Sweet dreams vuelve de la guerra!! Celebremoooos
Pero en serio, siento la tardanza, lo de estas últimas dos semanas demuestra que si quiero, me puedo poner con ello. Espero que lo disfrutéis
(debido a que no me sale nada bien, ni separadores ni título cuqui, sorry)
Besos en el cuello.
Algún que otro jadeo que se mezcla con el chisporroteo de los churros.
Y el timbre.
Porque, por supuesto, tenía que ser el timbre.
Raoul bufa, apartándose por lo menos dos centímetros de su marido, al que tenía arrinconado contra la encimera. El moreno suelta una risita, y va hacia la izquierda, donde está la freidora. El catalán se muerde un labio.
Es sábado, el primer fin de semana después de los primeros días de clase. Y todo parece ir sobre ruedas. Flor ha hecho algunos amigos, lo que los tranquiliza bastante. Alfred lo ha pasado bien, sin muchos problemas.
Por otro lado, Agoney está a punto de tener su sesión de fotos para el disco, además de haber pasado los siguientes días ultimando algunos detalles de producción. Y su marido, que al fin encontró a su protagonista perfecto, ha estado de reunión en reunión con los guionistas y el actor para que todo salga perfecto.
Unos pasitos van a toda velocidad hacia la puerta, alertando al padre de la criatura.
—¡Alfred, no abras la puerta!
Corre hacia la entrada, encontrándose a Flor con la mano en el manillar.
—Ya voy yo, ¿vale, Flor?
Acaricia su pelo, abriendo la puerta de entrada.
Se encuentran con unos ojos enormes y oscuros. Los reconocería en cualquier parte.
—¡Pero bueno, An! —Sus ojos se iluminan, abriendo los brazos para que la niña salte sobre ella—. ¡Que grande estás, y qué guapa!
—¡Padrino! —chilla la niña—. ¡Hola!
—Pero ¿qué haces aquí? —La aúpa bien, quedando sujeta como si fuera un koala—. ¿Dónde está tu padre? ¿Y tus madres?
—El papá está en el coche y...
—¡Bon dia!
Raoul sonríe al distinguir la voz de su mejor amigo. Y dicho y hecho, apenas unos segundos después, aparece el hombre, con una maleta bajo el brazo y una sonrisa que le ocupa toda la cara.
—Cabrón, tienes a Nerea loca esta semana.
—Lo sé, por eso he venido a Madrid. —Suelta la maleta solo para abrazarlo, quedando Anastasia en medio—. Hay que tener una reunión sobre Agoney, promoción y gira de forma urgente.
—¿Y por qué vienes a mi casa? Espérate a llegar a la discográfica.
—Por dos motivos —se aparta y coge su maleta—. Primero: necesito un sitio donde quedarme, y a Nerea la he estado ignorando demasiado como para pedírselo ahora. Segundo: también tengo que hablar con vosotros.
—¡Hola, tito Alfred! —salta la rubia de la casa—. ¿Sabes qué? ¿Sabes qué? ¡El papá está haciendo churros!
—Pero ¿para cuánta gente pensáis que voy a hacer churros yo...? —El moreno aparece, con su delantal habitual, y su cara indignada cambia al desconcierto, para acabar en la alegría—. ¡Gatito!
Su voz suena mucho más aguda cuando se lanza sobre su amigo a abrazarlo con ganas.
—Sí, sí, mucho gatito, pero anda que me tenéis contento. —Pone los ojos en blanco—. ¿Me dais algo de comer, que estoy muerto?