Reclutado. parte 1

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Una vez alcanzada la seguridad de mi propio apartamento, cerré la puerta de un portazo y me apoyé contra ella como si tuviera que mantener a todo el mundo a ralla.

¿Y ahora qué?

Había una tirantez terrible en mi entrepierna, la sensación casi dolorosa de haber estado tan cerca y aún así no haber encontrado liberación. No podía sacármelo de la cabeza: la visión de su erección tensando la tela de sus pantalones, el calor de sus manos acercándome más, el sonido de su voz en mi oreja susurrando “Por favor, déjame tocarte.

Desabroché mis pantalones con violencia y cogí mi polla todavía erecta, decidido a concederme algún tipo de alivio. Pero entonces llegó su recuerdo de niño, de sólo hacía siete años, desgarbado y patoso, sentado en el borde de la piscina, diciendo: “¡Hola, señor!

Me detuve en seco, sintiéndome con náuseas y terriblemente sucio.

Una ducha fría. Eso era lo que necesitaba. Una ducha fría, y una cerveza.

O quizás un paquete de seis. Era sábado y no tenía que trabajar al día siguiente. Normalmente la noche del sábado significaba ir al bar y follar, pero no estaba seguro de que pudiese afrontarlo. No estaba seguro de que fuera capaz de evitar que mi mente se extraviase en su dirección, hacia Eddy.

¿Por qué yo? Ése era el pensamiento que seguía girando y girando en mi cabeza. ¿Por qué yo? Eddy tenía dieciocho años, buen físico y era completamente atractivo. Podía ir a un bar en la ciudad y conseguir al hombre que quisiese en cuestión de minutos. ¿Entonces por qué demonios quería a un mecánico de treinta y cinco años como yo?

Todavía estaba apoyado contra la puerta cuando llamó a ella, y casi salté del susto.

—¿Will?— llamó. —¿Estás ahí?

—¡NO!

—¿Puedo entrar?

—Eso definitivamente no es una buena idea.

Guardó silencio durante un momento, y después dijo: —No estaba enchufado. Es por eso por lo que no se encendía.

Me hizo falta medio segundo para entender de qué estaba hablando.

¿Estéreos? ¿Estamos hablando de estéreos? ¿En serio?” —Me alegro de que lo averiguases.

—¿De verdad me vas a hacer estar de pie fuera?

—¡Sí!

Le oí suspirar profundamente. —Por favor, Will. Sólo quiero hablar contigo.

—¡Eso no era hablar!

—Lo sé. Yo...— Sus palabras se desvanecieron durante un momento, y cuando continuó, su voz era más suave. —Prometo ir un poco más despacio, ¿vale? Sólo déjame entrar.

—No sé, Eddy...

—No voy a ir a ninguna parte, Will,— dijo, con una nota de risa en la voz.—Tendrás que vértelas conmigo eventualmente.

¿Cuántas veces en mi vida había deseado a un compañero dispuesto que llamase a mi puerta? Ahora que uno lo había hecho estaba asustado de enfrentarlo. ¿Cómo de jodido era eso?

Abrí la puerta una rendija y le miré a través de ella. Todavía llevaba los mismos pantalones, pero se había puesto también una camiseta, y mantuve los ojos de manera decidida en su cara. —Guárdate las manos para ti,— dije de manera infantil.

Me sonrió, aunque era una sonrisa triste. —Lo haré.

Abrí la puerta y entré al salón, poniendo entre nosotros tanto espacio como pude. Entró, cerrando la puerta tras él y apoyándose contra ella exactamente como lo había hecho yo. Iba descalzo. Echó una ojeada a mi cremallera, y me sonrió, sonrojándose. —¿Te sientes mejor?

Un soldado más - L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora