Capítulo 2

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Aquí sigues dentro

Su cuerpo se estremecía al ritmo que Joaquín marcaba. Intentó aferrarse más a su espalda con las manos abiertas y boqueando cada vez que Joaquín le daba una embestida particularmente fuerte. El fibroso cuerpo de Joaquín se inclinó sobre él, instintivamente estiró el cuello para darle mejor acceso a los labios de Joaquín que marcaron un camino de besos sobre la piel expuesta. 

Estaba tan duro y sentía tan bien tener el cuerpo de Joaquín encima suyo que sin pensarlo abrió aún más las piernas para tenerlo incluso más dentro. Joaquín le sonrió y luego le besó no sin antes prácticamente hundirlo contra el colchón. Estaba a punto de terminar, sentía su orgasmo llegar, Joaquín se separó del beso y frotó su mejilla contra la suya.

—Vamos, amor, —le susurró. —Córrete para mí… 

Emilio abrió los ojos de inmediato. 

Su corazón estaba acelerado, podía sentir su pulso errático vibrando por todo su cuerpo. Exhaló con fuerza y luego levantó las mantas un poco para darse cuenta que efectivamente estaba duro y goteante. Llevó su mano izquierda hacía su necesitada erección para darle un apretón de reconocimiento. 

En otro momento de su vida se hubiera sentido sumamente perturbado por aquel sueño y habría saltado de la cama para buscar a la primera mujer que tuviera la amable atención de aceptar sus coqueteos y terminara en su cama con el fin de sacar toda esa frustración sexual. Sin embargo, con los años y con la vida ya más repuesta, en ese momento le importaba poco haber fantaseado precisamente con él de entre todas las personas. 

No era extraño. Después de todo, tenía ojos y Joaquín estaba más hermoso que nunca. Los años realmente le habían hecho resaltar todas y cada una de esas virtudes que tan gratamente mostraba. Su cuerpo seguía siendo delgado y fibroso, su barba definitivamente estaba más tupida y resaltaba sus facciones, sus ojos brillaban hermosos y su color marrón tan único hacían que Emilio se sintiera inmerso en un profundo bosque en donde se pudiera perder gustoso y, por último: su sonrisa. 

Joaquín seguía teniendo la sonrisa más malditamente hermosa del mundo. 

Así que era más que normal que su cuerpo reaccionara de esa forma.

Cerró los ojos y por un segundo pensó qué tan poco ético sería masturbarse con la imagen mental de su compañero laboral cogiéndolo duro y parejo… decidió que le valía verga y que sucumbiría al deseo. Finalmente, era culpa de Joaquín verse tan jodidamente hermoso.  

******


Salió de la ducha envuelto en una bata de un verde oscuro, un hermoso regalo de la madre de Luke. Lo primero que le llamó la atención fue el dulzón aroma de las crepas, Luke le había preparado y llevado el desayuno a la cama mientras él se duchaba. 

—¿Llegará el día en el que pueda despertarte con el desayuno en la cama?, —Joaquín le sonrió. Era frustrante para su novio que él tuviera la costumbre de levantarse siempre muy temprano, hacer un poco de yoga y después darse un baño. Esa había sido su rutina los últimos cinco años y Luke aún no la entendía. El italiano anhelaba los momentos románticos de las mañanas con el clásico desayuno en la cama. Joaquín había pensado en más de una ocasión en cumplirle el capricho, pero por una cosa u otra, jamás sucedía.
 
—Tal vez algún día, cariño, —le guiñó y Luke sonrió. Joaquín regresó a la cama y tomó un trozo de fruta ante la atenta mirada de Luke. 

—¿Cómo es que puedes verte tan perfecto haciendo actividades tan mundanas como alimentarte? —Joaquín negó divertido. 

—Basta, adulador. —Luke le dio un suave beso en los labios y comieron en un armonioso silencio hasta que el móvil de Luke sonó. —¿Quién es?

Hasta la raízDonde viven las historias. Descúbrelo ahora