그물7

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no recuerdo haberlo planeado en lo absoluto

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no recuerdo haberlo planeado en lo absoluto. los ojos violáceos de Soojin a veces, resultaban demasiado suplicantes como para siquiera considerar en llamar a la policía. tampoco tenía buenas opiniones de ese tipo de instituciones. y por las noches sí me preguntaba si habría que sufrir la pérdida de otra Furuta Junko en nuestras vidas. la idea me paralizaba por completo.

me veo llevado más y más alto, más inestable, más y más cerca de la refulgencia del sol. ¿por qué me queman, estos rayos de razón, por qué estos rayos de razón me destruyen?

─no lo sé, Shuhua, realmente no lo sé. explícamelo, por favor. tú siempre tienes respuestas para todo.

justamente en ese instante, me di cuenta de que le había fallado. dimensionar por qué el amor nos estaba matando simultáneamente, aunque de distintos modos paralelos, era una tarea demasiado lejana a mis manos que temblaban con frecuencia excesiva. y de este mismo modo, decidí dejar de comprender. no siempre en la vida iba a poder hallar un por qué a lo que me estaba destruyendo, del mismo modo en el que no podía racionalizar lo que me estaba consumiendo el alma. esa parte tan cerebro de mi decidió que podía suicidarse en paz, como todos mis referentes literarios.

así que lo seguí, de madrugada, sin arreglarme las arrugas del vestido ni preocuparme porque mis tacones sonaran contra el asfalto. a su espalda le faltaba el brazo escuálido de Soojin para rodearlo, y a la mía probablemente también. no éramos tan distintos, hijo de puta. al menos en eso pensaba.

la calle que comenzó a seguir no era muy larga ni ancha, pero conducía directamente desde ese bar de mala muerte hasta la avenida principal en donde tomaría el bus a casa. el trayecto no se haría en más de cinco minutos, y yo no tenía prisas ni miedos ni una sonrisa torcida, de las que los asesinos alardean antes de matar a un inocente.

quizás sería la ausencia de inocentes en toda nuestra historia.

lo seguí como quien anda buscando mariposas entre la hierba, y estaba tan ebrio, que en mis manos de uñas rojas no hizo falta fuerza para empujar su figura antes tan atemorizante, y hacerlo caer al suelo. estaba confundido, claro, y me daba tiempo de observarlo a medias en mitad de la oscuridad. a horcajadas sobre él, sus manos en mi cintura como por reflejo, las ganas de vomitar se hallaban reprimidas por la adrenalina. no me sorprendía, de todos modos. su cara demacrada no exhibía miedo alguno, típica reacción de quien no se siente amenazado.

yo, en sí, no era una amenaza, al menos no una real. demasiado joven y menuda como para que mis dedos supieran manipular un cuchillo de manera apropiada. quizás pensó en eso.

sus ojos se abrieron de la manera más hilarante cuando hundí el cuchillo en su garganta por primera vez. fue una incisión limpia, casi sin sonido. el filo entró, fue recibido por la carne fresca, y luego se despidió. resultó incluso decepcionante. pero no importó mucho, porque el segundo me dio todo lo que le había faltado. lo retorcí un poco hacia la derecha, luego a la izquierda, hacia abajo y luego hacia arriba con precisión de cirujano. esta vez la sangre brotó a borbotones. salpicó el cemento, mi rostro, sus ropas, las mías, el recuerdo de Soojin llorando en el suelo mientras gritaba por su amor, el recuerdo de una niña preguntándose por qué en la tele daban tantas noticias tristes. los siguientes no tuvieron un número definido y, de todos modos, la mayoría fueron sólo por desquite, por sanarme la euforia y la impotencia eterna de que nunca, jamás, podría saborear las lágrimas derramadas a mi nombre. no importaba. él había muerto mucho antes de que me diese satisfecha.

la misma mano asesina me limpió la piel cubierta de líquido viscoso, aún tibio. no conoces el amor hasta que lo saboreas. bueno, la idea era parecida en las gotas que me habían entrado en la boca, quizás olvidando respirar correctamente. y era tan ridículo, estar allí sentada en una pileta bermellón brillante mientras el pulso se calmaba. era una ironía dulce, como todas las veces en que le prometí a ella que de a poco, las cosas iban a arreglarse. ¿sentía acaso que las estaba reparando con la torpeza de mis crímenes prematuros, o quería arreglarme yo misma? si me purificaba o no ver al hombre sangrar, no lo tenía claro. pero, de todas formas, allí estaba yo, y luego, más tarde, también estaba en el autobús vacío con el conductor tiritando de miedo. sería yo un fantasma que llevaba una semana sin comer ni salir a la luz del sol, abrigo largo verde militar, y la sangre, la sangre de la cabeza a los pies.

llegué a casa sin tener que lidiar con otras miradas, ni policías, ni culpa, ni ningún sentimiento en lo absoluto. si quedaba algo en mis entrañas, era poco probable. me sentía liviana así hubiese pesado cien o treinta kilos, mientras tomaba la ducha de agua caliente, y la sangre corría en mis formas desnudas. yo era la mujer enamorada de otra mujer, que había matado al hombre. yo estaba allí, sintiéndome como la Señorita Venganza, pero sin la simpatía y sin los besos rojos de otra como yo, sin la cárcel, pero sobre todo, sin la inocencia. nunca más serás inocente, Yeh Shuhua.

la imaginaba a ella formulando mi sentencia con sus manos, y quería gritarle; "ven, tócame, pudre tu piel suave con mi tacto porque ya lo he dado todo en tu honor, ya no me queda absolutamente nada." mi familia dormía y yo limpiaba el líquido vital de cada rincón de mi ser. los pájaros ya comenzaban a cantar mientras con cloro frotaba la bañera, y el rojo se deshacía en el blanco completo. no era un blanco puro, si no, el blanco que esconde, el blanco que se esconde y te esconde. mi cara seguía blanca y mis ojos oscuros.

no intenté contactarla hasta que la policía encontró el cadáver. y mientras el cuchillo y los guantes plásticos usados descansaban cómodamente en algún sector del alcantarillado de Seúl, en las primeras planas de los periódicos hablaban de un cuerpo ya identificado como un ex convicto, con varias investigaciones por abuso a menores y violación sin resolver. miraba las páginas en silencio y no me sentía ni mejor, ni peor, y sabía que no iban a buscar al responsable con demasiado ahínco, y después de ese intervalo en el que decidí no comprender nada, volví a dimensionar que había destruido la última de las locuras de Seo Soojin.

firmando así la boleta de un billete de avión sin regreso, y aquella sería también mi misma perdición.

firmando así la boleta de un billete de avión sin regreso, y aquella sería también mi misma perdición

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그물.

❛ 𝗿𝗲𝗱𝘀 ❜ 𝘴𝘰𝘰𝘴𝘩𝘶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora