Capítulo 17

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Natalia se quedó media hora y luego se fue a la posada, eso le pareció bien, ya que Clara le había dicho que la llamaría ante cualquier novedad. Había algo incognito en todo aquello, como la verdadera razón de la desaparición de Julls. ¿Por qué irse sin avisar cuando su hermana estaba molesta por lo mismo? Por no decirle que se quedaría en la calle la noche anterior.

Clara le hacía muchas preguntas a Ismael, un desánimo general la embargaba y él no conseguía el valor suficiente para explicarle lo que pensaba.

Tal vez estamos ante un problema grave.

―Debería llamar a Francisco ―dijo ella, después de caminar de aquí para allá por la sala. Él estaba sentado en el mueble, con la barbilla apoyada en sus puños, todo le parecía raro, como planeado, muy al estilo de ellos.

―¿Y ese quién es? ―preguntó―. Ven, siéntate, estás muy nerviosa.

Clara se acercó, obedeciendo.

―Es funcionario ―susurró mirándolo a los ojos―. Y estoy segura de que podría dar rápido con ella.

Fantasma negó con la cabeza. No podía confiarse, en especial de un policía. Era algo que no podía permitirse, debía protegerse.

―No pasará nada, Ismael, él es de confianza ―suplicó desesperada.

―¿Qué le dirás sobre mí? ¿Crees que haga preguntas?

―Sabrá que eres mi amigo, también que vives aquí, pero no le daré más explicaciones, me aseguraré de que no te moleste, lo prometo.

―Vamos... ―le dijo―. No me parece buena idea.

―Lo llamaré ―resolvió, y él no pudo refutar más, solo asintió.

Suspiró pesadamente cuando Clara buscó el número en su celular, pero era injusto pedirle que no llamara, que no buscara una solución.

Hola ―dijo con voz inestable―, Fran, soy Clara, cuando puedas devuélveme la llamada ―le habló a la contestadora.

Él escuchó un ruido proveniente del jardín y se levantó para inspeccionar por la ventana. Sintió una gran molestia atravesarle el cuerpo.

Tan bien... tan bien y relajada mientras su hermana se muere de nervios.

Instintivamente caminó hasta la puerta y salió. Ella acariciaba al gato de la vecina.

―Te está buscando hasta la policía. Clara está muy preocupada, ¿es que la cabeza no te da para nada? ―le espetó.

―¿Qué? ―preguntó la joven sin comprender.

―¡Maldita sea, Julls! Entra a la casa y dale una buena explicación a tú hermana, y prepárate para un buen sermón, ¿de acuerdo? Está muy enojada contigo.

Lo que queda de mi alma ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora