Edward. Ethan. Errol.
Ha pasado una hora y continúo en estado de shock. No paro de mirar con
incredulidad el anillo de boda que reposa a mi lado, sobre la cajonera. Yo, Lexi
Smart, tengo un marido. No me siento lo bastante vieja para tener marido, qué
caramba.
Eliott. Eamonn. Egbert.
Por Dios bendito, que no sea Egbert.
He registrado a fondo el Louis Vuitton. He repasado la agenda, página por
página. He mirado todos los números grabados en el móvil. Pero aún no he
descubierto a quién corresponde esa E. Cualquiera diría que habría de acordarme al
menos del nombre de mi marido. Que lo tendría grabado a fuego en mi mente.
Cuando se abre la puerta me pongo en guardia, creyendo que es él. Pero es
mamá otra vez, que llega muy sofocada.
—Estos guardias de aparcamiento no tienen corazón. Sólo he pasado veinte
minutos en el veterinario…
—Mamá, tengo amnesia. —La interrumpo—. He perdido la memoria. Un trozo
entero de mi vida. Estoy alucinada.
—Sí. La enfermera me lo ha dicho.
Nuestras miradas se cruzan sólo un instante, porque ella la aparta enseguida.
Mirar a los ojos no es su fuerte, nunca lo ha sido. Lo cual me fastidiaba mucho
cuando era más joven; ahora ya lo veo como una de las características de mamá.
Como esa manera suya de no recordar los nombres de los programas de la tele,
aunque le hayas explicado quinientas veces que no es La pandilla de los Simpsons.
Ahora se sienta y se quita el chaleco.
—Sé muy bien cómo te sientes —empieza—. Mi memoria cada día está peor. El
otro día…
—¡Mamá! —Respiro hondo, procuro no perder la calma—. No tienes ni idea de
cómo me siento. Esto no es como olvidar dónde te has dejado las gafas. ¡He perdido
tres años de mi vida! No sé nada de mí en dos mil siete. No tengo el mismo aspecto,
mis cosas son distintas y, encima, me he encontrado estos anillos. Necesito saber una
cosa… —Me tiembla la voz de pavor—. ¿Es cierto que estoy casada?
—¡Pues claro! —Parece escandalizarla que se me ocurra preguntarlo—. Eric
viene enseguida. Te lo he dicho antes.
—¿Eric… es mi marido? Pensaba que era un perro.
—¿Un perro? —Arquea las cejas—. ¡Por el amor de Dios, cariño! ¡Menudo golpe
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Te acuerdas de mi?
RomansaCuando a sus veintiocho años Lexi Smart despierta en un hospital de Londres, se lleva una gran sorpresa. Sus dientes son perfectos. Su cuerpo está tonificado. Su bolso es un Vuitton. Habiendo sobrevivido a un accidente de coche, en un Mercedes nada...