Una noche, un ejecutivo de la Port Mafia se encontró con un huérfano.
Esta situación no cambió nada y todo.
O:
Atsushi escapa del orfanato antes gracias a la ayuda de un hombre mayor. Ahora, viviendo en Yokohama, se encuentra con tres miembros de la...
En las oscuras calles de Yokohama caminaba un hombre. Ninguno de sus rasgos físicos llamaba particularmente la atención. Cabello rizado color chocolate y un rostro simétrico. Algunos podrían haberlo llamado guapo si no fuera por la sonrisa casi sádica que llevaba.
Nadie podría haber adivinado que este joven era en realidad uno de los ejecutivos más temidos de la Port Mafia regresando de una misión.
Su día había sido agotador y, como solía ser el caso después de este tipo de día, una espesa niebla opresiva había invadido su mente. Sin pensar, sus pasos lo llevaron a un puente.
Bajo la luz de la luna, el agua fluyendo tenía la apariencia de plata derretida. Se movió y deslizó como si estuviera bajo la influencia de un encantador de serpientes.
—Qué hermoso.— Susurró, hipnotizado por este espectáculo.
Sin pensar más, permitió que sus pies dejaran el suelo. Lo último que vio antes de tocar el líquido fueron dos ojos dorados.
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Nakajima Atsushi había pasado una velada perfectamente agradable. Después de terminar su trabajo de hoy, había decidido salir para refrescar su mente y buscar inspiración para el día siguiente.
Pasarían días antes de que la luna mostrara la totalidad de su pálida belleza. No hay razón para preocuparse por problemas peludos...
Unos meses antes, apenas podía haber imaginado que la vida sería tan placentera. Sin abuso físico o verbal y la posibilidad de hacer lo que más le gustaba.
Mientras paseaba por las calles, a menudo se preguntaba si realmente merecía lo que le había sucedido. A veces, durante la noche, apenas se las arreglaba para mantener la voz cruel fuera.
Esas noches, Kunikida-senpai siempre contestaba su teléfono y hablaba con él hasta que el sueño lo reclamaba.
Suspiró suavemente y se centró una vez más en lo que estaba a su alrededor.
Los estudiantes regresaban de la universidad y los empleados salían de los bares. Emitían felicidad como el sol emitía luz. A veces, a Atsushi le gustaba visualizar cómo siguió su vida.
Sin embargo, esta vez, necesitaba un lugar tranquilo para progresar en su trabajo. Todavía recordaba el puente, el primer lugar de Yokohama que había visto. Allí es a donde decidió ir.
Su apartamento no estaba muy lejos de su objetivo y unos minutos fueron suficientes para alcanzarlo.
Se sentó en el borde, sacó su cuaderno y comenzó a escribir.
O al menos lo intentó.
Unos pasos llamaron su atención. Levantó la cabeza.
Un hombre estaba parado allí, un poco mayor que el propio Atsushi.
Luego procedió a saltar al río...
Espera, ¿qué?
Atsushi se puso de pie como un resorte cuando se escuchó un chapoteo.
