿Actuar o hablar? Porque no sé si decirle que me gusta, o besarla que es lo que en realidad quiero, así que opto por actuar. La tomo de la cintura y la beso, sus labios saben tan bien y su tacto es tan embriagador, sobre todo cuando me doy cuenta de que no está poniendo resistencia alguna y me está besando casi tan fervientemente como yo a ella.

The Babysitter » zerrie.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora