Capítulo 29: Oscuridad.

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Desde que Karma fue preso en aquella jaula en la oscuridad, supo que el mundo de los adultos puede llegar a ser corrupto, ruin y asqueroso, y no fue hasta que conoció a Nagisa, Terasaka, e incluso a Asano (pero muy poco) que entendió que no todos son así. Y desde entonces fue sumergido en un mundo que no es del todo brillante pero tampoco oscuro, y con la calidez suficiente para sentirse completo.

Pero justo ahora, vuelve a toparse con ese asqueroso rostro de la adultez.

—Por lo tanto, por términos de este contrato, usted hereda las deudas de su padre—Decía un hombre corpulento y trajeado, cuya nariz redonda y grande se encontraba encima de una sonrisa malintencionada que le recordaba a sus captores.

Al llegar a la dichosa funeraria, fueron recibidos por un auto negro deportivo en donde se encontraba apoyado el hombre que ahora estaba frente a ellos. El tipejo era el socio del padre de Nagisa, la persona quien envió la carta avisando de la muerte.

Al ir escuchando el lenguaje técnico y enrevesado que usaba el hombre, Karma entendió que cual haya sido el fuerte del sujeto ese no eran los negocios. El ingenuo justo vino a montar un contrato con un seguro que poco a poco le fue acumulando una deuda con intereses, hasta el punto de hacer una suma imposible de pronunciar.

Observa a Nagisa, quien leía el contrato meditativo y sentado en una silla junto a la urna de su papa. Indiferente a la mirada malintencionada y asquerosa que le daba el presunto socio.

—¿Cuánto tiempo tengo para pagarlo?—Pregunta, ya al fin alzando la mirada a lo que el hombre sólo ensancha su sonrisa.

—No sea ingenua pequeña señorita, ambos sabemos que no podrá pagar semejante suma...

Karma, en su postura relajada recargada contra la pared y con rostro desinteresado, aprieta los puños dentro de los bolsillos de su pantalón al observar como el tipejo se relamía los labios y por la forma en que se refería a Nagisa. No era la primera vez en que alguien confundía el género del mayor, pero sí que tenía ganas de romperle la mandíbula por la forma en que lo miraba.

Por su parte Nagisa sólo mira como el hombre trajeado se levanta para avanzar hacia él.

—Cuando conocí a su padre, era un viudo con ojos lamentables que necesitaba con desesperación algo en lo que concentrarse y no pensar en sus problemas, hasta el punto de casi no dormir por terminar trabajo pendiente, pero cometió varias infracciones que rompieron la deuda—Explica ya en frente de él—y la puso a usted de catalizador, por si algo le pasaba... ¿Cómo piensa pagarnos? Bien se me ocurren ciertas maneras...

Se agacha para quedar ambos a la misma altura frente a frente, extendiendo la mano para acariciar su rostro. Y Nagisa no sabe porqué, pero cuando vio la sonrisa de ese hombre de intenciones tan oscuras como su traje, quiso repasar la línea de sus labios con el cuchillo más afilado que existiera.

Sin embargo antes de que siquiera llegara a rozar su piel, la mano del hombre fue tomada con firmeza.

—Y encantados las escucharemos, después de tomar un breve descanso—Interrumpe Karma sonriente, el hombre frunce el entrecejo para luego soltar un quejido y apartar la mano, quizás ejerció más fuerza de la que creyó.

—¿Tú quien eres?

—Mi nombre es Akabane Karma y llevo viviendo con Shiota san desde que tengo memoria—Se presenta jovial y carismático, ignorando el grito en su interior de hundir sus puños en la cara de ese sujeto—el viaje en metro fue agotador y además del pesar de esta tragedia, Shiota san se encuentra realmente exhausto. Puede ser un poco abusivo pero ¿Podríamos hablar de negocios después?

El hombre frunce los labios en una mueca negativa, y Karma internamente se siente dichoso y desea que diga que no. De esa forma tendría una excusa para Nagisa sobre porque le tumbó los dientes a ese estafador.

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